QUINTÍN,
Marta (2018)
El color de
la luz
Suma de
Letras, Barcelona, 427 p.p.
ISBN:
978-84-9129-028-5
Blanca Luz Miranda es una empresaria de éxito. Su objetivo: amasar una
gran fortuna para comprar arte. La adquisición, en una subasta de Nueva York,
de uno de los cuadros más inquietantes del pintor Martín Pendragón cumplirá el
sueño de esta anciana de ojos enigmáticos. En esa misma sala una periodista
observa la escena con interés, está convencida de que tras ese pago millonario
se esconde un secreto y hará todo lo posible por descubrirlo. Lo que no sabe es
que será Blanca Luz quien decida cómo se escribe su historia.
“No se trata de lo grande o pequeña que sea una historia. El conflicto
puede nacer de lo más nimio. La vida es conflictiva. Cualquier sentimiento
humano lo es. Y tú eres humana ¿verdad?-el silogismo resultaba irrefutable-.
Todo es susceptible de convertirse en arte, solo depende de la mirada que se le
dedique. Que se mire con interés, con pasión, con amor. Y, luego, solo se trata
de contarlo. Tú historia, la de otros, lo que has visto, lo que has escuchado…,
qué más da. Pero sal ahí fuera, implícate, emociónate, convéncete de que eso
que estás escribiendo es lo más importante que existe en el mundo, y que no
existirá realmente hasta que no le des vida con tus palabras. ¿No es acaso eso
lo más fascinante? Y así, mi viejo profesor me había impuesto la asignatura
pendiente mas hueso de todas: que viviese”.
Acostumbrada al ritmo vertiginoso
de las novelas negras, ésta es una novela que hay que beber a tragos cortos. Cada
párrafo es poesía pura, cada frase una sentencia que te lleva a la reflexión,
una prosa cuidada y un sentimiento en cada letra que te llega a lo más hondo.
El color de la luz es una novela
de amor, pero no una novela romántica, es una historia íntima, e intimista, es
un paseo por la historia del siglo XX, pero no es una novela histórica. Es todo
y nada de lo anterior, pero es, sobre todo, una historia preciosa, escrita con mimo,
cuidado y mucho, mucho oficio.
Tengo, desde niña, la costumbre
de apuntar las frases que mas me atraen
de cada uno de los libros que leo, en éste me he superado, he contabilizado más
de 50 anotaciones y no sólo de sentencias sino de párrafos completos y es que,
insisto, esta historia esta novela es puro arte, pura poesía.
Si hay una protagonista indiscutible
en esta historia, es sin duda Blanca Luz Miranda, que se nos muestra diseccionada,
de la que descubrimos todas y cada una de sus miserias. Es un personaje
potente, arrollador, una mujer a la que se odia y se ama a partes iguales
dependiendo del punto de la novela en que nos encontremos, una mujer con mas
sombras que luces, una mujer, a pesar de todo difícil de conocer, difícil de
tratar y con la que, a pesar de todo, la autora consigue que, en algún punto,
empatices, si y solo si, eres capaz de ver a la mujer en el contexto temporal
de la historia.
Martin Pendragón, el otro gran
pilar de la historia, sin el que ésta no tendría sentido alguno, se presenta
como la cara opuesta de esta protagonista absoluta, representa su anverso,
presentando mas luces que sombras, un hombre arrastrado por sus pasiones, un también
“rara avis” en el tiempo que le toca vivir. Aún compartiendo protagonismo con
Blanca, su peso en la novela es mucho menor y a veces, se me antoja sólo como
la excusa para que Blanca Luz pueda tener una historia, esta historia. Su
imagen es la que vemos a través de la mirada de Blanca Luz, una Blanca expuesta hasta la extenuación y un
Martin que cobra o pierde protagonismo en función del propio devenir de la vida
de la protagonista.
Y si hay un personaje central en esta novela,
que consigue, a veces, incluso eclipsar a Blanca Luz, es ese cuadro, que en ningún momento se describe de forma
concreta, pero que se analiza punto por punto hasta obligarnos a visualizarlo
por nosotros mismos, pero de una forma distinta en cada uno de los momentos en
los que Blanca Luz se enfrenta a sus colores. Una pintura que, se convierte en
protagonista indiscutible de la trama, sobrevolando toda la novela,
convirtiéndose en hilo conductor y apareciendo en decenas de momentos en los
que se nos da un apunte más de su composición, de sus colores, de su trazo… y
son tantos que estoy segura, de que sin verlo, todos hemos dibujado de una u
otra forma ese cuadro en nuestra cabeza.
No menos importante es la propia
narradora, esa periodista que es, sin duda, la propiciadora de toda la novela,
esa joven de la que poco sabemos mas allá de sus motivaciones iniciales: pura
curiosidad, de ese “miedo” a vivir con el que rompe en pos de una historia que
intuye: la que se esconde detrás de un cuadro, y de las emociones que los
secretos de Blanca y su vida van suscitando en ella a lo largo de esa aventura;
es un personaje del que ni siquiera llegamos a conocer el nombre, que aparece
de relativamente en pocas ocasiones más allá del segundo capítulo, pero sin el
que la novela no tendría ningún significado.
A pesar de que Marta consigue una
descripción maravillosa de paisajes y que se reconoce la grandísima labor de documentación
que ha llevado a cabo para construir una historia consistente en los espacios y
en los tiempos, ésta es una novela de personajes en la que la fuerza de los
protagonistas se ve potenciada por un elenco de secundarios que no les van a la
zaga.
Francisco Miranda, el padre de la
protagonista, se hace presente solo al
principio de la novela, pero es tan importante para el devenir de los
protagonistas, es tal su importancia como origen de las decisiones vitales de
ambos, que en ciertos momentos de esos primeros capítulos se convierte en
protagonista absoluto de la trama:
“Los alumnos no notaban que aprendían. Francisco Miranda,
aparentemente, se desentendía de ellos Les permitía que se enredaran solos en
escaramuzas personales. Pero nunca dejaba de acudir en su rescate. Aunque con
una sutileza tal que tampoco se daban cuenta de que estaban siendo rescatados.
De lo que si se cuidaba muy mucho, y eso sin ambages, era de inocularles un
amor acérrimo y porfiado por el arte, por lo que hacían. Y les enseñaba a creer
en sí mismos. Dejaba que se adentraran en el error, pero previamente les había dotado
de los mecanismos para que lo detectaran y supieran retroceder a tiempo ellos
solos, sin escudarse en la comodidad de no admitirlo y sin que les diera pereza
demorarse en la búsqueda de la senda correcta”
El punto humorístico, la
distensión a la gravedad de la historia la encontramos bien representada en el
personaje de Leidy, esa puertorriqueña vivaz y “disfrutona” que es el antagónico
de la responsabilidad de nuestra reportera; que es quien se empeña en que ésta
se lance a vivir y en esa carta de negativa editorial que es más que una
negativa, un matarife certero de una vocación en ciernes; por suerte, solo
existente en la imaginación de la autora.
Existen otros secundarios, como
Chema, ese fiel escudero del protagonista, ese leal amigo, que aparece para dar
el pié a los protagonistas y salen de la escena haciendo mutis por el foro,
para volver a hacerse presente en el momento más insospechado, pero el más
necesario, para el buen desarrollo de la novela.
El titulo de la historia, no
podía ser más acertado que el elegido, toda la historia está centrada en los
colores y en la luz:
-¿Qué pasa con mis ojos?
-Que en ellos está el azul, y el verde, y el amarillo y el añil y el
violeta… Que son de todos los colores y de ninguno. Eso es lo increíble Blanca
Luz. Que me has regalado un color nuevo, que solo conozco yo. En ese color
tendría que estar pintado el amor.
-Bueno, si soy de todos los colores, entonces seré blanca, no? En el
blanco viven todos los colores. Como en un arcoíris. Como en la luz.
-Exacto. La luz es blanca. No importa bajo qué color aparezca. En el
fondo, siempre es blanca. Y tú eres Blanca Luz. Y eres mía. Mi blanco. Y mi
luz.
Hay que tener, no solo vocación, sino talento, para escribir una novela tan grande como la que nos ocupa. Así que, si sois amantes de la
buena literatura, de la literatura en mayúsculas, si os habéis emocionado con
esta pequeña muestra compartida, estáis tardando en comenzar una lectura que
provocará en vosotros amor y odio, alegría y tristeza, pero que con seguridad
no os dejará indiferentes.