jueves, 4 de febrero de 2021

La memoria eres tú

Bertran Bas, Albert (4/02/2021)

La memoria eres tú

Roca Editorial, Barcelona, 480 pp.

ISBN: 9788418249549

 

Mi nombre es Homero y perdí a mi familia durante la guerra. He cruzado los Pirineos a pie con quince años camino del exilio. He crecido huérfano en las calles de Barcelona y he rozado la muerte en las cárceles del Uruguay. He bebido con Hemingway, he saludado a Hitler y he hecho el amor en el coche de Franco. Me han disparado por la espalda y me han disparado al corazón. He silenciado El Molino y me ha besado la Bella Dorita. He empuñado el cuchillo de Toro Sentado. He estado donde muere el viento y he dormido entre tesoros perdidos. Me han fusilado. He inspirado a genios y conocido a otros. He bebido hasta caer, he reído hasta llorar, he soñado, he robado y he matado. Y me he enamorado. Tres veces. Las tres de la misma mujer.

Esta es mi historia. Esta es mi odisea.

Homero es un adolescente de quince años, hijo único de una familia acomodada de Barcelona, que se queda solo durante la Guerra Civil española. Su vida se transforma en una lucha –tan interna como externa– por la supervivencia, la soledad y el autodescubrimiento. Mientras hace lo imposible por seguir la pista de su padre, en su mente siempre está presente la indómita Cloe, una granjera que le salvó la vida y que se la marcará para siempre. Aunque ambos pertenecen a mundos distintos, sus vidas se irán entrelazando en diferentes momentos y situaciones a lo largo de toda una década.

La memoria eres tú es un viaje único a través de los ojos de un chico que, mientras intenta descubrir quién es, avanza por la
historia de España cruzándose con personajes como Robert Capa, Hemingway, Hitler, Machado o la Bella Dorita; presenciando inventos como el futbolín, lugares míticos como El Molino o momentos históricos como el hundimiento del Uruguay, la entrada de los nacionales en Barcelona o la reunión en Hendaya entre Franco y Hitler.

Porque no es lo mismo conocer nuestra historia, que andar por ella.

 

-              Entonces, ya no estabas eligiendo en función de las posibilidades que tienes de ganar o de perder. ¿Por qué luchas entonces?- Siempre me hacia eso. Nunca me daba las respuestas,  sino que me empujaba a que yo las encontrara.

-              Para…,  para… ¿proteger lo que me importa?

-              ¿Me lo estas preguntando?

-              Lucho para proteger lo qué me importa- dije convencido. Sabía que había acertado por qué mi padre asintió satisfecho.

Mi madre llegó con la comida pero mi padre necesitaba cerrar el asunto.

-              Debes saber que la vida no es todo blanco o negro, buenos o malos, indios o  vaqueros. El mundo está lleno de matices. Y saber verlos y  entenderlos es lo que nos enriquece y lo que nos distingue.

-              ¿Y nos ayude a elegir?

-              Sí. Aunque lo ideal sería que no tuviéramos que hacerlo.

 

No sé si seré capaz de transmitiros en unas líneas todo lo que está lectura ha supuesto para mí.

Cuando comencé su lectura me recordé a mi misma con 15 años, en medio de mi adolescencia, sin más preocupaciones que mis amigas, mis "novietes" y  un ansia infinita por beberme a tragos largos esa vida que se abría ante mis ojos.

Con mis recuerdos de entonces me di cuenta de lo fácil que había sido mi adolescencia, sin más preocupación que la propia adolescencia y me imaginé viviendo la época y la situación que le toca vivir a Homero, nuestro protagonista, una aventura que no imagino haber podido superar.

 

La guerra…  Al principio la gente aseguraba que no durarían ni dos semanas pero ya llevamos de más de año y medio y no tenía indicios de evaporarse. A ese tipo de personas mi madre los llamaba “fontaneros”: “Te dicen dos semanas y varios meses después sigues con el agua al cuello”.

 

Homero es un adolescente, al que no dejaron vivir su adolescencia despreocupada, un hijo amado y protegido, un niño, al fin y al cabo, al que la guerra le arrebató todo, al que la guerra le abofeteó en la cara para convertirle en adulto, al que su realidad no le dejó otra alternativa que vivir, o más bien sobrevivir, en un mundo que, sí ya de por sí, era hostil para los adultos enfrentados con sus armas y sus odios, lo era aún más para un muchacho cargado únicamente con su miedo, su soledad y sus dudas.

 

Hay momentos en los que uno sabe que se hace mayor. Momentos que quedan grabados para
recordarte que el niño que fuiste una vez ya no volverá. De hecho, no quieres que vuelva porque sabes que solo sufrirá. Te conviertes en el hermano mayor de una antigua versión de ti mismo; necesitas superar ese dolor tanto cómo aprender a vivir con él. Pronunciar esa palabra tan rotunda y tan cruel me convirtió un poco más en un hombre y un poco menos en un niño.

 

Un niño, porque no es más que eso al inicio de esta historia, que tuvo que “buscarse la vida”  de las mejores y las peores formas posibles y que en medio de su dolor descubrió el amor eterno de Cloe y la amistad sincera de Hipólito, dos personas que en un mundo "normal" hubieran podido ser sus iguales, pero que en el tiempo que les tocó vivir fueron antes "rivales" que amigos. Porque en el mundo hostil de las guerras no hay vida que valga más que la propia y hasta los sentimientos más excelsos pueden, en un momento determinado, transmutar a los mas ruines si nuestra seguridad está en juego.

 

Fue como contemplar otra vida que no tenía nada que ver conmigo y entender que no somos más que almas proyectadas y sometidas el antojo del viento. De alguna manera acepté que nada dependía de mí.  Acepté que en los aciertos pueden estar los fracasos y en los fracasos los aciertos. Era una cuestión de perspectiva que, por desgracia, solo el tiempo me dejaría ver. Probablemente en unos años. O en una vida. Lo que tuviera que pasar pasaría de todas formas con o sin mi ayuda. Pero eso no era lo que me habían enseñado. Y me molestaba que mis experiencias contradijeran a mis padres. No hay nada escrito. El destino se lo forja uno. Y es cierto. Pero solo cuando el destino está en tus manos. Y en aquellos tiempos,  todos colgábamos de un hilo muy fino.

 

Esta lectura ha sido una montaña rusa de sentimientos, de la mano de Homero y esos recuerdos, que nos cuenta en primera persona. He subido a lo más alto con sus " buenas rachas", con la bondad y la solidaridad de quienes se cruzan en su camino para hacerle el trayecto un poco menos difícil….  Con Mateu, con el Capitán Amat,  con Juancho, con Montoya... Pero claro, cuanto más alto se sube, mas grande es la caída y en este caso, la caída es a las profundidades más profundas de la maldad, porque aquí, como en toda buena historia los hay buenos, pero los hay también muy malos y Emmet y el General Frontera han cubierto mi cupo de malos perversos y los he odiado hasta el infinito y más allá, o hasta que he comprendido que, a pesar de los pesares, en su maldad, como en todo lo que sucede en la vida, había alguna razón.

 

Todo el mundo quería tener al general Miranda de su lado, pero nadie lo quería cerca.

 

He paseado de su mano por el Majestic y por el Molino, por las calles y las callejuelas de esa Barcelonadevastada, por los cementerios y sus secretos, pero también he respirado con el el aire de los Pirineos y he entrado en esa cueva “Donde muere el viento”, esa gruta que se convierte en un lugar donde sanar las heridas, pero también en un lugar donde descubrir otra realidad, otra vida tan alejada de la suya.

Junto a él he conocido a Capa, a Hemingway, a Machado, a la Bella Dorita, al inventor del futbolín e incluso a un Serrat niño.

Porque esta es una novela en la que la realidad y la ficción se enlazan como se trenzan los hilos de los grandes tapices para ofrecernos una imagen de lo que fueron la guerra y la posguerra. De lo que algunos ganaron y de lo que muchos otros, la mayoría, perdieron. De lo difícil que es mantener los ideales y lo fácil que es perderlos cuando nos va en ello la vida o la de aquellos que queremos. De lo fácil que es vivir toda la vida con una idea equivocada, porque en los conflictos lo difícil es encontrar la verdad. De lo difícil que es abandonar nuestras raíces aunque ya no tengamos nada a lo que agarrarnos y de lo increíblemente difícil que es no volver a nuestra tierra aunque esta nos lo haya quitado todo.

 

La guerra nos ha ganado a todos. Ahora toca reconstruir y no destruir.

 

Ha sido una lectura dura y a la vez deliciosa, una lectura en la que la música en forma de rasgueo de guitarra ha puesto la banda sonora. Una lectura en la que Julio Verne y Pablo Neruda acompañan a los protagonistas de principio a fin y no es de extrañar porque “La memoria eres tú” es una novela de aventuras al más puro estilo Verne, pero es también una inevitable historia de amor que dura toda una vida y no hay nadie que canté mejor al amor (es mi opinión subjetiva, obviamente) que Neruda en esa magnífica  “Veinte poemas de amor y una canción desesperada”.

 

Después de tocar sentía que me vaciada y necesitaba llenarme de nuevo. No era agradable, por qué mi música casi nunca lo era.  Era sincera,  era dolorosa,  era profunda y muy muy mía. Tanto que siempre alcanzaba a todos. No era mi intención. Yo solo quería sentir alivio, gritar al  mundo y expresarme de la única forma que había aprendido. La única forma que de verdad me funcionaba. Las veces que sido más sincero ha sido con una guitarra en la mano.

 

¿Que si os aconsejo leer esta historia? Por si no os ha quedado claro con lo leído hasta ahora, os lo resumo: ¡Sin duda hay que leerla!.

Porque la vais a disfrutar, seguro, porque vais a disfrutar con lo que cuenta el autor, y con la sensibilidad con la que lo cuenta, porque vais a disfrutar con su forma de escribir y porque  y porque os va a sorprender esa magnífica conjunción de realidad y ficción que imprime a la novela de una profundidad aun mayor, si cabe.

Esta es la primera novela del autor, pero os aseguro que estoy deseando saber que más historias saldrán de sus manos.

 

¿Quién sabrá quién fui y lo que hice? Las personas podemos existir más allá de la muerte solo si vivimos en  los recuerdos de aquellos que no nos olvidan. Podemos vivir eternamente en las historias que se cuentan. Pero ¿y si no hay nadie a quien contársela? ¿Y si no hay nadie escuchando?

He callado toda mi vida por miedo a recordar y ahora sufro, porque el día  que me vaya, me lo llevaré todo y a todos conmigo. Y eso me angustia más que la propia muerte. ¿Qué significado tiene vivir si no queda constancia, si no dejas nada, aunque sea una pequeña y única huella de tu paso por este mundo?.

3 comentarios:

  1. Ays, con qué ganitas me has dejado... Apuntadísima me la llevo.
    Besotes!!!

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  2. Me encanta , tiene montones de cosas para agradarme! gracias, saludosbuhos!

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