Leroux, Gastón (1921-1922)
Un misterio en París (Ed. Ilustrada) Mayo 2019
Depoca Editorial, Asturias, 208 pp.
ISBN: 9788494687594
Tras unas vacaciones que el periodista
Rouletabille y su esposa comparten con el matrimonio Boulenger, se produce un
doble asesinato. La actitud ambigua de las víctimas, que coqueteaban desde
hacía tiempo, lleva a la policía a considerar a Rouletabille como principal
sospechoso. El reportero, brillante detective aficionado, necesitará toda su
sagacidad para probar su inocencia.A través de Sainclair, quien ha aceptado ser
su abogado y se convierte en el narrador del caso, podemos seguir las aventuras
de esta trepidante investigación con un un sinfín de giros que tendrán
su culmen en un final apoteósico:la deslumbrante escena del juicio en la que
saldrá a relucir toda la verdad que se convirtió en una de las mejores novelas
de esta serie de culto que Leroux dedicó a su alter ego literario.
Aquí
reconocí el famoso sistema de Rouletabille, que consistía en partir de una idea
únicamente necesaria, una idea que se imponía, fatal en cierto modo, para, a
partir de ella, buscar los indicios que corroborarán dicha idea, lo que
diferenciaba su sistema del método inductivo de todos los Sherlock Holmes que
son víctimas de pistas o huellas que se encuentran por casualidad, y que les
conducen a donde ellas quieren, es decir, a un error a menudo planificado de
antemano por las partes interesadas.
Tenía unos doce años la primera
vez que leí a Gaston Leroux. Podría decir que fue una especie de revelación o
que era un autor al que deseaba conocer, pero mentiría, llegar a este autor fue
pura casualidad.
Mi amiga Cristina me recomendó y
me prestó un ejemplar de “El misterio del cuarto amarillo”, cuando ambas habíamos acabado con todos los
libros recomendados para nuestra edad de nuestra no muy amplia biblioteca escolar.
La novela era parte, sorprendentemente, de una colección juvenil.
Ya he comentado en alguna ocasión
que mis inclinaciones literarias se dirigían claramente a las novelas
policiacas y de misterio, lo que llamábamos de aventuras, de las que consumía todo lo que caía en mis
manos, María Gripe, Agatha Christie, Enyd Blyton… pero leer a este autor me
fascinó por la perfección del misterio que planteaba, un asalto cometido en una
habitación cerrada.
Tras el misterio del cuarto
amarillo fue el turno de “El perfume de la dama de negro” que era citadae n la
primera y… hasta ahí mi inmersión en este clásico del misterio, hasta ahora.
Otra vez, la novela llegó a mis
manos por casualidad, fui a la librería dispuesta a cobrar mi botín del tarro
de los libros del 2019 buscando un ejemplar de “Un cadáver en la mansión
Sainsbury”, que no era capaz de encontrar, el dependiente liberó este
maravilloso libro de la estantería y no tuve más remedio que traérmelo a casa.
Lo primero que he de decir es que
esta novela hay que leerla con la visión de la época, pues es una aventura que
se desarrolla en un contexto específico que para la mentalidad actual es difícil
de entender.
No
era un mal hombre, el señor Hébert; como suele decirse, no haría daño a una
mosca, aunque hubiera enviado a no pocos asesinos a la guillotina, pero le parecía
natural que un marido engañado matara como un salvaje.
Como leemos en la sinopsis, el
misterio se centra en descubrir al asesino de una pareja de infieles, insisto,
en una época en la que el honor estaba por encima de los derechos, sobretodo
del derecho a la vida, una época, en la que, a través de la mirada de Gaston
Leroux las infidelidades, al menos en las clases altas (no se mueve de otras esferas), están a la orden del dia, se conocen y en muchos casos se aceptan
como parte de la normalidad, siempre y cuando, eso sí, no interfieran en el
orgullo del hombre, pues de ser así tiene arrogado el derecho a restituir su
honor. Mientras la mujer, como un ángel puro, soporta estoicamente las
infidelidades del varón con el único propósito de mantenerlo a su lado.
Un
marido que sorprende a su esposa con un amigo en circunstancias que no dan
lugar a dudas sobre la naturaleza del encuentro, elimina a los dos culpables:
el caso no era una novedad.
Y a pesar de estos antecedentes,
no es este contexto lo más importante de la novela, sino el propio misterio y
la forma en la que el autor consigue que su alter ego vaya atando los cabos
hasta conseguir una imagen completa de lo acaecido consiguiendo a la vez su
exculpación en un crimen en el que parece evidente su mano.
El autor consigue darle a la
trama un ritmo frenético a través de escasos personajes y en no demasiados
escenarios en los que se adivina un detallado conocimiento, tal vez porque
fueran los lugares por los que discurría su vida habitualmente.
Junto a Rouletabille, como en
otras entregas, su fiel amigo Sinclair, que en este, como en anteriores
entregas, también actúa como narrador de la aventura.
Sinclair, que, como se explica en
el listado de personajes principales, desconfía de las mujeres por un antiguo desengaño
amoroso, permite al autor contraponer su cinismo a la defensa cerrada que el
reportero hace de la virtud de su esposa Ivana y a la vez ensalzar las
virtudes de las mujeres que el autor defiende continuamente a lo largo de la
novela.
Es increíble
lo insignificantes que somos al lado de las mujeres. Gracias a su extraordinario
instinto, ellas perciben, presienten y predicen el devenir de los minutos
venideros que permanecen en la más absoluta oscuridad incluso para el más
fuerte y astuto de los hombres.
No voy a desvelar nada ni de la
trama, ni del resto de personajes, porque esta novela se merece ser conocida y
ser leída sin prejuicios, con una mirada atemporal que nos haga disfrutar, únicamente,
de la maestría de un autor capaz de enredar los hechos hasta su máximo
exponente y conseguir desentrañarlo ante nuestros ojos sin artificios, sin
trampas, sin eso que tanto me molesta en algunas de nuestras lecturas contemporáneas
de “sacarse al asesino de la chistera”. Nada en esta trama chirría, a medida
que se nos desvelan los detalles vamos encontrándoles la lógica precisa y la
coherencia con lo que se nos han contado los hechos páginas atrás.
Lo dicho, una lectura para no
dejarla pasar, un autor al que es necesario conocer, una magnífica edición con la que disfrutarla aún más.
En
ocasiones, el animal que llevamos dentro galopa de un modo terrible.