G. García, Alicia (2020)
La cárcel (Novela Ganadora del
Premio Internacional de Narrativa Marta de Mont Marçal 2020)
Roca Editorial, Barcelona, 272 pp.
ISBN: 9788417968144
Valeria,
una de las concursantes del reality show La Cárcel, aparece muerta en su celda.
En medio del estupor y el caos inicial, Vera, la directora de producción, toma
las riendas y piensa que, cueste lo que cueste, hay que mantener la noticia en
secreto hasta que acabe el programa, un mes.
Antonio,
el director del programa, y Claudia, la redactora que ha descubierto el
cadáver, creen que va a ser imposible mantener el secreto, además de que
éticamente les parece deleznable. Solo Alina, la ayudante de dirección, confía
en el poder de Vera y la capacidad de manipular al público y llevarlo por donde
los guionistas quieren.
Así,
tras unos cuantos cambios de guion y varias llamadas telefónicas, dan los
resultados esperados y los únicos que, con mucha discreción, se pasean por el
escenario del crimen son los subinspectores de la policía Rodrigo Arrieta y
Alejandro Suárez.
Repetidas
visitas a las oficinas, las entrevistas al personal y la necesidad de que
alguien le guíe por aquellos pasillos favorecen la relación entre el
subinspector Arrieta y Alina, quienes acaban buscando excusas para sus
encuentros.
Muy poco
a poco, en una investigación que avanza lenta, la policía descubre pistas como
que la víctima fue envenenada, que tres de los concursantes entraron en el
programa porque fueron falseadas sus puntuaciones, que alguien trató de
chantajear al director de contenidos y al director del programa… pero los
hallazgos aportan más bien poco a la cuestión del asesinato.
Y de
repente, aparece un segundo concursante muerto. No puede ser una casualidad,
porque el informe médico dice que lo han envenenado con la misma sustancia que
a Valeria.
Una flor
que alguien deja en el armario del concursante muerto se convierte en la única
pista para que el subinspector Arrieta pueda desenmascarar al asesino.
Necesitamos un
pequeño repunte en la audiencia, el programa va por la mitad de su emisión y
siempre se suele sufrir una pequeña bajada; los espectadores se cansan, el
formato ya deja de ser original y hay que darles un extra.
—¿Y es así de
fácil?
—Nada es fácil, se
trata de motivar a mucha gente, de ofrecer algo que los entretenga, que los
intrigue, que los lleve a comentarlo al día siguiente en el trabajo o cuando
van a dejar a sus hijos al colegio.
—Vidas de otras
personas que te evadan de la tuya.
La novela que hoy me ocupa es la novela ganadora
del VII Premio Internacional de
Narrativa Marta de Mont Marçal 2020. Es la tercera novela que leo de las
galardonadas en este premio, tras Caída libre y La esperada Lluvia y no tiene
en común con ellas ni genero, ni estilo, ni tema, pero si una enorme calidad
literaria que, como en las anteriores, he encontrado en esta.
Más allá de la trama negra y la ambientación de la
misma apegadísima a la realidad audiovisual de nuestro tiempo, he encontrado
una crítica feroz a la sociedad actual, a las mentiras que nos venden los
medios, al mundo impostado de los ricos, al chantaje, al submundo de la
drogadicción, de la prostitución y del narcotráfico.
El mundo de los Reality Shows no es un fenómeno
reciente. Hace 20 años que nos vendieron la llegada de “Gran hermano” como una
revolución de la televisión, como un experimento sociológico que a mí no me
parece tal, pero bueno, para gustos los colores.
Desde aquel primer formato los Realitys se han
generalizado en todas las cadenas televisivas y con los más diversos trasfondos, cada vez más
extremos y/o crueles, granjas, islas desiertas, islas nudistas, islas
tentadoras…
Pero la tele realidad viene de mucho más atrás, de
aquellos programas en los que los invitados contaban retazos de sus vidas,
cuanto más truculentos mejor, que pretendían reencontrarse con quien en ocasiones
no quería ser “reencontrado” o sorprendido o eran destinatarios de una carta
anónima… Una moneda lanzada a cara o cruz por los interpelados, con consecuencias,
en algunos casos deleznables, no hemos más que pensar en Ana Orantes o en Svetlana Orlova.
El hecho es que la evolución de este tipo de
televisión me parece una involución y me temo que el argumento de la cárcel como
tema de un Reality no se aleja de lo que buscan las cadenas, porque,
independiente de los crímenes que Alicia relata, para este tipo de programas
esta situación de aislamiento y castigo continuo daría muuucho juego y el
trasfondo de un penal aun no ha sido explotado.
He de reconocer que no soy seguidora de este tipo de
programas y que más allá de la curiosidad que me produjo la primera edición de
gran hermano, la vergüenza ajena que me producían ciertas (muchas) de las
situaciones vividas por los concursantes, hicieron de mi una espectadora fugaz.
Desde esa noche,
cada movimiento, cada palabra, cada gesto de los jóvenes fue analizado con
detalle por seudoperiodistas dedicados a comentar las miserias humanas.
Mi desencanto, además, se debe a muchos de los
apuntes que hace la autora a lo largo de las páginas de su novela, que me creo
la mitad, que considero que, a menudo, el espectáculo es mayor que la verdad
que debería haber en un formato de este tipo y que ello supone la manipulación
de los espectadores y la impostación de
situaciones y concursantes.
Incluso los
absurdos figurantes, actores que trataban de abrirse un hueco en el mundo de la
La autora disecciona los entresijos de voluntad de
cada uno de los protagonistas de esta historia y no solo de los concursantes. Conocemos
las motivaciones del productor, del director, del presentador y de todos
aquellos que se mueven por los oscuros pasillos del plató y por los aun más
oscuros circuitos en los que circula el poder, el chantaje, las trampas…
Todo el ajetreo se
debía al directo de aquella noche. Cada toma, cada escena, cada instante
revestido de improvisación, pero sostenido por una preparación y planificación
al segundo.
Estamos ante una novela que se desarrolla a un ritmo
más que ágil, con capítulos cortos y salpicados de diálogos certeros y
acertados y cuya cadencia solo se ve interrumpida por ciertos pasajes en los
que se nos pone sobre la pista de un personaje ajeno a la trama principal pero
que será determinante para entender esta.
Estamos, sin duda, ante una novela más compleja de lo
que pudiera parecer en principio, construida de manera coherente y cohesionada
y con un plantel de personajes sólidos y creíbles, alguno de los cuales he
llegado a odiar profundamente, otros, como Vera, que me han producido una
repulsa inmediata y alguno como Rodrigo y Alina se han ganado mi simpatía.
Para aquellos dos
seres, la diferencia entre el bien y el mal no existía, sus escalas de valores
se encontraban alejadas de la mayoría de los mortales, guiadas por una
necesidad enfermiza de poder y prestigio que podrían llevarlos a cometer la
mayor de las aberraciones.
La cárcel es, sin duda, una novela a la que merece la pena acercarse, por su
originalidad, por su calidad y por los retos éticos que plantea.
—Los personajes
televisivos se crean y se destruyen a conveniencia —explicó Vera—, la audiencia
se nutre de aquello que le ofrecemos. —Y que la publicidad subvenciona
—apuntilló Antonio con amargura.
No me sonaba y no pensaba que me fueras a convencer, pero al final lo has hecho. Otro que me llevo apuntado.
ResponderEliminarBesotes!!!