Cervantes, Pere (2020)
El chico de las bobinas
Editorial Destino, Barcelona, 544 pp.
ISBN: 9788423357178
Alguien es testigo de un crimen que no debería haber visto y descubre un
objeto que nunca debería haber llegado a sus manos. Una historia sobre el poder
del destino.
Barcelona, 1945. Nil Roig es un chiquillo que se pasa el día en bicicleta
transportando de un cine a otro viejas bobinas de películas. El día de su
decimotercer cumpleaños es testigo de un crimen cometido en el portal de su
casa. Mientras el asesino huye después de haberlo amenazado de muerte en caso
de no mantener la boca cerrada, el moribundo le entrega el misterioso cromo de
un actor de cine de la época; un objeto perseguido y anhelado por un
excomandante de la Gestapo y un policía sin escrúpulos. El hecho de que el
moribundo le dé el cromo a Nil pronunciando el nombre de David, el padre desaparecido
del muchacho, arrastrará a este a resolver un secreto del pasado por el que
pagará un alto precio.
En una Barcelona de claroscuros, El chico de las bobinas nos habla de la
incomparable fortaleza de esas mujeres, víctimas de la guerra, que enseñaron al
mundo cómo sobrevivir, y de esas salas de cine de barrio que permitieron soñar
en los años de plomo y se convirtieron en refugio de infancias maltrechas.
En el silencio de una madre el amor
siempre vence a la verdad. Porque es justo ahí,
en esa mudez preñada de miedos y anhelos, donde hallará el lugar en el
que protegerse de las tinieblas, alentar una infancia podada y encajar los años
arrebatados por una guerra.
En octubre de 2014, con el Palacio de Oriente como telón de fondo
conocí a un Pere Cervantes al que había conocido como escritor tras leer “No
nos dejan ser niños”, una novela policiaca que acababa de ser publicada y que,
sin duda, me había hecho pasar un buen rato.
En aquella comida charlamos sobre su novela e inevitablemente,
acabamos hablando de nosotros mismos. Aquel día descubrí que tras un escritor
que no había hecho nada más que comenzar su camino, un camino con visos de ser
largo, había una magnífica persona que nos conquistó con su sencillez, con su
modestia y su simpatía, una persona que propició la charla distendida y las
risas y que nos conmovió con algunos de
los episodios que había vivido en su no tan larga vida y que, parecían sacados
de alguna novela, y es que, muchas veces, la realidad supera con creces la
ficción.
Desde aquel día, todo lo que ha salido de sus manos, ha pasado por
las mías, incluso una novela que en aquel encuentro nos regaló con todo su
cariño y nos dedico con mucho esfuerzo porque su brazo no pasaba por su mejor momento,
un Rompeolas que no ha tenido la
proyección de otras de sus obras y de la que prometo hablaros en algún momento.
La Mirada
de Chapman llegó a mis manos en un momento complicado en el que mi vida
amenazaba con dar un vuelco monumental y Tres
minutos de color fue el remedio para despertar del letargo en el que ese
vuelco me obligó a parar, mermando mis ganas y mi capacidad de leer, pero esa
es otra historia y tal vez la cuente en otro momento.
Golpes, la única
de sus novelas que he reseñado hasta ahora, fue una magnífica experiencia que compartí
con #SoyYincanera y tras ella, en la feria del libro fueron nuestras últimas
risas, nuestra última conversación y la última firma.
El chico
de las bobinas se publicó pocos días después de mi cumpleaños y fue uno de mis
regalos, un regalo que pedí, un regalo que no fue ninguna sorpresa pero cuya
lectura sí lo ha sido.
En estos días extraños que vivimos, el chico de las bobinas ha
encontrado su momento entre tantas lecturas pendientes y lo primero que debo
decir es, que si aún no lo habéis leído, estáis tardando en hacerlo.
A menudo el infierno es el mejor lugar
para pasar inadvertido al diablo.
No es un libro bonito, no esperéis una historia dulce, ni esperéis
tampoco una novela negrísima de las que tanto me gustan. La editorial la
califica como thriller y no seré yo quien le lleve la contraria, pero creo que
la parte del thriller más que ser el centro de la historia es el eje sobre el
que orbita la novela sirviéndole al autor como hilo conductor para lo que desea
contarnos, para mostrarnos la forma de vivir o, mejor dicho, de sobrevivir en
los durísimos años de la posguerra.
La guerra jamás termina cuando se dice,
el odio que la alienta es una mala hierba que no deja de crecer.
Estoy segura de que todo aquel que haya leído y opinado sobre la
novela ha destacado la valentía de Soledad, su coraje, su voluntad de no
dejarse vencer, su arrojo para sacar adelante al hijo que lo es todo en su vida
y de ese hijo, para el que su madre es todo, ese hijo que, como tantos otros,
tuvo que madurar a la fuerza, ese hijo al que, como a tantos otros les robaron
la infancia y la inocencia, haciéndoles vivir situaciones que no deberían vivir
ni los niños ni los adultos.
El dolor por ver como una madre se
dejaba la vida por verlos crecer era algo que compartían, pero Delfina había
ido más allá. Y aunque Nil descubrió en la mirada de Quim un atisbo de rabia,
supo en ese momento que los dos estaban dispuestos a dar la vida por ellas.
Seguro que han hablado largo y tendido de Roig, de Quim, e incluso
de Gertrude, de Bernier y Koppke.
Supongo que en sus reseñas otros habrán hablado del ambiente gris,
triste y frío de esa Barcelona de la posguerra, un color que no era tanto el propio de la ciudad como el de la mirada de los
ojos a través de la que muchos de sus habitantes la veían.
Seguro que han hablado de esa prosa cuidada, pero tan directa y
contundente que te llega directa al cerebro y aun más al corazón.
Seguro que muchos han escrito sobre los abusos de unos pocos sobre
muchos.
Con seguridad habrán hablado del homenaje al cine y a todos aquellos
que hacen posible su magia y de esa censura que determinaba esta y tantas otras
actividades de ocio.
Seguro que ha habido cientos de opiniones y seguro que mucho
mejores de lo que yo vaya a contaros, pero lo importante para mí, siempre es lo
que un libro me hace sentir.
He sentido en cada frase la dignidad de los vencidos, que no de
los perdedores, esa vida regida por la
necesidad de salir adelante aún sin atisbo alguno de esperanza... cada
personaje arrastrando su propia losa, viviendo con sus propios miedos.
Todo hombre bueno puede dejar de serlo.
Un revés de la vida, la crueldad de un semejante o un achaque de locura. En el
caso de Bernardo, las razones eran las mismas de siempre: El impío abuso de los
vencedores.
He suspirando aliviada cada vez que alguno de ellos comenzaba a
ver la luz y me he revuelto de impotencia cuando otro revés de la vida, se ha
encargado de bajarles de las nubes, cuando un nuevo zarpazo ha arrastrado de nuevo su ilusión por
el suelo haciéndoles enfrentarse a la única realidad que conocen los vencidos,
la de la humillación, la del miedo, la de la desesperanza.
"A menudo un triunfo es
simplemente la derrota de tu enemigo, aunque tu no seas el vencedor de la
contienda"
Cuántos Paulinos, cuantas Delfinas, cuantos Leos, Bernardos y
Bonifacis, cuantas Margaritas y Raimundos y Lolitas… Tal vez con otros nombres
y otros rostros poblaron el barrio del Poble- Sec, cuantos Davides, cuantos
Blases y Facerías pasearon su valentía y sus ideales por los montes de España,
cuantos Espinosas y Valientes poblaron lo más hediondo de las cloacas del Estado,
cuantos Raimundos se vieron obligados a traicionar para sobrevivir, cuantos padecieron
las consecuencias de una guerra que ni eligieron, ni lucharon, pero que sufrieron.
Es una novela, si, pero esas vidas ficticias Pere las convierte en reales de
tal manera que me he sentido
arrastrada por la zozobra, por la
congoja y la indignación y por una profunda tristeza, por
lo que algunos sufrieron, por la impunidad de otros y por la ceguera elegida de
otros muchos. Por lo que muchos se vieron obligados a afrontar, por su realidad
no aceptada y que un chivatazo puso al
descubierto, o por lo que se presenta como una verdad y no es más que una burda mentira sostenida en
la venganza, en la ambición o en la necesidad de congraciarse con quienes
mueven los hilos.
En esos tiempos, señalar al vecino se
había convertido en una de las actividades más productiva del nuevo Régimen. El
número de ciudadanos honrados convertidos en presos alcanzó cotas impensables.
Es una novela de luchas, de lucha por vivir y por sobrevivir, la
lucha por salir adelante, buscando un futuro menos incierto, la lucha por unos
ideales colocados por encima de todo...
Cuando la familia de un hombre deja de
ser su bandera todo se vuelve incomprensible,
pensó al tiempo que se apartaba de la cara unas lágrimas más propias del
rencor que de la ternura. Y es que las verdaderas heroínas se vendían por las
esquinas del barrio chino, se convertían en estraperlistas de poca monta como
ella o se dejaban la espalda y las rodillas trabajando como mulas. Pero de
ellas nadie hablaba en la vanguardia, en los bares del Poble-Sec o en los
seriales de la radio. La atención era para ellos, aquellos creadores y
partícipes de la guerra que habían decidido convertir a las mujeres en derrotas.
Es una historia de venganzas, de la venganza de los cobardes, de
los que saben que todas las cartas buenas están en su mano, de la venganza que
esgrime sin piedad el ganador, que la ejecuta por su mano o a través de
aquellos que se ven obligados a ejercer de brazo ejecutor.
Y es una novela de esperanza y de reconocimiento, un homenaje a
ese valor que todos llevamos dentro y que desconocemos que poseemos hasta que
llega el momento en que nuestro coraje es la única baza para seguir vivos. Un
canto a la amistad y a la generosidad en medio de la ruindad a la que obliga el
miedo.
No sé qué será lo próximo, tras Tres minutos de color pensé que el autor no podría superarse,
cuando leí golpes tuve que comerme
mis palabras. Hoy lo tengo claro. Pere siempre va un paso más allá, siempre
consigue tocar una fibra distinta, una fibra más profunda. No puedo decir que
no vaya a superarse de nuevo pero puedo afirmar con rotundidad que espero con
ansia otra de sus historias, porque estoy segura de que la voy a disfrutar de
la primera a la última palabra y porque sé que de ninguna manera saldré inmune
de ella.
Mi padre y mi abuela me enseñaron que
el único modo de evitar que una vida perra se convierta en una mala vida
consiste en creer que mañana todo será mejor.
Si ya le tenía ganas, ahora tras leerte más ganas le tengo. Una buenísima reseña.
ResponderEliminarBesotes!!!
Gracias Margari, te aseguro que la reseña no recoge ni la mitad de todo lo que esta historia provoca. Un beso.
EliminarCoincido plenamente contigo, la novela es una montaña rusa de sentimientos, no es una novela bonita como dices, es una historia dura de esas que tocan el corazon, de esas que nos gustan a los lectores. Muy buena reseña!
ResponderEliminarA mi me dejo fuera de juego en muchísimos momentos. Es una de esas lecturas que no deben dejarse pasar, verdad? Gracias por pasarte. Besos
EliminarNo puedo estar más de acuerdo con tus impresiones. Es una historia tan dura como inolvidable y que, además, está narrada con una prosa y un estilo impecables.
ResponderEliminarHa sido una lectura de las que se quedan grabadas. Gracias por pasarte por aquí, Manuela. Un beso.
Eliminar