lunes, 19 de agosto de 2019

La sonrisa de los pájaros


VELEZ, Lea (2019)
La sonrisa de los pájaros
Ediciones Destino, Barcelona, 432 pp
ISBN: 9788423354870

Alma, periodista y escritora de treinta y cuatro años, regresa a Paraíso, la urbanización en pleno campo en la que vivió hasta la adolescencia, veinte años después de que un trágico accidente acabara con su felicidad familiar. Llamada por un impulso inconsciente, alquila la casa en plena naturaleza donde creció para tratar de reencontrarse con los recuerdos, en la esperanza de que sirvan de respuesta a sus preguntas vitales.

El accidente de su familia coincidió en el tiempo con el terrible caso del “milano negro”,  nombre que le dio la prensa al asesinato de una madre y sus dos hijos en los parajes naturales de Paraíso, un crimen del que se habló durante años, conmocionando al país, y por el que un hombre que podría ser inocente lleva veinte años en prisión. Alma decide escribir la historia de lo sucedido, hallando nuevos datos y entrevistándose con los protagonistas del drama. La búsqueda de la verdad la reconectará con Javier, un antiguo profesor del que estuvo enamorada, y que, debido a su afición a la cetrería, fue el primero en encontrar a las víctimas durante una de las salidas campestres con su halcón. Mientras Alma encaja las piezas del libro, reflexiona sobre las diferencias entre la realidad y la ficción, la inocencia y la culpabilidad, la necesidad que tiene el hombre de construir un relato hilado de unos hechos incomprensibles, quizá aleatorios, y se encontrará con su propia historia, descubriendo la naturaleza desbordante que la rodea, la verdad de su pasado y algo que jamás pensó llegar a conocer: el verdadero sentido del amor.

Los libros no pueden ser como la vida. Deben tener estructura, sentido, explicar el mundo. Por eso escribís los escritores, ¿no? Para darle sentido humano a un trozo de vida sin rematar

Conocí a Lea hace casi cinco años, después de leer una de las historias con las que más he disfrutado, en el más amplio sentido de la palabra “La cirujana de Palma”, una novela que no ha tenido la repercusión que sin duda merece, si no la habéis leído os aconsejo encarecidamente que lo hagáis, estoy segura de que me lo agradeceréis.

Después de “La cirujana”,  “El jardín de la memoria”, “Nuestra casa en el árbol”,” La Olivetti, la espía y el loro”, la que nos ocupa hoy,  “La sonrisa de los pájaros”; en todas ellas he tenido la oportunidad de conocer a Lea en registros totalmente distintos, he podido escucharla en las presentaciones de todas sus historias y conocer el proceso de la construcción de las novelas, su génesis, sus motivaciones. Y he podido charlar con ella en las ferias del libro de Madrid. Y en todos los casos he cumplido con una tradición que implantamos allá por el año 2014, todos mis libros tienen dos dedicatorias.

Y a pesar de todo esto que os acabo de contar, a pesar de lo mucho que disfruto leyendo las historias que teje su cerebro esta será la primera vez que comparta mi opinión sobre una novela suya con alguien más que con ella y de verdad, ya era hora, aunque prometo que en algún momento me sacaré la espina con La cirujana de Palma, porque aunque no lo creáis aun pervive la historia después de 5 años.

En esta novela, como en todas las suyas, Lea usa un lenguaje llano y sencillo lo que no significa, en ningún caso,  que su prosa no sea cuidada y elegante.
Lo que quiero decir es que no es de las que usa palabras grandilocuentes porque no le hacen falta ni a su trama, ni a su prosa, porque no le hace falta recurrir a artificios para contar una buena historia.

Lo que demuestra que aquí estamos, con total probabilidad y total improbabilidad.  O tal vez, nada es probable o improbable. La casualidad o el destino son inventos del personaje dentro del cuadro. La narración ordenada de los acontecimientos  es nuestra forma de comprender la realidad y si, tienes razón, es una transformación de la verdad. La verdad del mundo es inalcanzable

Leer a Lea es escucharla, es leer sus post de Facebook mejorados, es disfrutar del don de la palabra que sin duda posee.

¿Que porque os cuento todo esto y sigo sin entrar en materia?  Pues porque aunque al leer cada una de sus composiciones podrías pensar que son distintas personas quienes te las  cuentan, todo lo que sale de su cabeza, de su corazón y de sus manos lleva impreso su sello.

La fina ironía, el humor, a veces muy negro, como a mí me gusta, el sarcasmo, la perspicacia, y sobretodo el sentimiento; ese que para bien o para mal, siempre embarga a sus personajes dotándolos de una realidad tan rotunda como incontestable,  son señas de identidad de la autora y continuas en esta historia.

Ese cetrero que  a través de sus pájaros respira y observa con distancia, desde lo alto, ese pasado al que evita  enfrentarse cada vez que mira a Alma, una mujer que no podría tener nombre más adecuado, porque es todo corazón, un corazón partido, una memoria en pausa que se niega a recuperar porque duele demasiado y de esa negativa a conocer su pasado  nace la necesidad de conocer, de analizar, de diseccionar la realidad de otros.

A través de personajes rotos, marcados por la desgracia, a través de los pedazos de sus vidas que vislumbramos a retazos, a través de las palabras de Alma, pero también a través de los cuadernos de campo de Javier, de las conversaciones con Beakker,  la autora nos da una visión de como la vida sigue y se renueva, de como somos capaces de redimirnos o de dejarnos redimir por otros, por su amistad, por su cariño, por su mera presencia.

Dejé de leer su historia clínica porque se me partía el corazón. No por ser el asesino convicto de hoy, por el niño que fue una vez.

Lea nos enfrenta cara a cara al dolor de la perdida, al dolor de la culpa, al dolor de la soledad, al dolor del silencio con que a menudo cubrimos nuestras peores acciones.

Es una novela para paladear, para leer con calma y  atención, una novela para recrearse en las palabras, en las ideas que, seguro que a todos nos han pasado por la cabeza alguna vez, pero a las que autora dota de las palabras justas que las hacen reales.

Lo que demuestra que aquí estamos, con total probabilidad y total improbabilidad.  O tal vez, nada es probable o improbable. La casualidad o el destino son inventos del personaje dentro del cuadro. La narración ordenada de los acontecimientos  es nuestra forma de comprender la realidad y si, tienes razón, es una transformación de la verdad. La verdad del mundo es inalcanzable

Esta novela, intimista, reflexiva, plena; entrelaza sentimientos y pensamientos con transcripciones de un juicio plagado de irregularidades, un juicio antiguo que mantiene en prisión a un hombre que clama por su inocencia en un crimen abyecto que sucedió 20 años atrás, pero que la protagonista se empeña en volver a hacer presente para poder llegar a una solución que no es la que los demás han aceptado como absoluta.

Conviene ser mediático hasta en la desgracia, para poner presión sobre jueces o policías, aunque la fama que acarrea el suceso te machaque y te asfixie para el resto de tu vida

Es una novela sí, es una historia de ficción, pero en la que, la autora desliza realidades que todos hemos vivido alguna vez, en la que la ficción y la realidad están separadas por una línea fina, finísima a veces.

Todas las mujeres hemos cambiado de acera alguna vez, guiadas por el instinto, ese ángel de la guarda interior que nace de las terribles historias que lanzan los telediarios

Es una novela maravillosa en su desarrollo y en un final sorprendente y generoso, tan generoso como es Lea contándonos las historias que nos cuenta de la forma en que lo hace.

Si no habéis leído ninguna de sus novelas os estáis perdiendo acercaros a una maravillosa autora, si ya la habéis leído encontrareis en “La sonrisa de los pájaros” un motivo más para seguir haciéndolo.

Cuando amas de verdad, cuando te aman de verdad, no hay amanecer. No hay después. Todo es ahora

Porque para el hombre importa más el nombre de las cosas que su esencia y, precisamente, les damos nombre a las cosas para cambiarlas y adaptar cualquier realidad a nuestros deseos.  Por ejemplo, los milanos negros… no son negros, son marrones