Este es el primero de los retos del 2019 que lanzó
la Biblioteca Pública Provincial de Córdoba y que conocí en Facebook a través de la escritora y amiga María José
Moreno.
El reto de Enero consistía en leer un libro de
menos de 100 páginas y os aseguro que me ha costado encontrarlo.
Buscando y buscando, recordé de un libro que hace
unos años me regalo un amigo, con una preciosa dedicatoria que me vinculaba con
el título, un libro al que no había conseguido encontrarle el momento y que ha
conseguido encontrarme a mí a través de esta iniciativa: Sueño
de Huruki Murakami.
MURAKAMI, Haruki
Ilus.: Kat Menschik (2013)
Sueño
Libros del zorro rojo, Barcelona, 84 pp
ISBN: 978-84-941619-4-0
El
primer día en que no había podido conciliar el dueño había sido un martes, dos
semanas atrás. Es decir que hacía diecisiete días y diecisiete noches.
Un
tiempo muy largo.
Ya
casi no recordaba en qué consistía dormir”
Este es el párrafo que aparece en la contraportada
del libro.
Si buscáis en cualquier página de internet de
compra de libros, incluida la de la propia editorial, encontrareis que la sinopsis
es bastante más extensa, pero debido a la longitud de este relato no he
considerado oportuno reflejarla en este comentario.
Este es el segundo “cuento” que leo del autor, en
breve compartiré la opinión que me produjo la primera vez que me acerqué a su
literatura. Ya decidí entonces que debo acercarme a sus novelas y este relato
ha hecho que me reafirmé en ello.
En esta obra,
el autor, convierte una vida ordinaria, rutinaria y predecible; la de un ama de casa de clase media en una
ciudad portuaria de Japón, en una vida a
la que la protagonista dota de tiempo extra en detrimento del descanso
necesario que el sueño no le proporciona.
Y no porque
ella no quiera, no por un insomnio pasajero cuyos efectos ya conoce.
“Me
adormilaba un poco. Pero en la habitación contigua, al oro lado de una fina
pared, mi conciencia permanecía viva, alerta, vigilándome. Mientras mi cuerpo
vagaba titubeante por la penumbra, no dejaba de sentir, allí, justo al lado, el
aliento y la mirada de mi propia mente. Yo era el cuerpo que va a sucumbir a la
modorra y, al mismo tiempo, la conciencia dispuesta a permanecer despierta.
No es esta la situación que afecta al relato, sino
el hecho de la falta de sueño, así sin más y de la falta de efectos sobre una
protagonista de la que no llegamos a conocer el nombre.
Sin
embargo, cuando ahora digo que no puedo dormir me refiero a algo completamente
distinto. Distinto de principio a fin. Simplemente no puedo dormir. Ni siquiera
me entra sopor. Pero aparte del hecho de que soy incapaz de conciliar el sueño,
mi estado físico es excelente. No estoy adormilada, mi mente se mantiene muy
clara. Incluso diría que mas despejada que de costumbre. Tampoco mi cuerpo
muestra anomalía alguna. Tengo apetito. No siento cansancio. Hablando desde un
punto de vista práctico, no tengo ningún problema. Simplemente no puedo dormir.
Esta situación la lleva a recuperar hábitos
perdidos para aprovechar esas horas “extra”, principalmente la lectura, sobretodo de los clásicos
Rusos, lo que permite al autor hacer su particular homenaje a una de sus obras
cumbres “Anna Karenina” que la protagonista lee y relee como si le fuera la
vida en ello.
“Todas
las familias felices se parecen, pero cada familia infeliz lo es de un modo
distinto”
Y a este sano hábito, esos sí, llevado al extremo, le
acompañan otros abandonados en la juventud, y también la adquisición de algunos
nuevos que rozan los límites de la cordura. Porque la protagonista va ganando
cosas en este tiempo regalado, pero también va perdiendo muchas otras y va
perdiendo, o eso me parece, parte de su propia humanidad.
Desde
que no podía dormir, me asombraba lo simple que era la realidad. Desenvolverse
en la vida era muy sencillo. […] Era igual que manejar una maquina muy
sencilla: una vez que aprendías el modo
de empleo, se trataba solo de ir repitiéndolo.
Murakami nos hace transitar por territorios más o menos conocidos: el insomnio, los sueños, las pesadillas, las parálisis
del sueño… Pero también nos lleva de la mano por terrenos inexplorados, porque
no se vosotros, pero yo no conozco a nadie que sea capaz de aguantar 17 días,
ni 7 siquiera, despierto y en plenas
facultades. Y lo hace de una forma tan detallada, tan coherente que llegamos a
pensar que no dormir es lo más normal del mundo.
Y de repente, cuando estamos instalados en esa
normalidad, da una vuelta de tuerca y nos
coloca en la tesitura de no saber, cual
es la parte normal en esta historia, si
es que, en realidad, hay alguna.
Y lo hace a través de imágenes cotidianas, y a través
de una prosa clara, sin circunloquios, una escritura perfectamente cuidada y
justamente adjetivada.
Y más allá de las bondades técnicas, la historia en
general y su final, en particular me han llevado a un desazón que aún
permanecen y me ha instalado en la duda continua de si habré sido capaz de
entender, en realidad, el alcance de este relato, si habré sido capaz de
desvelar, en fin, lo que hay tras este Sueño. Y eso es lo que le pido a una
historia, que para bien o para mal, me remueva, me haga sentir y reflexionar y
no os quepa duda que en las escasas 84 páginas, que se quedan en apenas 60, si obviamos las ilustraciones, el autor lo ha
conseguido.
Así
que dejó de asustarme el hecho de no poder dormir. No había razón alguna para
tener miedo. “¿Y porque no me lo tomo de un modo más positivo?, pensé. “Porque
estoy ampliando mi vida”. “Las horas que iban de las diez a las seis de la
mañana eran solo mías. Hasta entonces, el sueño- aquello que llamaban:” acto de
subsanación para el enfriamiento”- me había ocupado la tercera parte del día. Pero
ahora ese tiempo era mío. De nadie más. Solo mío. Y yo podía utilizarlo a mi antojo. Sin que nadie
me molestase, sin que nadie me pidiese nada. Si. Mi vida se había ampliado. Yo
estaba ampliando mi vida en una tercera parte.