El Rincon de Alberto

miércoles, 8 de mayo de 2019

El eco de la piel


BARCELÓ, Elia (2019)
El eco de la piel
Roca Editorial, Barcelona,  542 pp
Edición no venal

Cuando a Sandra Valdés, joven historiadora en paro, le encargan que escriba la biografía de Ofelia Arráez —la gran empresaria y constructora, referente obligado en el mundo de la moda del calzado femenino—, ella acepta el reto sin imaginar los secretos que se ocultan en los noventa años de esa mujer contradictoria y poderosa, sin saber que lo que va a descubrir cambiará también su vida.

Como es habitual en las novelas realistas de Elia Barceló, la historia se articula en dos tiempos:

En el presente, Sandra, atraída por una oferta que le dará suficiente dinero como para replantearse su futuro y abandonar la precariedad de su trabajo en una cadena de ropa en Madrid, decide volver durante un tiempo al pueblo de su infancia a redactar la biografía que le ha encargado don Luis, hijo de la famosa Ofelia, para lo cual tendrá que investigar y entrevistar a personas que la conocieron.

Cada una de ellas muestra una verdad parcial sobre Ofelia; cada documento encontrado -fotos, cartas, cintas, noticias- va descubriendo a una mujer distinta, va creando un personaje contradictorio, a veces incomprensible, otras veces convencional, otras potencialmente oscuro y peligroso. El pasado está lleno de secretos, de malentendidos, de versiones que no casan entre sí.

Pero también sucede con el presente, porque los seres humanos somos fuente de misterio, ocultamos cosas, callamos, tergiversamos. En su propio pueblo, Sandra irá descubriendo que nada es lo que parece, que la vida está llena de sorpresas y no todas son agradables. Uno es tanto lo que es como lo que parece, lo que elige mostrar al exterior, y cada uno de nosotros va descartando pieles a lo largo de su vida, como las serpientes, y va dejando ecos de sí mismo en todos los que alguna vez lo conocieron.

Cuando una vida se acaba, lo que queda es el recuerdo en la mente de los que sobreviven al difunto, un recuerdo hecho de palabras; palabras ajenas, impuestas sobre la vida de quien se ha ido. No permanece lo que a uno le habría gustado que quedara de su paso  por la tierra, sino lo que los demás dicen de él o de ella, lo que han seleccionado de ochenta o noventa o cien años de vida. Y ni siquiera ha sido una selección pensada y ponderada, sino la inercia de las frases repetidas, de las anécdotas más intrascendentes, de lo banal.

Elia maneja los secretos como nadie, dosifica los datos de forma magistral a lo largo de las más de quinientas páginas que conforman “El eco de la piel”, para que podamos, junto a la protagonista, elucubrar, imaginar, hilvanar la historia que se esconde detrás de Ofelia, esa mujer de éxito, esa mujer que no encaja en los cánones de su tiempo, la empresaria de éxito, la mujer generosa y solidaria, la especuladora… cada una de las Ofelias que es en la memoria de cada uno de quienes la conocieron.

Y si en esta historia se controlan los secretos, la autora no controla menos los tiempos, una novela en la que conviven presente y pasado, una novela que se extiende desde principios del siglo veinte hasta el año 2030, una historia que conocemos desde distintas posiciones, como espectadores, con esa narración en tercera persona que nos da una visión objetiva de la historia, o como casi protagonistas, con esa parte que Sandra nos cuenta en primera persona y que nos permite meternos en su piel, pensar lo que piensa, sentir sus dudas, pensar sus pensamientos….

La autora nos presenta una novela llena de historias que se superponen, una historia en la que como en las cebollas, hemos de ir descubriendo capa a capa para llegar al centro, al lugar donde se esconde la esencia.

Pero si yo me quedo con alguna de esas Ofelias es con la que se siente responsable, con la que necesita expiar la culpa, la que necesita purgar un pecado que para mí no es tal, sino que representa el mayor sacrificio que se puede hacer por amor.

El eco de la piel es un libro de personajes, fuertes y débiles, conocidos y desconocidos, valientes y cobardes…. Seres humanos al fin y al cabo.

Como bien sabes, la historia es lo que uno cuenta, lo que uno quiere que sea.

Elia nos presenta a dos mujeres y a varios hombres en dos épocas distintas, en dos viajes vitales en tiempos y circunstancias diferentes.

Dos mujeres, acompañadas por otras mujeres y por varios hombres, que, como es propio de Elia se alejan de los clichés, de los arquetipos y nos muestran lo mejor y lo peor del ser humano, la propia realidad, eso sí, concentrada en grandes dosis que a veces cuesta digerir. Porque son personajes duros y maltratados, personajes que llevan a sus espaldas pesos infinitos con los que no tienen más remedio que cargar y seguir adelante, personajes a los que a veces me ha costado entender desde mi espacio y mi tiempo, una vida alejada de la guerra y la posguerra, alejada de la perdida de la madre y del pavoroso terror frente a un padre extremista crecido por sentirse vencedor de la contienda.

Una vida alejada de la de Ofelia, esa joven viuda, obligada a sacar adelante sola y por sus propios medios un hijo y una empresa en un mundo plagado de machos alfa.

Si hubiera vivido todo eso, tal vez habría podido sentir el eco de la piel de Ofelia, porque todo, absolutamente todo en esta vida, lo que somos, e incluso, lo que dejamos de ser, es consecuencia de nuestra experiencia vital, de las circunstancias que se nos imponen y de las personas que encontramos o desaparecen de nuestro camino.

Pero mi vida y mi tiempo, están más acordes con los de Sandra y esos convencionalismos en los que se siente como pez en el agua aunque le guste disfrazarse de “moderna” y engañarse a sí misma pensando que es más abierta de mente, más feminista, mas independiente no solo económicamente, sino y sobretodo, emocionalmente.

Sandra que salió hace años de la adolescencia, pero a la que vuelve una y mil veces en la difícil y obligada convivencia, aunque sea temporal con sus padres, unos padres que la apoyan aunque no se deje, que la acogen, que intentan entenderla y que son dos personajes redondos que forman una pareja sólida, un matrimonio “como los de antes” o no.

-No hace falta guardar secretos horribles. Mírame a mí-empezó a explicar Ana-, tú me conoces desde el punto de vista de hija. Sabes que, por lógica, yo también he sido una chica joven, pero no te lo puedes creer realmente. Para ti siempre he sido mayor, alguien que tiene o ha tenido autoridad sobre ti, alguien contra quien hay que rebelarse para poder se tú misma. Estoy segura de que tu padre no me ve así. Y tu abuela, mi madre, tampoco me vio así nunca. Sin embrago yo soy eso y más cosas. También soy lo que mis compañeros de trabajo contarían sobre mí, y los vecinos, y los que venden en el mercado, a los que llevo toda la vida comprándoles las patatas y las fiambres. Hay cosas que ellos creen saber sobre mí, porque se las he contado, pero solo cuento lo que quiero que sepan claro. No voy a ir por ahí enseñando lo más íntimo de mis sentimientos y pensamientos. Es lo que hacemos todos en general. Los hay más y menos abiertos, pero hay cosas que no enseñas hacia fuera, y cosas que nadie sabe de ti.

Junto a estas mujeres Gloria, otra víctima colateral de la guerra, o del final de la misma, una mujer que cayó, sin comerlo ni beberlo, en el bando de los vencidos y a la que esta situación le fue cerrando todas las puertas con un pequeño al que alimentar. La amiga, la hermana, el pilar que sostiene y en el que se sostiene Ofelia, su primer acto de generosidad, de solidaridad… Su contrapunto, la madre abnegada, el ama de casa concienzuda, la cocinera… esta sí, una mujer de su tiempo, a la que, tampoco me ha sido fácil comprender.

Diego, éste sí, un joven de su tiempo,  independiente, despreocupado, un fisioterapeuta al que su profesión y su forma de ejercerla le da la oportunidad de disfrutar de algo más de su trabajo, de las prerrogativas que su labor concreta con Don Luis le confiere  para ir más allá de su trabajo y al que su ambición y su don de gentes convierten en una compañía poco recomendable.

El siempre había tenido una facilidad inaudita para descubrir informaciones de los demás

Don Luis, el único hijo de Ofelia, único heredero del consorcio de empresas, solterón impenitente, empeñado en homenajear a su madre, en agrandar el mito, para lo que necesita la ayuda de Sandra, sus manos, porque las ideas las tiene muy claras, sabe lo que quiere que se sepa, porque la imagen que tiene de su madre es la máxima de la idealización y no consiente que le roce, ni por “despiste”, ni por el afán investigador de Sandra, ni siquiera una sombra de duda.

Alberto es ese sobrino que lo es más familia elegida que a menudo une mucho más  que la familia sanguínea, el hombre de confianza que no ha conocido otra vida mas allá de la de los Arraez y lo cierto es que no le ha ido nada mal y se niega a que eso cambie.

Alberto era una de esas personas que dejan una ausencia perceptible, como si las luces hubiesen bajado de intensidad.

Carmela es la fiel ama de llaves, la guardiana de los secretos, de los que conoce y de los que intuye, la sombra a la que nadie presta atención, pero que siempre está cerca.

Y Doña muerte, un personaje que me ha cautivado, una mujer cuyo mayor poder es el de observar, el de empatizar, el de saber escuchar y dar, en cada momento y a cada uno el consejo adecuado, amén de echar las cartas aprovechando ese don de la clarividencia.

Parece que los seres humanos no conseguimos limitarnos a vivir el presente; siempre queremos echar una miradita al futuro, y es más que difícil explicarle a la gente que lo que dicen las cartas puede ayudar, pero no es definitivo porque el futuro depende del pasado y de nuestras decisiones. Además de que lo que las cartas aconsejan… a veces es raro porque ellas no tienen los mismos baremos que nosotros.

El “tío Félix”, el amigo de los padres de Sandra y la razón por la que esta vuelve a Monastil a escribir una “novelita” que ella ve como un mero trámite para conseguir un buen dinero que le permita dejar de doblar camisetas y poder rozar, aunque sea de soslayo, la ilusión de vivir de sus estudios de historiadora y de los sueños de ser escritora que de momento se reducen a cuentos que no deja leer a nadie.

Yo no sabía aún si la amaba, pero la admiraba, y la admiración suele llevar al amor.
[…]
A mis ojos, todo aquello quedaba demasiado plano. Deslumbrante, por supuesto, justo lo que quería su hijo, pero cuando no hay sombras la luz no se permite apreciar los volúmenes y todo queda plano, como pintado, como un escenario de teatro, falso, bidimensional.

Y por último Anselmo, ese personaje que desaparece demasiado pronto en la novela, pero cuyo recuerdo sobrevuela y determina, en muchos de los casos el devenir de los acontecimientos.

La autora nos presenta una novela compleja, en la que todos estos personajes y algunos más, están llenos de aristas, de secretos inconfesables, de luces y sombras… este elenco tan dispar que va encajando y desencajando hasta acomodarse, hasta conformar un paisaje que nos desvela lo que hay más allá de lo que resulta evidente.

Es esta una historia de personajes, pero es también una crítica a la intransigencia, a las guerras, a nuestra guerra, a los que sufrieron  nuestros mayores, los que la vivieron y los que sufrieron sus consecuencias por hallarse en el bando equivocado.

Seguía habiendo miedo. Monastil, como todos los demás pueblos, estaba lleno de falangistas de última hora, de los que habían salido huyendo al principio de la guerra hacia la zona de los sublevados y habían regresado ensoberbecidos y feroces a cumplir sus mezquinas venganzas, a gozar de su fuerza actual, de estar en el lado ganador y poder golpear,  humillar e incluso hacer desaparecer a los que durante la guerra habían sido sus enemigos.

Y con el misterio de lo que fue Ofelia como telón de fondo, Elia reflexiona sobre la vida y la muerte, sobre lo que dejamos detrás de nosotros o no, cuando abandonamos este mundo. Y reflexiona sobre el poder de las palabras y sobre el amor, sobre los sentimientos, sobre los convencionalismos…  y lo hace a través de los escritos de Selma Plath, un personaje del que no voy a hablar aquí, porque os encantará descubrirlo cuando os acerquéis a esta novela.

Habla de secretos y pecados y, sobretodo del peso de la culpa y de cómo cada uno se enfrenta a ella y consigue, o no, seguir viviendo.

Los secretos y los pecados, sobretodo los pecados, cuando se guardan durante tanto tiempo van pudriendo el alma y necesitan salir a la luz

Es una novela que no os podéis perder, una novela con tantos recovecos que seguiréis descubriendo aspectos vitales mucho tiempo después de haber volteado la última página.

Estamos hechos de palabras, propias y ajenas. De amor y tiempo y palabras. El amor nos da vida, el tiempo nos mata, las palabras nos hacen ser lo que somos y permanecer en el recuerdo de los demás. O morir para siempre.




9 comentarios:

  1. ¡Wow! Qué reseña más atrapante, me encantó y definitivamente voy a leer este libro. Mientras te leí sentí como que esta historia tenía cierto aire a Isabel Allende y estoy segura de que amaré esta historia y de sus personajes. Las frases que pusiste cerraron el trato por completo, nunca leí nada de la autora pero ahora siento que cuando lea este libro no me decepcionará.

    Gracias por esta hermosa reseña, nos leemos!

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  2. Fantástica reseña. Ya la tenía apuntadita pero ahora la subrayo.
    Besotes!!

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  3. Buena reseña, no tengo más que añadir, disfruté mucho con su lectura y es cierto que la forma de escribir de Elia encandila al lector pero, sobre todo, destacaría la magnífica creación de unos personajes que te vas a creer y que te harán reflexionar sobre muchas cosas.

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  4. Hola!
    me ha encantado la forma que tiene la escritora de jugar con los secretos y de retratar las mil y una caras de Ofelia según quien hable de ella y cuente las cosas. Una lectura que merece la pena página a página.
    Besos!

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  5. Una reseña fantástica Gema, la has bordado. Estoy totalmente de acuerdo contigo. Una novela, para mi sorprendente -ademas de por ser la primera que leo de Elia Barceló- por la intensidad de sus personajes, sobre todo los femeninos, con sus luces y sus sombras, por la trama que, a pesar de haber oído toda clase de historias de esa época tan triste de nustra guerra y posguerra, le ha dado un fondo tan real que llega al corazón. En fin una novela magnífica. Besos

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  6. La verdad es que sí, que "El eco de la piel" es de esas novelas que, aunque la cierres porque la has terminado, sigue latiendo en tu cabeza, porque está viva, porque cuanta tantas cosas que a todos nos afectan, que da gusto pensar en que siempre puedes volver a leerla. Y es que Elia no es que haya escrito una novela redonda, sino que ha ido mucho más. Y tu reseña es la constatación de todo lo bueno que tiene el libro, porque lo has dejado más que patente con esa sensibilidad que siempre nos regalas.

    Un beso.

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  7. Una novela de personajes potentes, especialmente los femeninos, y al frente de ellos Ofelia, una gran mujer con sus luces y sombras, que va acercándose al lector con matices, según qué personaje hablé de ella o en qué momento lector nos encontremos. Un viaje entre pasado y presente que sirve a la autora para tratar temas importantes, y que nos acompañará como lectores durante mucho tiempo. Un placer haber participado en esta lectura conjunta y muy completa tu reseña, como siempre. Besos.

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  8. Sin duda una novela que recordaré durante mucho tiempo. Tienes mucha razón cuando dices que esta autora dosifica los secretos, aunque me temo que hubo alguno que lo intuí antes de que lo dejara patente. Con esto no quiero decir, en lo absoluto, que sea una novela en la que se pueda averiguar fácilmente lo que sucederá después, muy por el contrario.
    Una novela de personajes y de historias en diferentes épocas de la vida, ¿qué más se le podría pedir a un libro? Reseñas como la tuya.

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  9. Es una novela que tiene tantas novelas dentro de si misma que no sé con cual quedarme. Alberto da para una novela, ese hombre que desde niño no lo era y que no podía mostrarlo al mundo da para mucho.

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