miércoles, 13 de mayo de 2020

El chico de las bobinas


Cervantes, Pere (2020)
El chico de las bobinas
Editorial Destino, Barcelona, 544 pp.
ISBN: 9788423357178

Alguien es testigo de un crimen que no debería haber visto y descubre un objeto que nunca debería haber llegado a sus manos. Una historia sobre el poder del destino.
Barcelona, 1945. Nil Roig es un chiquillo que se pasa el día en bicicleta transportando de un cine a otro viejas bobinas de películas. El día de su decimotercer cumpleaños es testigo de un crimen cometido en el portal de su casa. Mientras el asesino huye después de haberlo amenazado de muerte en caso de no mantener la boca cerrada, el moribundo le entrega el misterioso cromo de un actor de cine de la época; un objeto perseguido y anhelado por un excomandante de la Gestapo y un policía sin escrúpulos. El hecho de que el moribundo le dé el cromo a Nil pronunciando el nombre de David, el padre desaparecido del muchacho, arrastrará a este a resolver un secreto del pasado por el que pagará un alto precio.
En una Barcelona de claroscuros, El chico de las bobinas nos habla de la incomparable fortaleza de esas mujeres, víctimas de la guerra, que enseñaron al mundo cómo sobrevivir, y de esas salas de cine de barrio que permitieron soñar en los años de plomo y se convirtieron en refugio de infancias maltrechas.

En el silencio de una madre el amor siempre vence a la verdad. Porque es justo ahí,  en esa mudez preñada de miedos y anhelos, donde hallará el lugar en el que protegerse de las tinieblas, alentar una infancia podada y encajar los años arrebatados por una guerra. 

En octubre de 2014, con el Palacio de Oriente como telón de fondo conocí a un Pere Cervantes al que había conocido como escritor tras leer “No nos dejan ser niños”, una novela policiaca que acababa de ser publicada y que, sin duda, me había hecho pasar un buen rato.
En aquella comida charlamos sobre su novela e inevitablemente, acabamos hablando de nosotros mismos. Aquel día descubrí que tras un escritor que no había hecho nada más que comenzar su camino, un camino con visos de ser largo, había una magnífica persona que nos conquistó con su sencillez, con su modestia y su simpatía, una persona que propició la charla distendida y las risas  y que nos conmovió con algunos de los episodios que había vivido en su no tan larga vida y que, parecían sacados de alguna novela, y es que, muchas veces, la realidad supera con creces la ficción.
Desde aquel día, todo lo que ha salido de sus manos, ha pasado por las mías, incluso una novela que en aquel encuentro nos regaló con todo su cariño y nos dedico con mucho esfuerzo porque su brazo no pasaba por su mejor momento, un Rompeolas que no ha tenido la proyección de otras de sus obras y de la que prometo hablaros en algún momento.
La Mirada de Chapman llegó a mis manos en un momento complicado en el que mi vida amenazaba con dar un vuelco monumental y Tres minutos de color fue el remedio para despertar del letargo en el que ese vuelco me obligó a parar, mermando mis ganas y mi capacidad de leer, pero esa es otra historia y tal vez la cuente en otro momento.
Golpes, la única de sus novelas que he reseñado hasta ahora, fue una magnífica experiencia que compartí con #SoyYincanera y tras ella, en la feria del libro fueron nuestras últimas risas, nuestra última conversación y la última firma.
El chico de las bobinas se publicó pocos días después de mi cumpleaños y fue uno de mis regalos, un regalo que pedí, un regalo que no fue ninguna sorpresa pero cuya lectura sí lo ha sido.
En estos días extraños que vivimos, el chico de las bobinas ha encontrado su momento entre tantas lecturas pendientes y lo primero que debo decir es, que si aún no lo habéis leído, estáis tardando en hacerlo.

A menudo el infierno es el mejor lugar para pasar inadvertido al diablo.

No es un libro bonito, no esperéis una historia dulce, ni esperéis tampoco una novela negrísima de las que tanto me gustan. La editorial la califica como thriller y no seré yo quien le lleve la contraria, pero creo que la parte del thriller más que ser el centro de la historia es el eje sobre el que orbita la novela sirviéndole al autor como hilo conductor para lo que desea contarnos, para mostrarnos la forma de vivir o, mejor dicho, de sobrevivir en los durísimos años de la posguerra.

La guerra jamás termina cuando se dice, el odio que la alienta es una mala hierba que no deja de crecer.

Estoy segura de que todo aquel que haya leído y opinado sobre la novela ha destacado la valentía de Soledad, su coraje, su voluntad de no dejarse vencer, su arrojo para sacar adelante al hijo que lo es todo en su vida y de ese hijo, para el que su madre es todo, ese hijo que, como tantos otros, tuvo que madurar a la fuerza, ese hijo al que, como a tantos otros les robaron la infancia y la inocencia, haciéndoles vivir situaciones que no deberían vivir ni los niños ni los adultos.

El dolor por ver como una madre se dejaba la vida por verlos crecer era algo que compartían, pero Delfina había ido más allá. Y aunque Nil descubrió en la mirada de Quim un atisbo de rabia, supo en ese momento que los dos estaban dispuestos a dar la vida por ellas.

Seguro que han hablado largo y tendido de Roig, de Quim, e incluso de Gertrude, de Bernier y Koppke.
Supongo que en sus reseñas otros habrán hablado del ambiente gris, triste y frío de esa Barcelona de la posguerra, un color que no era tanto el  propio de la ciudad como el de la mirada de los ojos a través de la que muchos de sus habitantes la veían.
Seguro que han hablado de esa prosa cuidada, pero tan directa y contundente que te llega directa al cerebro y aun más al corazón.
Seguro que muchos han escrito sobre los abusos de unos pocos sobre muchos.
Con seguridad habrán hablado del homenaje al cine y a todos aquellos que hacen posible su magia y de esa censura que determinaba esta y tantas otras actividades de ocio.
Seguro que ha habido cientos de opiniones y seguro que mucho mejores de lo que yo vaya a contaros, pero lo importante para mí, siempre es lo que un libro me hace sentir.
He sentido en cada frase la dignidad de los vencidos, que no de los perdedores, esa vida regida por la  necesidad de salir adelante aún sin atisbo alguno de esperanza... cada personaje arrastrando su propia losa, viviendo con sus propios miedos.

Todo hombre bueno puede dejar de serlo. Un revés de la vida, la crueldad de un semejante o un achaque de locura. En el caso de Bernardo, las razones eran las mismas de siempre: El impío abuso de los vencedores.

He suspirando aliviada cada vez que alguno de ellos comenzaba a ver la luz y me he revuelto de impotencia cuando otro revés de la vida, se ha encargado de bajarles de las nubes, cuando un nuevo  zarpazo ha arrastrado de nuevo su ilusión por el suelo haciéndoles enfrentarse a la única realidad que conocen los vencidos, la de la humillación, la del miedo, la de la desesperanza.

"A menudo un triunfo es simplemente la derrota de tu enemigo, aunque tu no seas el vencedor de la contienda"

Cuántos Paulinos, cuantas Delfinas, cuantos Leos, Bernardos y Bonifacis, cuantas Margaritas y Raimundos y Lolitas… Tal vez con otros nombres y otros rostros poblaron el barrio del Poble- Sec, cuantos Davides, cuantos Blases y Facerías pasearon su valentía y sus ideales por los montes de España, cuantos Espinosas y Valientes poblaron lo más hediondo de las cloacas del Estado, cuantos Raimundos se vieron obligados a traicionar para sobrevivir, cuantos padecieron las consecuencias de una guerra que ni eligieron, ni lucharon, pero que sufrieron. Es una novela, si, pero esas vidas ficticias Pere las convierte en reales de tal manera que me  he sentido arrastrada  por la zozobra, por la congoja  y la  indignación y por una profunda tristeza, por lo que algunos sufrieron, por la impunidad de otros y por la ceguera elegida de otros muchos. Por lo que muchos se vieron obligados a afrontar, por su realidad no aceptada  y que un chivatazo puso al descubierto, o por lo que se presenta como una verdad  y no es más que una burda mentira sostenida en la venganza, en la ambición o en la necesidad de congraciarse con quienes mueven los hilos.

En esos tiempos, señalar al vecino se había convertido en una de las actividades más productiva del nuevo Régimen. El número de ciudadanos honrados convertidos en presos alcanzó cotas impensables.

Es una novela de luchas, de lucha por vivir y por sobrevivir, la lucha por salir adelante, buscando un futuro menos incierto, la lucha por unos ideales colocados por encima de todo...

Cuando la familia de un hombre deja de ser su bandera todo se vuelve incomprensible,  pensó al tiempo que se apartaba de la cara unas lágrimas más propias del rencor que de la ternura. Y es que las verdaderas heroínas se vendían por las esquinas del barrio chino, se convertían en estraperlistas de poca monta como ella o se dejaban la espalda y las rodillas trabajando como mulas. Pero de ellas nadie hablaba en la vanguardia, en los bares del Poble-Sec o en los seriales de la radio. La atención era para ellos, aquellos creadores y partícipes de la guerra que habían decidido convertir a las mujeres en derrotas.
 
Es una historia de venganzas, de la venganza de los cobardes, de los que saben que todas las cartas buenas están en su mano, de la venganza que esgrime sin piedad el ganador, que la ejecuta por su mano o a través de aquellos que se ven obligados a ejercer de brazo ejecutor.
Y es una novela de esperanza y de reconocimiento, un homenaje a ese valor que todos llevamos dentro y que desconocemos que poseemos hasta que llega el momento en que nuestro coraje es la única baza para seguir vivos. Un canto a la amistad y a la generosidad en medio de la ruindad a la que obliga el miedo.
No sé qué será lo próximo, tras Tres minutos de color pensé que el autor no podría superarse, cuando leí golpes tuve que comerme mis palabras. Hoy lo tengo claro. Pere siempre va un paso más allá, siempre consigue tocar una fibra distinta, una fibra más profunda. No puedo decir que no vaya a superarse de nuevo pero puedo afirmar con rotundidad que espero con ansia otra de sus historias, porque estoy segura de que la voy a disfrutar de la primera a la última palabra y porque sé que de ninguna manera saldré inmune de ella.

Mi padre y mi abuela me enseñaron que el único modo de evitar que una vida perra se convierta en una mala vida consiste en creer que mañana todo será mejor.

6 comentarios:

  1. Si ya le tenía ganas, ahora tras leerte más ganas le tengo. Una buenísima reseña.
    Besotes!!!

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    1. Gracias Margari, te aseguro que la reseña no recoge ni la mitad de todo lo que esta historia provoca. Un beso.

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  2. Coincido plenamente contigo, la novela es una montaña rusa de sentimientos, no es una novela bonita como dices, es una historia dura de esas que tocan el corazon, de esas que nos gustan a los lectores. Muy buena reseña!

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    1. A mi me dejo fuera de juego en muchísimos momentos. Es una de esas lecturas que no deben dejarse pasar, verdad? Gracias por pasarte. Besos

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  3. No puedo estar más de acuerdo con tus impresiones. Es una historia tan dura como inolvidable y que, además, está narrada con una prosa y un estilo impecables.

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    1. Ha sido una lectura de las que se quedan grabadas. Gracias por pasarte por aquí, Manuela. Un beso.

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