Läckberg, Camilla (2019)
Una jaula de oro
Maeva Noir, Madrid, 360 pp
ISBN: 978-84-17708-18-4
Una
novela de suspense psicológico, sexy y con una protagonista fascinante y
ambigua.
Faye,
con un oscuro pasado, ha conseguido todo lo que siempre había soñado, un marido
atractivo, una hija a la que quiere y, sobre todo, estatus social y una vida
llena de lujo. Pero cuando, de un día para otro, esta vida perfecta se va al
traste, surge una nueva mujer intrépida y vengadora. Con Faye ha nacido una
nueva heroína sorprendente y polifacética, y con algunos secretos muy oscuros.
—¿Qué quieres
decir? —Que parece como si llevaras dentro una pena. Y me parece bonito. La
gente que siempre está contenta me aburre. No estamos hechos para ser felices
sin solución de continuidad, de ser así, se pararía el mundo.
Leer a Camila Lackberg en "Una jaula de
oro" ha sido como charlar con una vieja amiga a la que hace tiempo que no
ves. Cambia el registro y el tema para ponerte al día de lo que ha vivido en el
tiempo que lleváis sin veros pero sigues reconociéndola en esa nueva voz,
sigues captando su esencia.
Contemplé a la
gente que bailaba, cerré los ojos y pensé en cómo eran las cosas en Fjällbacka.
En la curiosidad de la gente, en las miradas, que me seguían allí donde fuese,
en aquella mezcla de fascinación y compasión, una mezcla pegajosa, agobiante, asfixiante.
Aquí nadie lo sabía. Nadie lo veía. Aquí estaba mi sitio. En Estocolmo.
Camila abandona, en esta ocasión su serie de los
crímenes de Fallbacka para presentarnos un thriller psicológico muy alejado de
los crímenes abyectos que nos presentan Erica Falck y Patrik Hedström, pero en el que sigue
utilizando esos recursos tan suyos para mantenernos, como en aquellos, pegados
a sus páginas.
Y hasta aquí los paralelismos, es la misma autora y
la protagonista es una mujer. Una mujer, a la que debo reconocer que he odiado
durante gran parte de esta novela, hay situaciones que, por quedar tan lejos de
mi experiencia vital, me resultan imposibles de entender.
La autora hace un perfecto perfil psicológico de la Faye,
es un personaje de manual, una mujer cuyas actitudes y sobre todo pensamientos y
sentimientos te van indignando más y más a medida que vas descubriendo su autoflagelación,
la destrucción de su autoestima, que no es más que el reflejo de lo que a veces
por acción y muchísimas por omisión, su “vida de ensueño” hace de ella.
Estocolmo era una
selva cuyas reinas eran ella y otra media docena de esposas de millonarios.
Faye sabía que la gente analizaba cada palabra, cada sílaba que pronunciaba,
que revoloteaban a su alrededor y le hacían la pelota solo porque era la mujer
de Jack. Sabía que Lisa no dudaría un segundo en dejar a su marido por Jack. O
por otro como él. Las mujeres se sentían atraídas por el poder y el dinero.
Incluso las que se las daban de feministas como Lisa
Frente a Faye y siempre a su lado Cris, esa amiga que
todas tenemos, esa mujer que es la cara opuesta de la protagonista, que sabe más
de lo que le cuentan, esa amiga que dice verdades como puños a esa mujer que se
niega a ver, que intenta salvarla aunque solo reciba su desprecio, y que es tan
generosa, que después de todos los desplantes, cuando su amiga, por fin se da
de bruces con la realidad recoge los pedazos en los que queda rota y la empuja,
la obliga y la ayuda a reconstruirse.
—¿Sabes cuál
es tu problema, Chris? Que te crees mejor que yo. Te has creído que todos
quieren vivir esa vida absurda que llevas tú, pero a mí no me parece tan
divertido pasarme las noches follando con un entrenador personal de
veinticuatro años o acabar tan borracha que no recuerde
nada al día siguiente. Es vulgar y vergonzoso. En lugar de darme lecciones, deberías crecer. Yo quiero a mi marido, quiero a mi hija, ¡tengo una familia! Y quiero estar con ellos. Y creo que lo que te pasa en realidad es que sientes envidia de mí y de la vida que llevo. Creo que es eso lo que te pasa. ¡Y comprendo que ningún hombre quiera vivir contigo! Y... Chris había colgado. Faye se quedó mirando su propia imagen en el espejo. Ya no sabía quién era la mujer que la miraba desde el otro lado.
nada al día siguiente. Es vulgar y vergonzoso. En lugar de darme lecciones, deberías crecer. Yo quiero a mi marido, quiero a mi hija, ¡tengo una familia! Y quiero estar con ellos. Y creo que lo que te pasa en realidad es que sientes envidia de mí y de la vida que llevo. Creo que es eso lo que te pasa. ¡Y comprendo que ningún hombre quiera vivir contigo! Y... Chris había colgado. Faye se quedó mirando su propia imagen en el espejo. Ya no sabía quién era la mujer que la miraba desde el otro lado.
Pero no nos engañemos, no es Faye quien pone pie en
pared, es más que no tiene otro remedio que reinventarse cuando se encuentra en
la calle con una mano delante y otra detrás.
Faye no es ninguna tonta, aunque en esa burbuja de lujo y glamour llegará a
parecerlo, es una mujer inteligente, marcada por un pasado que intuimos pero no
descubrimos hasta las últimas páginas de la novela.
Una mujer que tiene la suerte de encontrarse en su
peor momento con otra mujer (si, esta novela es una novela de mujeres fuertes y
sobretodo de mujeres supervivientes) que junto a Cris le dan la estabilidad que
necesita para salir definitivamente y por la puerta grande de un pasado infame.
¿Cuántas veces
las engañarían? ¿Cuántas verían sus sueños frustrados? Delante de ellas se
extendía un largo collar de maldades que los hombres les harían sufrir. La
experiencia de sentirse apartado, de que te juzguen por el aspecto físico, la
ambición de encajar, de agradar: eso era lo que unía a las mujeres de todas las
edades, de todos los países y de todos los tiempos. Y entonces lo vio. Había un
ejército entero allí fuera.
Pero no creáis que está es una novela intimista, ni
contemporánea.... No es una novela de amor, ni siquiera de desamor, no es una
novela de sumisión, ni de dominación y sin embargo es todo eso y mucho más.
Y para rematar la faena, es una historia plagada de
secretos, de sexo y de algún que otro crimen sin resolver.
Leer esta nueva historia ha sido, como siempre, una grandísima
experiencia, Camila es una autora en la que lo menos importante es lo que
cuenta, lo que más, como lo hace, como consigue mantenerte en la historia sin
posibilidad de que te despistes ni una sola línea.
En momentos de
cinismo, Faye podía preguntarse dónde estaba el mensaje feminista de las
imágenes de un culo bien entrenado mirando a la cámara en biquini o en la
publicidad de tés de adelgazamiento. Pero Chris apuntaba tajante que a veces
había que aceptar el feminismo que se ofrecía, y que el camino nunca era
totalmente recto. Por lo demás, la red era un hormiguero de influencers
masculinos que hacían fotos de su torso desnudo y publicitaban proteínas en
polvo