El Rincon de Alberto

jueves, 10 de diciembre de 2020

El príncipe destronado

Delibes, Miguel (1973)

El príncipe destronado

Espasa Libros (2007), Madrid, 266 pp.

ISBN: 9788467024753

 


A través de la mirada de un niño de tres años, desplazado de su condición de benjamín por el nacimiento de su hermana, y a lo largo de doce horas, el novelista nos describe la vida y afanes de una familia de la alta burguesía española de los años sesenta: el autoritarismo de un padre vencedor de la guerra, la inseguridad y fustración de una madre cargada de hijos, el enfrentamiento generacional, la crisis de la familia, las inquietudes y terrores del alma infantil, y todo un cúmulo de sugerencias y circunstancias vistas siempre con humor, ternura y a veces también con desgarro.

 

-              Le contemplas demasiado.

-              ¡Oh, no, no digas eso! Este niño necesita un cariño especial, Merche. No olvides que hasta hace un año era el rey de la casa. Es el príncipe destronado, ¿oyes? Ayer todo para él; hoy, nada. Es muy duro, mujer.

 

Para celebrar el centenario del nacimiento de Delibes este año me había propuesto acercarme de nuevo a sus novelas y releer, al menos una de ellas. A las alturas del año en que estamos casi no soy capaz de cumplir este reto, pero lo he conseguido.

En principio me plantee leer “La sombra del ciprés es alargada”, una novela a la que tengo cierto apego por desarrollarse la primera parte entre las calles de la ciudad que me vió nacer. Era una buena opción, pero entonces encontré entre los libros de una de mis estanterías un ejemplar de El Príncipe destronado, una tiernísima novela en la que el autor da voz a Quico, un niño de tres años (casi cuatro) que  en mi memoria siempre tendrá el rostro y el gesto de Lolo García, el pequeño actor que le dió vida en “La guerra de papa”, la película que Antonio Mercero dirigió en el año 1977 basándose en la obra que nos ocupa.

Esta película es una maravilla de adaptación y os aconsejo verla, no solo por la ternura que transmite su pequeño protagonista, sino también por el papelón de Verónica Forqué como Vitora. Pero vamos a lo que nos ocupa, el libro, porque, por muy buena que sea la cinematografía, la novela es aún mejor.

Estamos ante una novela corta, en la que se narra un día corriente de la vida de Quico, el quinto hijo de una familia acomodada, en diciembre de 1963. La novela transcurre desde que despierta, a las 10 de la mañana, hasta que se acuesta, a las 9 de la noche. Un día que en sí podría resultar simple, un día que podría resultar pobre literariamente, pero en la que el autor, a través de la mirada del niño y de sus vivencias cotidianas nos adentra en los mundos de la psicología, la sociología, la política e incluso la historia.

Los aspectos psicológicos son evidentes, quedando ya de entrada patentes incluso en  el título de la novela “El príncipe destronado” que responde a un síndrome del mismo nombre que se refiere, básicamente a los celos que la llegada de un nuevo hermano generan en el hermano anterior y que se caracteriza por ciertos comportamientos tipo como la desobediencia, que en Quico coincide además con la desobediencia típica de los niños a la edad de nuestro protagonista. El regreso a una etapa de desarrollo anterior patente y reiterativa en la vuelta a la falta de control de esfínteres de nuestro protagonista por la noche (hacerse pis en la cama) e incluso durante el día ("repasarse", haciéndose pis sin darse cuenta) y que a la edad que tiene, tres años llegando a cuatro, ya debería estar controlado. Cambios en el sueño, que se traducen en la última y magnífica escena final,  y en la alimentación, ese "hacerse bola" de la comida en la boca de Quico y el tener que darle de comer por su desgana. Sus continuas llamadas de atención, caracterizadas por esa necesidad de hacer a todos los mayores con los que se relaciona partícipes de todo lo que le ocurre y de implicar a sus hermanos en su vida para sentirse, de nuevo,  el centro de atención. Y, por último,  la tristeza, esa tristeza que el autor coloca siempre en su mirada.


Quico asentía maquinalmente y le miraba sin pestañear con sus ojos azules, infinitamente tristes.


Y si la personalidad de nuestro pequeño protagonista queda descrita de forma precisa, no queda menos patente la personalidad del resto de los personajes a los que conocemos más por sus acciones que por la descripción que el autor hace de los mismos:

Papa: un hombre ausente de la vida diaria, pero autoritario, intransigente y machista como el común de los hombres de la época.

 

-              El día que te cases, Quico, lo único que has de mirar es que tu mujer no tenga la pretensión de que piensa.

 

Mama: una mujer que mantiene la distancia con sus hijos.

Vito: la mujer servil y la que ejerce, en la práctica,  de madre para este pequeño.

Domi: la niñera desmotivada, más preocupada del cotilleo y de quedar por encima de “su señora” que de ejercer las labores por las que recibe su salario.

Juan: ese hermano que en su momento también fue "destronado" y cuya mayor afición es hacer rabiar al pequeño.

Estos personajes, junto al resto de secundarios, los hermanos, Femio, la Loren... conforman un microcosmos que es el reflejo de una sociedad que el autor refleja en su novela de manera magistral.  Estableciendo en primer lugar una clara frontera entre clases que se da ya, en el mismo domicilio, donde existe una clara distinción entre la zona noble por donde se mueven la familia y la niñera y la zona de servicio, reino indiscutible de Vito,  y a la que la madre se acerca esporádicamente y casi, exclusivamente, para poner orden cuando ve que al servicio se le va de las manos la "educación" de los niños.


Plasma además el autor con verdadera maestría la diferencia de roles de género, el hombre trabaja fuera
para llevar el dinero y la mujer se ocupa de la casa y de los niños. Y en esta separación de géneros el autor plasma implícita y explícitamente la relación de un matrimonio que hace aguas, poniendo ante nuestros ojos el enojo contenido y las discusiones educadas que no suben de tono para no dar “oídos al pregonero”,  pero cuyas palabras envenenadas duelen más que la mayor de las bofetadas.

 

Papá prosiguió-: Bueno, esto es así y no hay quien lo mueva, ¿verdad?. Entonces tu estás en la verdad, pero llega un pazguato o una pazguata, que para el caso es lo mismo, y trata de desmontar tu verdad con cuatro vulgaridades que le han grabado a fuego cuando niño. Y ahí está lo grave; a ese pazguato o a esa pazguata difícilmente podrás convencerles de que no tienen ideas, de que lo único que tienen es aserrín dentro de la cabeza, ¿me has comprendido?.

 

Papá pertenece al bando de los vencedores de una guerra que, a pesar de los años transcurridos sigue muy presente en la vida de esta familia. Esa victoria es, posiblemente el origen, o al menos uno de los factores que le permite llevar una vida desahogada, manteniendo dos casas,  6 hijos, el servicio de la casa y el chofer y las vacaciones anuales en San Sebastián. Y le supone además esgrimir ante sus hijos y su mujer una  "superioridad moral" que le hace creerse poseedor de la verdad ideológica absoluta y garante de transmitir esa verdad a sus hijos, de imponerles esa idea de que ellos, su bando, son los buenos y los vencidos, los que tienen enfrente son los malos.  Y de esa forma el padre sigue confirmando  una historia que ganaron ellos, los vencedores de "la guerra de Papa".

 

-              El domingo te imponen las insignias- dijo-. A las once en el estadio, no lo olvides. Va a ser un acto magnífico.

Pablo se sofocó todo y se encogió de hombros. Añadió papa:

-              ¿Parece como que te contrariara?

Pablo tornó a levantar los hombros, resignado. Intervino Mamá:

-              ¿No se te ha ocurrido preguntarle si quiere hacerlo? ¿Si sus ideas coinciden con las tuyas? Pablo ha cumplido ya 16 años.

Pablo tenía el rostro arrebatado. Los ojos de Papá revelaban un creciente desconcierto.

-              ¿Ideas?- dijo-: sus ideas serán las mías, creo yo, además, esto no es tanto cuestión de ideas como de intereses.

No quitaba la mirada de su primogénito, pero Pablo no despegaba los labios. Encareció Marcos extemporáneamente:

-              Cuéntanos cosas de la guerra, papá.

-              ¿Ves?- dijo papá-, estos son otra cosa. ¿Y que quieres que te diga de la guerra? Fue una causa santa. – Miró profunda, inquisitivamente a Mamá y agregó-: ¿O no?.

-              Tú sabrás- respondió mamá-. Esas cosas suelen ser lo que nosotros queramos que sean.

[…]

-              ¿Tu ibas con los buenos? – apuntó

-              Naturalmente. ¿Es que yo soy malo acaso?

Juan sonrió, como relamiéndose. Dijo:

Yo quiero ir a la guerra.

 

La novela está escrita de forma aparentemente simple, y sin embargo tremendamente compleja. Una novela en cuyo lenguaje el autor desliza, en su justa medida, expresiones propias del lenguaje infantil y del lenguaje “vulgar” propio de las “clases bajas”. El paisaje se reduce a las estancias de la casa y las páginas están repletas de diálogos que dotan de verdadera agilidad a la historia, predominando en esta novela más el arte de mostrar que el de contar.

Una lectura deliciosa  que apenas dura una tarde, pero a la que no le falta nada para ser una novela redonda.  Una lectura que nos muestra una época que quizá nos resulte ajena, con sus casas señoriales, con sus telenovelas en la radio, con sus coplas, con el servicio militar que a muchos les llevaba a tierras africanas, con los niños entretenidos con TBOS y con chapas de refresco, con la presencia continua del cielo y el infierno en la educación de los pequeños… una época que pasó, pero que fue así, al menos para algunos. Una novela en la que la inocencia de un niño y la literalidad de las palabras que escucha y que interpreta sin sarcasmos e ironías, pondrán, en más de una ocasión la sonrisa en nuestros labios. Una novela que, estoy segura que disfrutareis si la leéis sin más pretensiones que disfrutar de una gran historia y una magnífica novela.

 

-              ¿Qué quería el niño, señora?

-              Mi mano- dijo Mamá

-              ¿Su mano?

-              Tenía miedo

-              ¡Ah!

La Domi relajó su expresión y en sus ojos brillo una chispa de ternura:

-              A saber que tendrá la mano de una madre- dijo.

Mamá adoptó un gesto duro para replicar:

-              Lo malo es luego- dijo-, el día que falta mama o se dan cuenta de que Mamá siente los mismos temores que sienten ellos. Y lo peor es que eso ya no tiene remedio. 

6 comentarios:

  1. Absolutamente de acuerdo. NO le falta nada para convertirse en una novela totalmente redonda.
    Besotes!!!

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    1. Me gusta todo de Delibes, pero esta novela es una delicia. Besotes

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  2. Hola!
    hay que ver lo que da de sí un solo día, quizás si no hubiera leído tu reseña es un libro que no hubiera tenido en cuenta. Además, parece que refleja bastante bien todo lo relacionado con los celos de los niños cuando llega a casa un hermanito.
    Besos!

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    1. Es un libro que merece la pena leer. Un beso y gracias.

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  3. He leído buenas reseñas de este libro. Me alegra que te haya gustado.
    Un abrazo.

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    1. Es un libro muy fácil de leer con todo lo que encierra. Gracias por tu comentario. Un beso.

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