Papel y tinta
Suma, Barcelona, 784 pp.
ISBN: 9788491293538
¿Qué tenía que hacer una mujer para
lograr los suyos en la España de principios del siglo xx?
Madrid, primeras décadas del siglo pasado.
Elisa Montero, aunque de origen humilde, es criada desde niña por su madrina,
una adinerada y misteriosa mujer perteneciente a la alta burguesía madrileña.
La sensación de no pertenecer a ningún lugar y de cierta rebeldía ante los
designios que otros han trazado para ella será algo que marcará su vida.
Elisa no solo buscará liberarse de las
limitaciones que le imponen su condición de mujer y su posición social para
lograr convertirse en periodista, sino que intentará tomar las riendas de su
destino y entregarse al verdadero amor. Como testigo, la rabiosa y convulsa
actualidad de una España entre guerras que la acompañará en su lucha por
conocerse a sí misma y sobreponerse a sus propios prejuicios.
Cuando vi la portada de este libro, cuando leí el titulo
solo podía pensar: ¡Tengo que leerlo!.
No me preguntéis por qué, no tengo idea, pero me
atraía irremediablemente.
Una mujer luchadora en una época convulsa y con
todo en su contra… que más se puede pedir, solo me faltaba ver como resolvía la
autora tan magna aventura.
Podría comenzar como siempre hago con las frases
que me han encandilado, que me han hecho reflexionar y sobretodo sentir, pero
voy a cambiar de tercio, por eso de salir de mi zona de confort.
Cuando era pequeña, desde la escasa distancia
geográfica, pero inmensa distancia temporal, que me separaba de la capital y de
los autores, soñaba con las tertulias del Café Gijón que tan bien describió
Camilo José Cela en La Colmena.
Al pasar la ultima pagina de Papel y Tinta, han
quedado resonando en mi cabeza los ecos de las tertulias del Pombo, seguramente
predecesoras de aquellas y de las que, confieso, no había sabido nada hasta
ahora.
En estas tertulias y casi como rito iniciático los
tertulianos recién llegados dibujaban un cerdo con los ojos tapados, podéis
imaginar que cualquier parecido con la realidad era pura coincidencia. Pues es
posible que eso mismo ocurra con lo que pretendo sea mi opinión sobre esta
historia que aun resuena en mi cabeza y que se que lo hará durante mucho más
tiempo.
En este baile de personajes ficticios y reales
aparece un autor al que conocí tangencialmente en mis años de colegio y que con
la apertura de miras que me han dado los
años, considero un ESCRITOR, así, con
mayúsculas, un genio, capaz de condensar
en una frase vidas completas con una sátira fina. Un trabajo de síntesis, un
trabajo que parece baladí y que yo intuyo gigante.
No sé si seré capaz de plasmar lo mucho que he
disfrutado esta novela, de la historia que cuenta y de la forma tan perfecta en
que está contada, ni aun contando con la ayuda de Don Ramón.
“Hay cosas que quisieran ser otra cosa que lo que son.
Así, el calzador hubiera querido ser sacacorchos.”
Este podría ser
el centro de la novela. Elisa lucha, durante toda la historia por ser lo que no
es, por ser lo que no se le permite ser.
Elisa es un personaje tan valiente, tan honesto a
pesar de las mentiras que se ve obligada a pergeñar para conseguir sus sueños.
Tan leal y tan consecuente con sus
pensamientos y sus sentimientos. Tan
valiente en una época en la que todo quedaba supeditado al honor y al buen
nombre del que solo debía preocuparse el género femenino y del que los hombres,
de una forma no tan distinta ni tan distante a la de nuestros días, están
totalmente eximidos.
“Escribir es que le dejen a uno llorar y reír a solas”.
La escritura es otro de los ejes centrales de la
historia.
Un deseo irrefrenable que se convierte en pura
necesidad, un sueño que a Elisa le resulta difícil de alcanzar. Un mundo, el
del periodismo al que solo puede acercarse vistiendo sus ropas de mujer y
desarrollando labores limitadas y muy alejadas de la escritura.
“Donde el tiempo está más unido al polvo es en las
bibliotecas”
La autora
nos lleva de la mano por las calles de Madrid de los años 20. Los que conocemos
la ciudad a día de hoy reconocemos las calles y añoramos los lugares que fueron
y que ya no están… Y también nos lleva de paseo por lugares que parecen haber
quedado suspendido en el tiempo como esa maravillosa Biblioteca del Ateneo.
“El pianista se calienta los pies en los pedales”
Elisa trata de calentar sus pies y enfriar su cabeza, cada vez que se ve
relegada a ser un simple entretenimiento, una especie de hilo musical que sirve
de fondo a conversaciones en las que no
se la permite intervenir, ni antes, ni después de pensar que su vida va a
cambiar. Unas conversaciones a las que no le da derecho su condición de mujer, una
condición que no le permita, ni siquiera, elegir la partitura que interpretarán
sus dedos.
“El amor nace del deseo repentino de hacer eterno lo
pasajero”
Elisa ama, Benedetta ama, Catalina ama, incluso
Manuela Montero es capaz de amar.
No se reniega en estas páginas del amor, del de
conveniencia, del que se desborda por la pasión, del clandestino, del prohibido
y sobre todo del socialmente establecido
en una época en la que la mujer, para poder serlo plenamente debía serlo del
brazo de un hombre, no a su lado, sino “bajo su amparo”.
Todas las mujeres de esta historia, y muchos de los
hombres luchan por su libertad para amar, como y a quien quieran, luchan por
hacer eterno lo pasajero y en algunos
casos, hasta lo consiguen.
“La cabeza es la pecera de las ideas.”
Hay tantas ideas encerradas en estas páginas… Hay
tantas ideas ficticias y tantas ideas reales que han conseguido que podamos
vivir hoy en el mundo que conocemos.
María nos presenta personajes inquietos, con ideas
propias, con aspiraciones y sueños que realizar.
Nos permite escuchar conversaciones en tertulias
culturales, nos sumerge en debates candentes en la residencia de señoritas. Nos
hace compartir espacio en los cafés con los habitantes de la Residencia de
estudiantes… Trenza de manera magistral el
discurrir de personajes que habitaron estas calles en el pasado con personajes
que comenzaron habitando solo su cabeza y que ahora y para siempre también habitan la mía.
“Lo más aristocrático que tiene la botella de champaña es
que no consiente que se la vuelva a poner el tapón.”
Hay mucha aristocracia en estas páginas, hay mucha
vida burguesa, muchas puestas de largo y muchas veladas relajadas, inundadas de
opíparas comidas y mucho derroche.
Y frente a estos lujos, a esta vida regalada,
conocemos la pobreza, la dureza de un
paisaje desolado, un campo extremeño en el que el trabajo de sol a sol es la única
esperanza, no de progresar, sino de
sobrevivir.
Seguro que se me han quedado un montón de temas en
el tintero, porque si algo tiene esta novela es que no le falta de nada, tiene
historia, tiene intriga, tiene amor y tiene lo que se llama “arte”.
Quienes ya la habéis leído seguro que estáis de
acuerdo conmigo y los que no lo habéis hecho aún, seguro que me dais la razón
cuando paséis la última pagina y os despidáis pesarosos de Elisa Montero.
Tampoco fui
nunca nadie de quien quisiera sentirme orgullosa. Es la historia de alguien que
sobrevivió. Que sobrevivió cometiendo todos los pecados imaginables por los
que, estoy segura, arderé en los infiernos por la eternidad.