El Rincon de Alberto

martes, 21 de mayo de 2019

Todo lo que sucedió con Miranda Huff


Castillo, Javier (2019)
Todo lo que sucedió con Miranda Huff
Suma, Barcelona, 450 pp.
ISBN: 978-84-9129-218-0

Una pareja en crisis decide pasar un fin de semana de retiro en una cabaña en el bosque en Hidden Springs, pero cuando Ryan Huff llega para encontrarse con Miranda la puerta está abierta, hay dos copas de vino sobre la mesa, nadie en el interior y el cuarto de baño se encuentra lleno de sangre.

Todo lo que sucedió con Miranda Huff es un thriller psicológico de ritmo vertiginoso donde parece imposible encontrar a Miranda con vida. Lo que Ryan desconoce es que la desaparición de su mujer conecta su historia con la de su mentor, el gran James Black, y con el descubrimiento del cadáver de una mujer desaparecida treinta años atrás en la misma zona.


Uno nunca se da cuenta de los momentos trascendentales mientras suceden.

Al más puro estilo Dicker, Javier teje una trama donde pasado y presente convergen; donde los personajes que existieron y los que existen se conectan ante nuestros ojos  cerrando círculos que quedaron abiertos.

Encontramos a Miranda y a Ryan en un presente en el que su matrimonio no pasa precisamente por su mejor momento.
De cara a la galería son una pareja de éxito, personal y profesionalmente, pero  a menudo las apariencias engañan.

Viven en una casa que sobrepasa, con mucho, sus posibilidades económicas, Ryan es un guionista de éxito al que le falla la inspiración desde que escribió el único guión con el que tuvo la posibilidad de sentirse “reconocido”, Miranda abandonó su sueño de ser guionista para escribir anuncios con los que mantener un ritmo de vida que están muy lejos de poder  seguir.

El tiempo y el ego, han ido desgastando una relación que se forjó en sus tiempos de estudiantes y que se basó en un sueño común que no han conseguido realizar.
Que se basó en unos objetivos que no han sido capaces de conseguir ni juntos ni por separado y que han hecho de ellos dos personas diametralmente distintos de las que eran a sus 18 años, cuando el futuro era una página en blanco, una página en la que escribir el guión de lo que esperaban sería su exitosa vida.

Las cicatrices nunca se fueron. Esas nunca se van. Las cicatrices siempre se quedan para recordarte como saliste adelante

Conocemos el ahora de los Huff, pero también vamos conociendo su pasado, sus inicios y los indicios de lo va acaba siendo este presente.

Hizo lo peor que se puede hacer con los asuntos dolorosos: hacer como si nunca hubiesen ocurrido. Aplastó aquel tema como si fuese un mosquito  que le estorbara en su vida, pero lo que él no sabía era que aquel mosquito volvía a mi por las noches y me despertaba con un zumbido en el oído que parecía el llanto de un bebe

Y en ese pasado conocemos a James Black, un famoso director de cine cuyo éxito se basa en una única película rodeada por un halo de misterio.
James, esconde, como todos los personajes un oscuro secreto, un secreto que se nos irá haciendo más y más profundo a cada página leída.

Lo maravilloso del cine no eran los efectos especiales, los coches caros o los vestidos con brillos, sino algo mucho más simple y puro: la realidad. Cuando quiso darse cuenta, aquel pensamiento lo llevó de un  lado a otro, y cuando visualizó de nuevo el rostro de Paula en su mente, James escribió sin pensar: “Lo único real es el amor”.

La desaparición de Miranda lo pone todo patas arriba. La investigación comienza a desvelar secretos y actitudes que a Ryan le hubiera encantado mantener en la sombra.
Que la policía no de crédito a sus coartadas y el miedo a que la prensa perjudique a la investigación hacen que se vaya convirtiendo en un personaje cada vez más alejado de la realidad, un personaje que no hace más que buscar explicaciones que solo son creíbles para él.

Nos encontramos ante un thriller psicológico cuyo centro es la desaparición de Miranda, pero también encontramos una crítica feroz al éxito mal entendido, a esa forma de vida en la que solo importa lo que mostramos, lo que los demás creen que somos, una crítica a la vida fastuosa de Hollywood y a los medios de comunicación, sobre todo a aquellos que viven de la vida ajena y sobretodo de sus  miserias.

Lo sacarían todo a la luz y todo se centraría en desenmascararme como marido en lugar de encontrar a Miranda. La prensa funciona así: busca indicios en tu basura, escarba en tu jardín, graba a través del cristal del salón para verte en calzoncillos mientras el cadáver de la víctima se pudre en el lecho de algún río. Cuando lo encuentran ya eres tan culpable que el gran jurado, por el mero hecho de comportarte como una persona normal en vez de ir llorando por todas partes, que el juicio suele ser un trámite burocrático más que un proceso justo.

Pero esta historia es también un homenaje, un canto al amor y al sacrificio que somos capaces de
hacer por él, aunque nos lleve a veces a traspasar la frontera que separa el bien del mal.
El amor por la familia de sangre y por la familia que elegimos, el amor que surge de la amistad abonada por años de vivencias compartidas, el amor carnal, simple y llanamente, ese que, a veces, hace posible que reviva un cuerpo que ha pasado años “dormido” y también el espejismo del amor, ese que lleva a la traición más dolorosa.

Claro que soy feliz. Solo que a veces la vida te sobrepasa. Te golpea como un huracán y hace que todo salte por los aires.
[…]
Cuando un hombre tiene una aventura, es para esconder su propia impotencia con alguien de usar y tirar, Saben que cuanto más tiempo pasen con una persona, más posibilidades hay de que descubra lo miserables que son. Por eso reniegan de sus esposas, No porque sus mujeres ya no les atraigan, sino porque no son capaces de soportar una simple verdad: que la vergüenza de no estar a la altura es lo que hace que no se les levante.

Una novela de personajes, en la que los paisajes solo sirven como excusa para poder desarrollar una trama ágil y compleja que solo conoceremos completa al finalizar la lectura.
Una novela escrita con un lenguaje sencillo y directo, sin barroquismos ni necesidad de florituras, la única forma en la que esta historia podría ser contada.

Si aun no conocéis todo lo que sucedió con Miranda Huff os aconsejo que os acerquéis a esta lectura y me contéis si la habéis disfrutado tanto como lo he hecho yo.

Con Ryan había aprendido a actuar para que se me notase feliz.
[…]
Los cambios importantes suelen ser parches temporales por los que se sale el agua si ya hay fugas.

miércoles, 8 de mayo de 2019

El eco de la piel


BARCELÓ, Elia (2019)
El eco de la piel
Roca Editorial, Barcelona,  542 pp
Edición no venal

Cuando a Sandra Valdés, joven historiadora en paro, le encargan que escriba la biografía de Ofelia Arráez —la gran empresaria y constructora, referente obligado en el mundo de la moda del calzado femenino—, ella acepta el reto sin imaginar los secretos que se ocultan en los noventa años de esa mujer contradictoria y poderosa, sin saber que lo que va a descubrir cambiará también su vida.

Como es habitual en las novelas realistas de Elia Barceló, la historia se articula en dos tiempos:

En el presente, Sandra, atraída por una oferta que le dará suficiente dinero como para replantearse su futuro y abandonar la precariedad de su trabajo en una cadena de ropa en Madrid, decide volver durante un tiempo al pueblo de su infancia a redactar la biografía que le ha encargado don Luis, hijo de la famosa Ofelia, para lo cual tendrá que investigar y entrevistar a personas que la conocieron.

Cada una de ellas muestra una verdad parcial sobre Ofelia; cada documento encontrado -fotos, cartas, cintas, noticias- va descubriendo a una mujer distinta, va creando un personaje contradictorio, a veces incomprensible, otras veces convencional, otras potencialmente oscuro y peligroso. El pasado está lleno de secretos, de malentendidos, de versiones que no casan entre sí.

Pero también sucede con el presente, porque los seres humanos somos fuente de misterio, ocultamos cosas, callamos, tergiversamos. En su propio pueblo, Sandra irá descubriendo que nada es lo que parece, que la vida está llena de sorpresas y no todas son agradables. Uno es tanto lo que es como lo que parece, lo que elige mostrar al exterior, y cada uno de nosotros va descartando pieles a lo largo de su vida, como las serpientes, y va dejando ecos de sí mismo en todos los que alguna vez lo conocieron.

Cuando una vida se acaba, lo que queda es el recuerdo en la mente de los que sobreviven al difunto, un recuerdo hecho de palabras; palabras ajenas, impuestas sobre la vida de quien se ha ido. No permanece lo que a uno le habría gustado que quedara de su paso  por la tierra, sino lo que los demás dicen de él o de ella, lo que han seleccionado de ochenta o noventa o cien años de vida. Y ni siquiera ha sido una selección pensada y ponderada, sino la inercia de las frases repetidas, de las anécdotas más intrascendentes, de lo banal.

Elia maneja los secretos como nadie, dosifica los datos de forma magistral a lo largo de las más de quinientas páginas que conforman “El eco de la piel”, para que podamos, junto a la protagonista, elucubrar, imaginar, hilvanar la historia que se esconde detrás de Ofelia, esa mujer de éxito, esa mujer que no encaja en los cánones de su tiempo, la empresaria de éxito, la mujer generosa y solidaria, la especuladora… cada una de las Ofelias que es en la memoria de cada uno de quienes la conocieron.

Y si en esta historia se controlan los secretos, la autora no controla menos los tiempos, una novela en la que conviven presente y pasado, una novela que se extiende desde principios del siglo veinte hasta el año 2030, una historia que conocemos desde distintas posiciones, como espectadores, con esa narración en tercera persona que nos da una visión objetiva de la historia, o como casi protagonistas, con esa parte que Sandra nos cuenta en primera persona y que nos permite meternos en su piel, pensar lo que piensa, sentir sus dudas, pensar sus pensamientos….

La autora nos presenta una novela llena de historias que se superponen, una historia en la que como en las cebollas, hemos de ir descubriendo capa a capa para llegar al centro, al lugar donde se esconde la esencia.

Pero si yo me quedo con alguna de esas Ofelias es con la que se siente responsable, con la que necesita expiar la culpa, la que necesita purgar un pecado que para mí no es tal, sino que representa el mayor sacrificio que se puede hacer por amor.

El eco de la piel es un libro de personajes, fuertes y débiles, conocidos y desconocidos, valientes y cobardes…. Seres humanos al fin y al cabo.

Como bien sabes, la historia es lo que uno cuenta, lo que uno quiere que sea.

Elia nos presenta a dos mujeres y a varios hombres en dos épocas distintas, en dos viajes vitales en tiempos y circunstancias diferentes.

Dos mujeres, acompañadas por otras mujeres y por varios hombres, que, como es propio de Elia se alejan de los clichés, de los arquetipos y nos muestran lo mejor y lo peor del ser humano, la propia realidad, eso sí, concentrada en grandes dosis que a veces cuesta digerir. Porque son personajes duros y maltratados, personajes que llevan a sus espaldas pesos infinitos con los que no tienen más remedio que cargar y seguir adelante, personajes a los que a veces me ha costado entender desde mi espacio y mi tiempo, una vida alejada de la guerra y la posguerra, alejada de la perdida de la madre y del pavoroso terror frente a un padre extremista crecido por sentirse vencedor de la contienda.

Una vida alejada de la de Ofelia, esa joven viuda, obligada a sacar adelante sola y por sus propios medios un hijo y una empresa en un mundo plagado de machos alfa.

Si hubiera vivido todo eso, tal vez habría podido sentir el eco de la piel de Ofelia, porque todo, absolutamente todo en esta vida, lo que somos, e incluso, lo que dejamos de ser, es consecuencia de nuestra experiencia vital, de las circunstancias que se nos imponen y de las personas que encontramos o desaparecen de nuestro camino.

Pero mi vida y mi tiempo, están más acordes con los de Sandra y esos convencionalismos en los que se siente como pez en el agua aunque le guste disfrazarse de “moderna” y engañarse a sí misma pensando que es más abierta de mente, más feminista, mas independiente no solo económicamente, sino y sobretodo, emocionalmente.

Sandra que salió hace años de la adolescencia, pero a la que vuelve una y mil veces en la difícil y obligada convivencia, aunque sea temporal con sus padres, unos padres que la apoyan aunque no se deje, que la acogen, que intentan entenderla y que son dos personajes redondos que forman una pareja sólida, un matrimonio “como los de antes” o no.

-No hace falta guardar secretos horribles. Mírame a mí-empezó a explicar Ana-, tú me conoces desde el punto de vista de hija. Sabes que, por lógica, yo también he sido una chica joven, pero no te lo puedes creer realmente. Para ti siempre he sido mayor, alguien que tiene o ha tenido autoridad sobre ti, alguien contra quien hay que rebelarse para poder se tú misma. Estoy segura de que tu padre no me ve así. Y tu abuela, mi madre, tampoco me vio así nunca. Sin embrago yo soy eso y más cosas. También soy lo que mis compañeros de trabajo contarían sobre mí, y los vecinos, y los que venden en el mercado, a los que llevo toda la vida comprándoles las patatas y las fiambres. Hay cosas que ellos creen saber sobre mí, porque se las he contado, pero solo cuento lo que quiero que sepan claro. No voy a ir por ahí enseñando lo más íntimo de mis sentimientos y pensamientos. Es lo que hacemos todos en general. Los hay más y menos abiertos, pero hay cosas que no enseñas hacia fuera, y cosas que nadie sabe de ti.

Junto a estas mujeres Gloria, otra víctima colateral de la guerra, o del final de la misma, una mujer que cayó, sin comerlo ni beberlo, en el bando de los vencidos y a la que esta situación le fue cerrando todas las puertas con un pequeño al que alimentar. La amiga, la hermana, el pilar que sostiene y en el que se sostiene Ofelia, su primer acto de generosidad, de solidaridad… Su contrapunto, la madre abnegada, el ama de casa concienzuda, la cocinera… esta sí, una mujer de su tiempo, a la que, tampoco me ha sido fácil comprender.

Diego, éste sí, un joven de su tiempo,  independiente, despreocupado, un fisioterapeuta al que su profesión y su forma de ejercerla le da la oportunidad de disfrutar de algo más de su trabajo, de las prerrogativas que su labor concreta con Don Luis le confiere  para ir más allá de su trabajo y al que su ambición y su don de gentes convierten en una compañía poco recomendable.

El siempre había tenido una facilidad inaudita para descubrir informaciones de los demás

Don Luis, el único hijo de Ofelia, único heredero del consorcio de empresas, solterón impenitente, empeñado en homenajear a su madre, en agrandar el mito, para lo que necesita la ayuda de Sandra, sus manos, porque las ideas las tiene muy claras, sabe lo que quiere que se sepa, porque la imagen que tiene de su madre es la máxima de la idealización y no consiente que le roce, ni por “despiste”, ni por el afán investigador de Sandra, ni siquiera una sombra de duda.

Alberto es ese sobrino que lo es más familia elegida que a menudo une mucho más  que la familia sanguínea, el hombre de confianza que no ha conocido otra vida mas allá de la de los Arraez y lo cierto es que no le ha ido nada mal y se niega a que eso cambie.

Alberto era una de esas personas que dejan una ausencia perceptible, como si las luces hubiesen bajado de intensidad.

Carmela es la fiel ama de llaves, la guardiana de los secretos, de los que conoce y de los que intuye, la sombra a la que nadie presta atención, pero que siempre está cerca.

Y Doña muerte, un personaje que me ha cautivado, una mujer cuyo mayor poder es el de observar, el de empatizar, el de saber escuchar y dar, en cada momento y a cada uno el consejo adecuado, amén de echar las cartas aprovechando ese don de la clarividencia.

Parece que los seres humanos no conseguimos limitarnos a vivir el presente; siempre queremos echar una miradita al futuro, y es más que difícil explicarle a la gente que lo que dicen las cartas puede ayudar, pero no es definitivo porque el futuro depende del pasado y de nuestras decisiones. Además de que lo que las cartas aconsejan… a veces es raro porque ellas no tienen los mismos baremos que nosotros.

El “tío Félix”, el amigo de los padres de Sandra y la razón por la que esta vuelve a Monastil a escribir una “novelita” que ella ve como un mero trámite para conseguir un buen dinero que le permita dejar de doblar camisetas y poder rozar, aunque sea de soslayo, la ilusión de vivir de sus estudios de historiadora y de los sueños de ser escritora que de momento se reducen a cuentos que no deja leer a nadie.

Yo no sabía aún si la amaba, pero la admiraba, y la admiración suele llevar al amor.
[…]
A mis ojos, todo aquello quedaba demasiado plano. Deslumbrante, por supuesto, justo lo que quería su hijo, pero cuando no hay sombras la luz no se permite apreciar los volúmenes y todo queda plano, como pintado, como un escenario de teatro, falso, bidimensional.

Y por último Anselmo, ese personaje que desaparece demasiado pronto en la novela, pero cuyo recuerdo sobrevuela y determina, en muchos de los casos el devenir de los acontecimientos.

La autora nos presenta una novela compleja, en la que todos estos personajes y algunos más, están llenos de aristas, de secretos inconfesables, de luces y sombras… este elenco tan dispar que va encajando y desencajando hasta acomodarse, hasta conformar un paisaje que nos desvela lo que hay más allá de lo que resulta evidente.

Es esta una historia de personajes, pero es también una crítica a la intransigencia, a las guerras, a nuestra guerra, a los que sufrieron  nuestros mayores, los que la vivieron y los que sufrieron sus consecuencias por hallarse en el bando equivocado.

Seguía habiendo miedo. Monastil, como todos los demás pueblos, estaba lleno de falangistas de última hora, de los que habían salido huyendo al principio de la guerra hacia la zona de los sublevados y habían regresado ensoberbecidos y feroces a cumplir sus mezquinas venganzas, a gozar de su fuerza actual, de estar en el lado ganador y poder golpear,  humillar e incluso hacer desaparecer a los que durante la guerra habían sido sus enemigos.

Y con el misterio de lo que fue Ofelia como telón de fondo, Elia reflexiona sobre la vida y la muerte, sobre lo que dejamos detrás de nosotros o no, cuando abandonamos este mundo. Y reflexiona sobre el poder de las palabras y sobre el amor, sobre los sentimientos, sobre los convencionalismos…  y lo hace a través de los escritos de Selma Plath, un personaje del que no voy a hablar aquí, porque os encantará descubrirlo cuando os acerquéis a esta novela.

Habla de secretos y pecados y, sobretodo del peso de la culpa y de cómo cada uno se enfrenta a ella y consigue, o no, seguir viviendo.

Los secretos y los pecados, sobretodo los pecados, cuando se guardan durante tanto tiempo van pudriendo el alma y necesitan salir a la luz

Es una novela que no os podéis perder, una novela con tantos recovecos que seguiréis descubriendo aspectos vitales mucho tiempo después de haber volteado la última página.

Estamos hechos de palabras, propias y ajenas. De amor y tiempo y palabras. El amor nos da vida, el tiempo nos mata, las palabras nos hacen ser lo que somos y permanecer en el recuerdo de los demás. O morir para siempre.




martes, 7 de mayo de 2019

423 colores


GALLLARDO, Juan y AVENDAÑO, Rafael (2018)
423 COLORES
Ediciones Versátil, Barcelona, 336 pp
ISBN: 978-84-17451-24-0

En la Siria de 2011 la vida se desarrolla con toda la intensidad, la pujanza y el colorido de unos ciudadanos esperanzados en su futuro. Ghada, la protagonista de esta historia, tiene apenas ocho años y es ciega de nacimiento. Una noche, su padre la despierta con urgencia; tienen que ponerse a salvo porque un feroz dragón sobrevuela los tejados de la ciudad.

Narrada desde el rebosante universo sensorial de Ghada, que intenta comprender el mundo sin entender lo que es la luz ni el color ni los peligros que la rodean, 423 Colores es la conmovedora historia de un padre para proteger a su hija de una de las guerras más cruentas y tenebrosas de la era moderna, un tour de force de la imaginación para transformar una huida del horror en una emocionante aventura.



El perfume me la devolvía, resplandeciente, rodeada de aquel sinfín de fragancias, como si todos los aromas que habitaban aquella perfumería la rodearan y la admiraran. Mamá como una aparición y los demás perfumes bailando gozosos en círculos a su alrededor

El universo de Ghada no es usual, no se rige por el sentido que, queramos o no predomina en los que los tenemos todos intactos.

Ghada no puede describirnos lo que ve, pero describe a través del resto de los sentidos lo que piensa, lo que siente y eso llena la historia de maravillosas metáforas que nos hacen vislumbrar, lo que, a menudo,  nos perdemos por sobrevalorar lo que no va mas allá de nuestra mirada.

Yo no puedo verlas, porque no puedo ver nada. Me dicen que soy ciega. Yo pienso
 que no ver no determina lo que soy, no ver significa que no veo,
no que sea algo diferente

Estamos ante una novela que cuenta mucho más que una historia.

Una novela que pone ante nuestros ojos una realidad que sólo nos roza tangencialmente, en el mejor de los casos, unos míseros segundos de algún telediario. Una terrible realidad que, de tan cotidiana, pasa casi desapercibida.

En esas noticias se nos muestra un drama humano, una verdad incomoda que nos pilla muy lejos, una realidad a la que nos es fácil dar la espalda desde la comodidad de nuestros sillones y nuestros países en paz.

Y eso que para nosotros no son más que imágenes, esconden las historias, los dramas  de miles de familias, de hombres, mujeres y niños que se encuentran atrapados en una situación en que la única salida es la huida. Y si no es fácil abandonarlo todo buscando una vida mejor, es infinitamente peor tener que abandonarlo para buscar seguir viviendo, aunque en ese viaje puedas encontrar la muerte de la que huyes desesperadamente.

No estamos ante una novela bonita, porque no nos enfrentamos a una ficción, no es una historia fácil de leer, porque te atenaza la angustia de las bombas, de los heridos, ,os muertos y los desaparecidos, de la  guerra y de la huida, porque te puede la impotencia y la indignación porque siga existiendo esa necesidad de escapar de los conflictos que generan los de arriba desde la seguridad de sus despachos y sus altas esferas y sufren los de siempre, los de abajo, los que ya nada tienen que perder más allá de su propia vida.

Es una novela dura, difícil de leer. Es una realidad que genera tristeza, indignación, rabia…
Pero es también una historia que narra la lucha, el instinto de supervivencia y, sobre todo, el instinto de protección de un padre, el amor infinito…

Una novela que nos narra cómo vive Ghada esa vida con sus limitaciones, esa vida que se ve obligada a abandonar en un bote en el que le acompañará el recuerdo de su madre, la férrea protección de su padre y el calor de Dobie, su perro.

Pero también nos cuenta la visión de Khaled, ese padre que lleva a cuestas una visión mucho más fiel
de la realidad, una vivencia de la misma que su pequeña no es ni siquiera capaz de imaginar, un hombre que se ha enfrentado a la muerte de su mujer, a las consecuencias que tiene el no comulgar con las ideas de los que mandan, sean quienes sean, un hombre comprometido, un hombre que tiene la responsabilidad de criar solo a una niña, un hombre que tiene la obligación de velar por ella, de proteger su vida y salvaguardar la suya para poder darle a ella una oportunidad de futuro. Un hombre que se obliga, no solo a proteger a su hija frente a viento y marea, sino a conseguir que sea feliz, que tenga una visión de la vida lo más alejada posible de la cruel realidad que les toca vivir.

-¿Cómo es un arcoíris, papá? Papá tardó un poco en responder. —Imagina un helado de fresa, de melocotón, de pistacho, de albaricoque, de mango y de sandía, todos esos sabores a la vez, juntos en tu lengua. Pues así es un arcoíris, princesa, todos los colores se despliegan como las hebras de tu pelo al cepillarlo, y puedes ver cada uno de ellos como puedes acariciar con tus dedos cada uno de los hilos de agua que caen de la ducha. Los colores como sabores

Y eso que estamos ante un grupo de privilegiados, de esos pocos que tienen el dinero necesario, que no es poco, para pagar un “pasaje” aunque este obviamente no sea un crucero de lujo, aunque sus dólares alimenten a las mafias que se aprovechan de los “pudientes”, de los que tienen al menos la suerte de contar con una oportunidad.

Conocemos a los personajes en su huída, pero también antes de ella, en lo que fueron antes del peligro de morir por fuego cruzado, por armas químicas, por torturas, o simplemente por el hambre y el frio, los conocemos en sus pérdidas y en sus huidas anteriores, conocemos sus dramas y sus pequeños logros. Y a veces los conocemos apenas de soslayo, porque hay personajes que aparecen, tienen su pequeño papel y no se vuelve a saber de ellos.

Ghada, Ahmed, Khaled, Esmail, Adnan…

No esperéis una novela de lectura ágil, esperad más bien una lectura que os obligue a reflexionar, que os encoja el corazón y que os haga derramar 423 lágrimas en una explicación inesperada de ese título lleno de colores.

No esperéis una historia bonita, esperad una historia necesaria, pero sobretodo, no dejéis de leerla porque esta historia se repite todos los días aunque los protagonistas tengan otros nombres.

Sufro por lo ocurrido y también por lo que no ocurrió