martes, 10 de agosto de 2021

Las inseparables

De Beauvoir, Simone (2020)

Las inseparables

Lumen, Barcelona, 160 pp.

ISBN: 9788426409478


Una novela inédita, muy íntima, de la gran autora francesa ganadora del Premio Goncourt e icono del feminismo

Escrita en 1954, cinco años después de la publicación deEl segundo sexo, Las inseparables narra la amistad apasionada que une a Sylvie y a Andrée -alter ego de la propia Simone de Beauvoir y de Élisabeth Lacoin (Zaza)- desde que con nueve años se conocen en la escuela. Andrée es alegre, inteligente y atrevida, y Sylvie, una niña formal que se siente irremediablemente atraída por su personalidad arrolladora. Juntas aprenderán a librarse de las convenciones y las expectativas asfixiantes de su entorno, ignorantes del trágico precio que tienen la libertad y la ambición intelectual y existencial. Una historia catártica para la autora, tal vez demasiado reveladora para publicarla en vida, cuya recuperación -junto con algunas fotografías y cartas que sirven de testimonio- constituye un acontecimiento literario.

 

“Les parecía paradójica, irónica, orgullosa: le echaban en cara que fuera levantisca; nunca conseguían pillarla siendo abiertamente descarada porque guardaba cuidadosamente las distancias, y eso era quizá lo que más las irritaba.”

 

La verdad es que para mí, Simone de Beauvoir ha sido siempre la “Inseparable” de Jane Paul Sartre y la autora del segundo sexo, hasta ahí llegaba mi conocimiento de esta autora, a la que hasta hoy no había tenido ninguna inquietud por leer.  Hasta el momento en que este libro se plantó en mi camino, un libro que me fascino por su portada, por su titulo y por su sinopsis, una novela en la que podría conocer la infancia y la adolescencia de Simonne.

Estamos ante una novela autobiográfica en la que la autora varia escasos aspectos de su vida, más allá de los nombres de las protagonistas y la vinculación familiar de algunos otros. Estamos ante una novela autobiografía, pero escrita muchos años después del tiempo en el que ocurrió, lo que supongo supone, una reestructuración de los recuerdos y los sentimientos.

Es una novela corta cuya lectura dura apenas un suspiro pero que me ha sorprendido y me ha hechos disfrutar.

Una novela en la que la autora habla de religión y de esas creencias que aquellos educados en familias y sobre todo, en instituciones religiosas nos marcan en la infancia y, a menudo, en el resto de nuestra vida.

 

“Ya había enarbolado banderolas y arrojado pétalos de rosa al paso del sacerdote cubierto de oro que llevaba el Santísimo; había presumido vestida de primera comunión y besado en dedos de obispos enormes piedras violetas; los Monumentos musgosos, los altares del mes de Maria, los belenes, las procesiones, los ángeles, el incienso: todos esos aromas, esos ballets y esos oropeles resplandecientes habían sido el único lujo de mi infancia. ¡Y qué agradable resultaba, deslumbrada por tanta magnificencia, notarse por dentro un alma blanca y radiante, igual que la sagrada forma en la custodia! Y luego las tinieblas invaden el alma y el cielo, y lo que te encuentras, afincados en ti, son el remordimiento, el pecado y el miedo. Incluso cuando se limitaba a tener en cuenta el aspecto terrenal. “

 

Una novela en la que la autora habla de política, esa política determinada por la inestabilidad de los años 50 del pasado siglo en Francia.

 

“Los espías que daban a los niños caramelos venenosos, los que, en el metro pinchaban, a las mujeres francesas con agujas envenenadas estaba claro que merecían la muerte, pero los derrotistas me tenían perpleja. No probé a preguntarle a mama: siempre contestaba lo mismo que papá.”

 

Una novela en la que la autora refleja a la perfección las limitaciones a las que las mujeres se veían

sometidas a lo largo de aquella época, en la que lo único importante era salvaguardar su honor.

 

“¡Que esclavitud!”, pensé mientras volvía a mi habitación. Ni un gesto que no controlase su madre o su abuela y que no se convierte en el acto en un ejemplo para sus hermanas menores. ¡Ni un pensamiento del que no tuviera que darle cuenta a Dios!.”

 

Limitaciones a las que Simonne, Silvye, en este caso, no se plegaba y que por momentos hicieron tambalear su profunda amistad, no por su diferencia, sino por la diferencia que “el estatus” hacia de ellas.

 

“Con la tranquilidad recuperada al ver llegar a Andree al final de sus estudios sin haber perdido la fe ni las buenas costumbres, satisfecha por haber colocado a su hija mayor, la señora Gallard se mostró liberal toda la primavera.”

 

Y una novela, sin duda, en la que la autora habla de amor, de ese amor adolescente reflejado en su amiga Andree, vivido en una época en que esos amores debían ser invisibles, por la imagen, pero en el caso de Simonne, porque su amor iba más allá, su amor la impulsaba a proteger a su amiga por encima de todo. 

 

“A Andree mi carta le había parecido ridícula y me daba mucha pena: pero ante todo Andree no sospechaba cuanto necesitaba yo compartirlo todo con ella; eso era lo que más me desconsolaba: acababa de darme cuenta de que mi amiga no tenía ni idea de lo que sentía por ella.”

 

Y es que en esta historia la amistad supera el amor, hasta el punto de que la “enamorada” se convierte en carabina del amor secreto de su “amada”, se convierte en una celestina que da alas o a otra historia de amor en la que de nuevo vuelven a confundirse lo terrenal y lo espiritual, un terreno en el que de nuevo se vive la lucha de lo que se desea y lo que se debe ser, hasta llegar a un final triste e inevitable.

 

“-¡Pobre Andree!  Todos quieren salvarla. ¡Y ella lo que quiere es ser un poco feliz en este mundo.

- Andree tiene más sentido del pecado que yo- dijo Pascal-. He visto como la corroían los remordimientos por una historia inocente de la infancia. Si nuestra relación se volviera más o menos turbia, ella jamás se lo perdonaría.”

 

Estamos sin duda, ante una novela intima y sensible, una novela de amistad y de amor, vista desde el prisma de una religión que impone el pecado por encima de cualquier otra opción. Una novela con la que he conocido a una autora a la que, posiblemente no tarde mucho en volver a acercarme.

 

“- Se puede pecar a todas las edades- dijo Andree-, y el amor no lo disculpa todo.” 

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