Montero, Rosa
(2020)
La buena suerte
Alfaguara, Madrid,
328 pp.
ISBN: 9788420439457
«La alegría es un
hábito.»
¿Qué impulsa a un
hombre a bajarse anticipadamente de un tren y ocultarse en un pueblo de mala
muerte? ¿Quiere recomenzar su vida o pretende acabar con ella? Tal vez esté
huyendo de alguien, o de algo, o incluso de sí mismo, y el destino le ha traído
a Pozonegro, un antiguo centro hullero que ahora agoniza. Por delante de su
casa pasan trenes que pueden ser salvación o condena, mientras los
perseguidores estrechan el cerco. La perdición parece estar más próxima cada
día.
Pero este hombre,
Pablo, también conoce gente en aquel lugar maldito, como la luminosa,
incompleta y algo chiflada Raluca, que pinta cuadros de caballos y tiene un
secreto. Allí todos arrastran algún secreto, algunos más oscuros y peligrosos
que otros. Y algunos simplemente ridículos. También hay humor en ese pueblo
triste, porque la vida tiene mucho de comedia. Y gente que finge ser quien no
es, o que oculta lo que planea. Es el gran juego de las falsedades.
Un mecanismo de
intriga hipnotizante desvela poco a poco el misterio de ese hombre, y al
hacerlo nos muestra el interior de lo que somos, una radiografía de los anhelos
humanos: el miedo y la serenidad, la culpa y la redención, el odio y el deseo.
Esta novela habla del Bien y del Mal, y de cómo, pese a todo, el Bien
predomina. Es una historia de amor, de amor tierno y febril entre Raluca y el
protagonista, pero también de amor por la vida. Porque después de cada derrota
puede haber un nuevo comienzo, y porque la suerte sólo es buena si decidimos
que lo sea.
Se diría que este
hombre no ha logrado un acuerdo con la vida, un acuerdo consigo mismo, lo cual,
a estas alturas ya todos lo sabemos, es el único éxito al que podemos aspirar:
a llegar como un tren, cómo este mismo
tren, a una estación aceptable.
Hace algunos años, antes de que mis gustos literarios
se inclinaran claramente por la novela negra,
Rosa Montero, Carmen Martin Gaite
y Ana María Matute eran, entre otras, escritoras disfrutaba en todas y cada una
de sus historias y de las que cada nueva novela era un verdadero regalo
Estos tiempos quedaron atrás y, para nuestra
desgracia, Carmen Martin Gaite y Ana María Matute nos dejaron hace años, por
suerte Rosa Montero sigue deleitándonos con sus letras y regalándonos
maravillosas historias como la que hoy nos ocupa.
He de reconocer que cuando leí la sinopsis y vi la
portada hubo algo que no me cuadraba, n o entendía el porqué de esa imagen de
mujer. Una vez acabada la lectura debo confesar que ninguna otra me hubiera
parecido más adecuada y es que esta imagen es pura belleza, como lo es el
personaje de Raluca, uno de esos personajes que son luz, uno de esos personajes
que te alegran la vida.
Rosa ha escrito una novela de supervivientes, una
novela de segundas oportunidades, una novela sobre esas personas que tras cada
varapalo, son capaces de volver a levantarse, haciéndolo incluso con más
fuerzas y de aquellas otras que tras un revés, pierden el control con que ordenan
su existencia encontrándose de repente en medio de un mundo hostil en el que no
son capaces de manejarse y en el que solo queda la opción de empezar de nuevo o
dejarse ir.
Lo más importante,
se dice ese niño qué ahora es ese hombre, es tener siempre el control. Qué es
justo lo que ahora se le escapa.
Ha escrito también una novela sobre el miedo, sobre
las reacciones que provoca en nuestras vidas, nuestros actos, sino incluso
en nuestros sentimientos y pensamientos.
sobre su forma de determinarnos,
no solo en
El miedo es como
una piedra que acarreas dentro del estomago. Día tras día vas tragando tu
maraña de temores igual que los gatos se tragan sus pelos, hasta que acaban por
formar una bola en la barriga, una densa pelota qué produce ganas de vomitar y
que te obliga a caminar un poco encorvado, cómo esperando un golpe. El miedo es
un parasito, un invasor. Un vampiro que te chupe los pensamientos, por qué no
puedes alejar de tu cabeza. E incluso sí, en un raro momento de tregua,
consigues olvidar por un instante tu miedo, siempre queda cierta pesadumbre
pendiente sobre ti, una vaga premonición de riesgo y de desgracia. No hay
manera de librarse por completo de él.
Y ha escrito, además, una novela sobre la culpa que
nos reconcome y nos determina y que nos ahoga a veces, hasta no dejarnos
respirar.
A Pablo la amarga,
le obsesiona no haber sido capaz de quererla mejor. Quererla a la altura de lo
que de verdad la quería.
La autora ha construido una maravillosa novela de
personajes llenos de matices, personajes reales llenos de luces y de muchas más
sombras. Unos personajes de los que nos va dosificando la información, de los
que nos va desgranando, a cuentagotas, un pasado que determina su presente, un
pasado del que no somos capaces de separar la parte real de esa parte “ficticia”
que a veces inventamos para “dulcificar” nuestras vivencias.
Hay personajes, así como hay personas, que ven la
vida en color aunque su pasado haya sido negro, su presente sea gris y su
futuro vire a gris oscuro y hay personajes, tantos como personas que ven la
vida de color negro aunque su presente asemeje el mismo arcoíris y hay personas ancladas en el
resentimiento que, hasta de las buenas rachas de la vida se empeñan en encontrar
el lado más amargo y si no lo hay, se lo inventan.
Pero Pablo, es que
sí solo has conocido el daño, crees que eso es lo normal. Déjala que conozca
otra vida. Seguro que tendrá buena suerte, como yo. ¿Sabes que? Esa niña va a
saber por primera vez lo que es dormir sin miedo.
Hay personas qué, aun con todo lo malo que les ha
tocado vivir, son siempre capaces de encontrar la parte positiva que les
permita avanzar y hay personas a quienes lo malo les paraliza, les vuelve la
vida del revés y les lleva, irremediablemente al borde del abismo.
Hay personas que se enfrentan al presente pintando el
cielo de colores y hay personas que en vez de enfrentarse al presente huyen de
él, sin ser conscientes de que no se puede huir de uno mismo, que los errores,
las culpas, los miedos y nuestros fantasmas van con nosotros donde quiera que
vayamos.
- Mira, a mi edad
he llegado al convencimiento de qué la gente no se dividen entre ricos y
pobres, negros y blancos, derechas e izquierdas, hombres y mujeres, viejos y
jóvenes, moros y cristianos- dice al fin-: No. En lo que se divide de verdad la
humanidad es entre buena y mala gente. Entre las personas que son capaces de
ponerse en el lugar de los otros y sufrir con ellos y alegrase con ellos y los
hijos de puta que solo buscan su propio beneficio, qué solo saben mirarse la
barriga. Esos que son capaces de vender a su madre, ya me entiendes. Luego,
entre los buenos, algunos son buenísimos, y
entre los malos algunos son malísimos.
Y estos dos polos que son opuestos son los
protagonistas de esta historia, Raluca y Pablo, dos personas que se encuentran
en un lugar atípico y forjan una relación asimétrica en la que uno se “desnuda”
y el otro se esconde, en el que a base de tesón y de buena o mala suerte, depende
de quién lo cuente, se acaba forjando una alianza de vasos comunicantes, en los
que una parte de cada uno de ellos incide irremediablemente en el otro.
En un paisaje
desolado y desolador y con unos personajes rotos, la autora construye una preciosa
novela que nos habla de la culpa, el dolor, el abandono y el abuso, pero también
del amor, de la solidaridad, de la supervivencia y ante todo y sobre todo de esa
redención a la que todos tenemos derecho.
Es tan dichoso qué
a veces se angustia. No puede ser que todo esté saliendo tan bien: teme qué la
desgracia se abata sobre él como un relámpago.
Es una novela deliciosa, escrita de manera magistral,
con tantas frases grandiosas, tantos pensamientos sublimes y tantas reflexiones
certeras que, en mi costumbre de anotar las frases que me hablan directamente,
que tienen algo que ver con mi realidad o que me llevan a reflexionar, casi me
han obligado a apuntar frases, cuando no párrafos completos en casi cada página.
No perdáis la oportunidad de acercaros a la prosa de
Rosa Montero, no os perdáis el privilegio de conocer a un personaje como
Raluca, os aseguro que no os vais a arrepentir.
Ser otro es un
alivio. Escapar de la propia vida. Destruir lo hecho. Lo mal hecho. Si tan solo
pudiera formatear su memoria y empezar de cero.