Barceló, Elia (2020)
La noche de plata
Roca Editorial, Barcelona, 512 pp.
ISBN: 9788417968182
Viena 1993. Una niña desaparece en un mercadillo de Navidad
Viena 2020. La policía encuentra un esqueleto infantil en el
jardín de una casa de las afueras.
Carola Rey Rojo, especialista en secuestros y homicidios
infantiles, y madre de la niña desaparecida veintisiete años atrás, ahora en
excedencia de la policía española, vuelve a Viena con el encargo amistoso de
deshacer la biblioteca de un marchante de arte recientemente fallecido.
Junto con su amigo y colega, el inspector-jefe Wolf Almann,
se verá envuelta en una trama que pondrá en evidencia que nadie es lo que
parece y que uno nunca acaba de conocer a los demás, ni siquiera a sí mismo.
Lo que parecía un cold case se complica cuando, ahora que
todo parecía casi definitivamente superado, otra niña desaparece en el
mercadito de Navidad de la ciudad imperial de Viena, la esplendorosa ciudad de
la música y el arte que oculta tras las fachadas de sus bellas casas los más
oscuros secretos.
Hay cosas que no
se superan. Se tira adelante sin lo que te han quitado, pero la mutilación
sigue ahí para siempre, aunque aprendes a apañártelas sin ella. ¿A ti no te
pasa?
Elia es una de esas escritoras todo terreno, una de
esas autoras que envuelven en magia cualquier historia que cuenta.
Si con el eco de la piel consiguió enamorarme de sus
personajes, de sus luces y de sus muchas y oscurísimas sombras, con esta novela
ha conseguido que caiga rendida a sus pies.
Elia construye una novela tremendamente negra pero
desde la elegancia y la sensibilidad que caracteriza su literatura. Si ha
demostrado a lo largo de sus historias que es capaz de regalarnos una
radiografía exacta de cada uno de sus personajes, en esta profundiza aún más,
si es posible en el alma y la mente de los mismos.
Su vanidad y su
arrogancia eran una forma de defenderse de los demás, de lo que él pensaba que
los otros pensarían de él si los dejaba acercarse demasiado. Ella lo había
querido mucho treinta años atrás y lo conocía bien.
De entrada sorprende que para su protagonista haya
elegido una mujer alejadísima de lo que es el arquetipo habitual en este tipo
de novelas.
Carola es una mujer más cerca del cenit que del inicio
de su carrera, una mujer policía que, arrastrada por el cansancio y por el
"error" cometido en su último caso decide tomarse un descanso en la
que para ella es la ciudad más dolorosa del planeta, una ciudad en la que casi
30 años antes perdió lo que más quería y en la que la espera, o eso cree, un
trabajo distinto, un trabajo relajado, un trabajo que le haga disfrutar de una
formación casi olvidada.
Pero en la huida, a menudo, nos acompañan nuestros
fantasmas, aquellos de los que precisamente nos empeñamos en huir y nos toca
lidiar, queramos o no, con lo que dejamos o creímos dejar atrás. Y a Carola no
le queda otra que volver a “enfundarse” su traje de policía, aunque sea
extraoficialmente, y descubrir el lobo que se esconde bajo algunas pieles de
cordero.
Hay cosas que te
dan mala espina sin que sepas por qué y, si haces caso a esa intuición y la
sigues, la mayor parte de las veces encuentras cosas que también satisfacen a
tu cerebro.
Carola es una mujer herida, como lo somos todos, de
una forma u otra. Una mujer que ha perdido más de una vez las ganas de vivir y
que, no obstante, ha decidido seguir viviendo; por su hijo, que tampoco resulta
ser lo que ella pensaba, por sus amigos, que son pocos y reducidos al círculo
profesional y por ella misma, porque es una mujer que no puede rendirse sin
conocer la verdad, por dura que esta sea.
Dentro del reducido grupo de Carola se encuentra Wolf,
a quien la une la pesadilla vivida 27 años atrás. Un personaje del que me he
enamorado. Un hombre cabal y respetuoso y un policía preclaro, cuyo único
objetivo es limpiar las calles, renunciando a la vida tranquila que su edad y
su desarrollo profesional le habrían permitido disfrutar.
No pudo evitar
sonreírle. Era la única persona que conseguía salvar una situación insalvable
cambiando de tema sin más, con garbo de torero. Por eso era un interrogador
temible. Pero eran amigos, no estaba tratando de sonsacarle nada.
Ambos conforman una gran pareja investigadora que se
completa con el equipo austriaco, donde destaca Gabriela, que a diferencia de
Carola y Wolf está más cerca del principio que del final de su carrera.
Y estos personajes atípicos se ven envueltos en una
trama que por desgracia no nos es ajena. Una trama que se acerca a demasiadas
noticias demasiado frecuentes...
Sus familias se
habrían tenido que acostumbrar a su ausencia, pero nunca habrían podido
terminar del todo, dar por definitivamente perdido a su hija o hijo
desaparecido. Si no habían recuperado su cadáver, si no lo habían visto muerto,
no conseguían quitarse de encima esa ridícula chispa de esperanza de que aún
estuviera vivo en algún lugar.
Elia es capaz de describir preciosas escenas llenas
de luz, música, arte y literatura y de
repente darle la vuelta y transformar
esa misma escena en caos, oscuridad y lo más horrendo del ser humano plasmado
en el lujo y en esa misma música, ese mismo arte y esa literatura que segundos atrás
parecían hermosas.
Es una historia dura la que cuenta la novela y,
aunque sea ficción, por desgracia, son historias las de los secuestros y
asesinatos de niños que se repiten con demasiada frecuencia, llevando a menudo
parejas, intenciones ocultas y retorcidas fruto de mentes enfermas, que a ningún
ser humano, en su sano juicio se le ocurriría siquiera imaginar. Y, a pesar de
su crudeza, no he encontrado ni una escena explícitamente morbosa en toda la
novela aunque confieso que, en más de una ocasión, me he sorprendido cerrando
los ojos por el dolor que me producían los actos imaginados a través de unas
pocas frases.
Un monstruo es una
persona que ha dejado de fingir”-
tradujo ella–. Eso significaría que todos somos monstruos, que lo único
que hacemos es seguir fingiendo día tras día que somos personas decentes.
–Sacudió la cabeza y se sirvió más vino–. No me lo creo. Me niego a que nadie
me reduzca a la categoría de monstruo solo porque la frase suena bien.
Me ha encantado encontrarme con Elia en este género
en el que, a pesar de embarcarse por primera
vez, parece toda una experta,
aunque es cierto que las dosis de misterios por desvelar y las pesquisas para
conseguirlo no están ausentes en ninguna de sus anteriores novela que, como
esta, os recomiendo leer.
Cada ser humano
tiene derecho a sus secretos, pensó Carola, siempre que no dañen a otros, o al
menos no demasiado. Y cada persona tiene también derecho a su propia puesta en
escena, a mostrarse a los demás como quiere que la vean. Por eso ella se
replegaba y se ocultaba en su casa cuando estaba mal, mientras que otras
preferían mostrarse y pedir ayuda, escenificándose como víctimas.
Aún tengo la anterior novela de la autora pendiente y ya me estás picando con ésta. Una reseña maravillosa.
ResponderEliminarBesotes!!!