Villar, Domingo (2019)
El último barco
Siruela, Colección: Nuevos Tiempos 424, Madrid, 712 pp
ISBN: 978-84-17624-27-9
La hija del doctor Andrade vive en una casa pintada de azul, en un lugar
donde las playas de olas mansas contrastan con el bullicio de la otra orilla.
Allí las mariscadoras rastrillan la arena, los marineros lanzan sus aparejos al
agua y quienes van a trabajar a la ciudad esperan en el muelle la llegada del
barco que cruza cada media hora la ría de Vigo.
Una mañana de otoño, mientras la costa gallega se recupera de los estragos
de un temporal, el inspector Caldas recibe la visita de un hombre alarmado por
la ausencia de su hija, que no se presentó a una comida familiar el fin de
semana ni acudió el lunes a impartir su clase de cerámica en la Escuela de
Artes y Oficios.
Y aunque nada parezca haber alterado la casa ni la vida de Mónica Andrade,
Leo Caldas pronto comprobará que, en la vida como en el mar, la más apacible de
las superficies puede ocultar un fondo oscuro de devastadoras corrientes.
El
inspector habría querido decirle que lo tendría de su lado cuando reclamara
justicia y enfrente si buscaba venganza, pero no contestó
De nuevo gracias a la iniciativa
#SoyYincanera he tenido la oportunidad de acercarme de nuevo a un autor al que
hace demasiado tiempo tenía en la lista de pendientes y ha sido una grandísima experiencia
que no debería haber tardado tanto tiempo en vivir.
El último barco no es una novela trepidante, es una novela pausada, de
cadencia lenta, como la voz de su autor.
Una novela
que, como las olas del mar, vienen y se alejan, sin prisa, pero sin pausa, una
novela que, a pesar de su extensión, se desliza entre las manos sin apenas
darnos cuenta.
Una historia
sin circunloquios, una novela en la que el autor nos acerca a su realidad de
forma concreta y certera.
Una trama en
la que la vida de Caldas, acorde con el paisaje, gris y melancólica, influye y
se ve influida por su labor profesional que le da muchos quebraderos de cabeza
y alguna sorpresa más que agradable.
Junto a
Caldas, ese galllego tan gallego, un maño con problemas caninos, que es un
personaje de los de no olvidar, un hombre que no entiende el carácter, el clima
ni, en muchas ocasiones, el proceder de los gallegos, pero que sería capaz de
cualquier cosa por su jefe, un jefe al que le une una relación que va mas allá
de lo profesional.
¿Usted
no necesita pensar antes de responder?- pregunto, y Caldas noto que Estévez se
ponía colorado por segunda vez aquella mañana
Dudamos con cada pregunta de Caldas y
volvemos a dudar con cada respuesta hallada. Porque este es un puzle en el que
siempre falta una pieza que debe forzarse para encajar, una pieza que es
sustituida por otra de iguales características continuamente, una pieza que no
es la correcta para mostrarnos el paisaje hasta apenas 20 páginas de llegar al
final de la trama.
Una historia repleta de diálogos que
junto a la brevedad de los capítulos hacen muy
ágil la lectura.
Esta agilidad se ve frenada, a menudo, con las maravillosas
descripciones que el autor hace de los paisajes gallegos, de la ría en la que
mariscadoras y pescadores buscan su sustento, de las playas que invitan al
paseo por la orilla, de las casas escondidas entre altas cañas, de los ferris
que conectan el mundo bucólico con la ciudad moderna y cosmopolita que es Vigo
hoy.
Un homenaje a lo que perdemos de nuestra
historia buscando la comodidad, la modernidad…
¿Cuántas casas
viejas de piedra se tiraron por aquí para hacer otras nuevas de ladrillo
que son verdaderos
adefesios? Pero las de ladrillo tenían cámara aislante
y a la gente que
había nacido en casas de piedra le daba igual si eran bonitas
o feas: progresas
era dejar atrás el frio de la infancia.
Un homenaje a los maestros y a aquellos
que respetan y transmiten nuestro legado
cultural, nuestra riqueza, esa que se nos escapa entre los dedos y las
pantallas de nuestros Ipads, de nuestros ordenadores y de esos Smartphones de
los que tan sabiamente reniega el padre de Caldas para quien el teléfono tiene
la función para la que fue creado, comunicarse desde un lugar fijo.
Un homenaje a los padres, a los que nuestra
madurez nos hace ver, a veces, como
niños necesitados de protección.
Ese padre, el de Caldas, es uno de los personajes más rotundos de la
novela, un hombre que sabe muy bien lo que quiere y lo que no, que se ha ganado
el derecho a vivir como quiere y donde quiere, que se ha ganado el derecho de
gastar su tiempo en lo que desea gastarlo, un hombre difícil de cuidar de la
forma en que Caldas desea hacerlo.
-Pero eres tu el que estas asustado, no
yo- dijo el padre, sin apenas alzar la voz. Cuando
llamas por teléfono te interesas por si
estoy acompañado o solo; ahora me
hablas de poner rejas… Tu eres policía
Leo, es lógico que te preocupen
esas cosas, pero a mí me preocupa que
las viñas arranquen
bien y que llueva lo que tiene que
llover cuándo llegue
la primavera. Puedo convivir con el
miedo a morirme, pero no con el miedo a
vivir.
Y ese otro padre que es la cruz de la
moneda de la paternidad de la que nadie tiene libro de instrucciones, ese padre
controlador y sobreprotector, ese padre que, como cada uno de nosotros hace lo
que piensa que es mejor para su hija, un padre que piensa que es el mejor de
los padres, aunque la imagen que transmite sea diametralmente opuesto a lo que
espera.
Unos padres se alejan y otros
proyectan sombras demasiado grandes sobre sus hijos
Y una madre dispuesta a todo lo que una
madre está dispuesta por proteger a sus
hijos, sean como sean y hagan lo que hagan.
Todos esos padres que, para bien y para
mal, marcan parte de lo que somos, determinan parte de nuestro futuro,
determinan nuestras virtudes y, a veces, también nuestros pecados.
Ese Napoleón es la prueba
de que la sabiduría y riqueza navegan mares distintos
Una novela que nos muestra el miedo
irracional a lo que no podemos controlar, a lo que desconocemos a lo que se
esconde en la mente de quien está fuera de los cánones de lo que se denomina “normal”, a quien es más fácil
temer, culpabilizar, que empatizar con él, que intentar entenderlo.
Una historia que nos pone frente a la
falta de escrúpulos de algunos medios de comunicación que viven de lo sórdido,
del escándalo, del morbo, porque…
-La inocencia no vende
periódicos
Esta novela es una obra maestra, no solo
de la novela policiaca, sino de la vida en general, una obra maestra de la
realidad, una radiografía de lo que nos rodea,
una novela difícil de clasificar en caso de que deseáramos hacerlo, porque
os aseguro que no es solo una novela policiaca por más que el tema central sea
la investigación policial de una desaparecida es una NOVELA, en mayúsculas, de
esas que todo enamorado de las buenas historias debería leer.
Soy consciente de que me he dejado muchas cosas en el tintero y es que 700 páginas dan para mucho, mucho más, pero os aseguro de que será un placer descubrir las idas y venidas de esta historia y descubrir poco a poco todo lo que no os he contado.
Soy consciente de que me he dejado muchas cosas en el tintero y es que 700 páginas dan para mucho, mucho más, pero os aseguro de que será un placer descubrir las idas y venidas de esta historia y descubrir poco a poco todo lo que no os he contado.
Pues voy a tener
que borrarlo de mi libro de idiotas- murmuró
-¡Pero si o lo
conoces!
-Lo que conozco de
él es por ti- le dijo el padre entrando en la casa-. Tú sabrás lo que me has
contado.
El inspector
permaneció de pie en el patio, consciente de que su padre tenía razón. Se había
limitado a completar el cuadro a partir de los trazos que él había ido
proporcionándole, como el niño que une los puntos con líneas para descubrir el
dibujo oculto. Si la figura resultante había aparecido distorsionada, suya era
en buena medida la responsabilidad