Hilatura
Editorial Niña Loba, Sevilla, 528 pp.
ISBN: 978-84-122262-3-2
Hilatura gira en torno a una bobina de hilo que entrama
tiempos, orillas y personajes. Dos hermanos, Aurelia y Valentín, unidos por un
cordel que ella le ata a la muñeca antes de que emigre a América en un
mercante, son el eje de una narración coral que abarca medio siglo de
intrahistorias en una aldea sin nombre ni ubicación, un punto aislado en el
mapa cuya memoria agoniza.
Participaremos de un realismo asombrado cuyo hilo enhebra
sirenas, nostálgicos envenenados, playas de corales blancos, negras vírgenes.
Mujeres y hombres sepultados bajo la fina arena de un reloj que avanza a cada
página.
Cuando un hombre olvida como se llama, decía su madre acariciándole una mejilla, ha perdido para siempre el hilo de su vida.
Hilatura es la novela que recibí a través de la iniciativa Masa crítica de Babelio.
Cuando leí la sinopsis comprendí que era un libro que se salía de la “norma” y cuando lo recibí pude comprobar el mimo y el cuidado con que la editorial había tratado la novela. En su aspecto material, es un libro con una cubierta preciosa y un gramaje grueso tanto de esta como de las páginas, con el tamaño justo y la maquetación perfecta, un libro que por sí solo ya apetece hojear. Pero es que además la editorial añadió a este envío una serie de detalles que sin salirse de lo que toca, la lectura, hacen esta aún más especial, invitándote a acompañarla con una taza de té y a marcar tu avance con el marcapáginas, imagen del propio libro. Vaya, que la cosa no podía empezar mejor.
Y con estas premisas, comencé la lectura de una historia que estoy segura que voy a tardar en olvidar.
Hilatura es una historia referida por un narrador omnisciente que relata la vida de una aldea, una aldea de nombre desconocido, en un tiempo desconocido que intuimos por ciertos acontecimientos y que vive de cara al mar y de espaldas a la montaña, quedando aislada geográficamente y casi suspendida temporalmente entre esas dos fronteras naturales.
El narrador expone el día a día de la vida de la aldea, una aldea que vive de cara al mar del que les llega la vida y también la muerte. Y nos cuenta, sobretodo, la historia de Aurelia, a la que conocemos siendo niña, un personaje que, al contrario que el resto de los aldeanos se empeña en vivir de espaldas al mar y de cara a una tierra a la que se siente atada desde su más tierna infancia.
La vida la
expulsaba a patadas de la infancia y ese exilio aumentaba su desconcierto.
¿Cuál era su territorio?¿Donde se hallaba el primer metro de tierra firme?.
La historia está narrada en cuatro tiempos que se centran en los cuatro tiempos de Aurelia, tiempos que siempre son convulsos para esta protagonista que conocemos siendo apenas una niña obligada a convertirse en adulta en las peores circunstancias. Un personaje peculiar por sus circunstancias, fuerte a base de necesidad, solitaria por obligación, extraña a los ojos de todos, no por su deseo de ser extraña, sino por la misma vida extraña que le toca vivir.
En cada una de las partes un mal se yergue sobre la aldea, el abuso, la venganza, la envidia, la codicia,
la ira…. de la mano de personajes que aparecen para cambiar el paisaje de la aldea, para acompañar o hacer sentir aún mas ajena de los suyos a Aurelia, en ese duro camino que es su supervivencia en una aldea en la que la solidaridad brilla por su ausencia, en la que cada cual busca solo su provecho sin importarle el de los demás. Algunos personajes llegan y se hacen fuertes en la aldea habitándola para siempre, otros llegan y desaparecen para no volver, algunos vuelven y se van sin pausa, unos acaban regresando a sus raíces y otros, los menos, desaparecen con una promesa de regreso dejando tras de sí una estela de espera sin descanso.
No lo había acogido por lastima; su cuerpo
desplomado a la intemperie le había rozado el alma como una bala de hielo, pero
su propia soledad la había inmunizado contra los males del mundo y sufrimiento
ajeno pasaba ante sus ojos sin dejar excesiva huella.
Cada una de las partes finaliza con una muerte que parece cerrar el ciclo de existencia de los pecados que asolan cada etapa y abrir la puerta a pecados nuevos que se harán fuertes en el ciclo siguiente. Pero no creáis que la muerte es justa, en esta historia la muerte no se lleva a los malos, porque las consecuencias de esos pecados no distinguen entre culpables e inocentes y a veces, muy a menudo, son los menos responsables los que pagan los “platos rotos”.
A través de este narrador la autora nos arrastra lentamente al corazón de la historia, línea a línea, páginaa página, hasta hacernos parte de esos aldeanos que esconden tesoros y miserias, de esas calles por las que transitan los personajes más indiferentes y ruines, mientras, desde lo alto, ajena a todo lo que ocurre en esas calles, a aquellas gentes y de aquella línea que separa tierra y mar, Aurelia teje en el altillo y extiende su hilo desde el granero para seguir los avatares de un hermano que se alejó joven y al que ella espera tejiendo como Penélope espero el regreso de Ulises. Una vida rendida a esa espera, sin sueños, sin motivación, sin deseos, sin amor, tan solo ese ver pasar un día tras otro suspendido el tiempo y lo que este significa en la esperanza de que el mar le devuelva a quien le robó.
Estamos frente a una novela profunda, llena de aristas, una novela compleja escrita con la maestría del relojero que ensambla la más mínima pieza de forma precisa para que la maquinaria funcione. Y así, Alicia hace de esta una novela tremenda en su crudeza y coherente en las miserias que enlaza una tras otra dando solidez a un relato que nos hace temblar de miedo al fanatismo y a la ignorancia, de pena ante la ceguera auto impuesta y la falta de empatía hacia el sufrimiento y la soledad del otro… una novela de oscura desesperanza que a veces se alumbra: en esa sororidad extraña que se teje sin palabras entre Aurelia y Selva, en esa complicidad extraña entre Valentín y Heliófilo, ese maestro más apegado al cielo que a la tierra, en el sentimiento de culpa de Don Paco y de la Generala, en el amor de Tomás Golondrina, de Teresa Valero, en la piedad de Paris. Esos personajes que nos llevan a creer que, dentro de esa falta de humanidad de los aldeanos, aun queda algo que rescatar.
Eres muy afortunada, pero será mejor que nadie se entere, le advirtió sin apartar la vista del recién nacido. En esta aldea la felicidad dura menos que un suspiro.
La aldea evoluciona y cambia ante nuestros ojos, sin embargo Aurelia se mantiene imperturbablemente inmóvil, ajena a los avances que para los demás suponen la propia vida, anclada a esa tierra como los están las plantas, obsesionada con la única idea que le hace despertar cada mañana.
Estamos ante una novela lírica y onírica, escrita con un lenguaje cuidado y cuidadoso, una novela que es necesario leer despacio para paladear su prosa, y que, además, hay que leer despacio, porque desprende, en ocasiones, tanto dolor que la angustia te aplasta el pecho.
Por si no ha quedado clara mi experiencia con esta lectura, resumo: si queréis disfrutar de una novela que se sale de lo habitual no podéis dejar pasar esta lectura, si además apreciáis una narración exquisita no puedo más que recomendaros encarecidamente la novela y a su autora a la que, estoy segura, le quedan muchas historias que contar.
Por aquella fisura no solo se coló el viento del sur sino un caudal de acontecimientos que sacudieron la anquilosada civilización de los hombres del mar y de la tierra, derribando a su paso los últimos parapetos que los habían protegido del paso del tiempo. Fue así como en apenas cinco años transcurrieron varias décadas.