viernes, 4 de diciembre de 2020

El Club del Crimen de los Jueves

Osman, Richard (2020)

El Club del Crimen de los Jueves

Espasa Libros, Barcelona, 464 pp.

ISBN: 9788467060225

 

No subestimes el talento de un grupo de abuelos.

En un pacífico complejo privado para jubilados, cuatro improbables amigos se reúnen una vez a la semana para revisar antiguos casos de asesinatos locales que quedaron sin resolver. Ellos son Ron, un exactivista socialista lleno de tatuajes y revolución; la dulce Joyce, una viuda que no es tan ingenua como aparenta; Ibrahim, un antiguo psiquiatra con una increíble capacidad de análisis, y la tremenda y enigmática Elizabeth, que, a sus 81 años, lidera el grupo de investigadores aficionados… o no tanto.

Cuando un promotor inmobiliario de la zona es hallado muerto con una misteriosa fotografía junto al cuerpo, El Club del Crimen de los Jueves se encuentra en medio de su primer caso real. Aunque sean octogenarios, los cuatro amigos guardan algunos trucos en la manga.

¿Podrá este grupo poco ortodoxo pero brillante atrapar al asesino?

 

A todo el mundo le encanta un buen asesinato, aunque nadie lo reconozca en público.

 

Hace más de treinta años, mis padres, junto a un grupo de amigos de los de toda la vida, comenzaron a acariciar un proyecto. Un proyecto innovador para aquellos momentos que consistía, básicamente, en comprar unos terrenos y sobre ellos construir una serie de apartamentos independientes pero ubicados bajo el paraguas de una serie de zonas y servicios comunes que les dieran cobertura, seguridad e independencia cuando, años más tarde se encontraran en el momento de su jubilación.

Este proyecto nunca llegó a llevarse a cabo y muchos de los ideólogos del mismo ya no están entre nosotros, pero estoy segura de que de haberlo hecho realidad, su “comunidad” tendría bastante que ver con la que me he encontrado al leer El club del crimen de los jueves, incluso me atrevería a decir que alguno de estos maravillosos ancianos podría haber sido cualquiera de las personas reales de la que os hablaba más arriba. Pero bueno, que me voy del tema y hoy  lo que toca es hablar de una novela que me ha divertido y entretenido a partes iguales.

 

Coopers Chase es una comunidad y, en opinión de Ibrahim, los seres humanos están hechos para vivir en sitios como ése. Allí, cada vez que quieres estar solo, puedes cerrar simplemente la puerta de casa, y cuando quieres compañía, puedes volver a abrirla.

 

Para comenzar voy a centrarme en el escenario en que se desarrolla la novela. Un paisaje bucólico situado en la campiña del condado de Kent, un paisaje verde que yo he imaginado extrañamente soleado. Un paisaje descrito de forma exquisita, detallada sin ser excesiva, un paisaje que a lo largo de la novela te lleva por suaves colinas, por granjas apartadas, por lujosas construcciones, por calles pintorescas llenas de cuidados negocios e incluso por un antiguo cementerio cuyos huesos corren el riesgo de ser expulsados de “su descanso eterno” debido a la desmedida ambición inmobiliaria.

 

Vuestro cuerpo reposaría entonces en otro lecho individual, bajo una sencilla lápida, junto a las hermanas Margaret y las hermanas Mary de generaciones anteriores. Si alguna vez habíais tenido sueños, podrían desplegarse ahora sobre las verdes colinas, y si habíais tenido secretos, quedarían a salvo para siempre entre las cuatro paredes del convento.

 

Y si el paisaje es una maravilla no lo son menos los personajes que se pasean por él. Estamos ante una novela coral, en la que los cuatro protagonistas principales rivalizan en importancia:  Ron es un exactivista socialista lleno de tatuajes y revolución que aprovecha cualquier ocasión para revivir sus tiempos de agitación de las masas, aunque sus oportunidades son cada vez menos.

 

Ron ha demostrado que la lectura de los atestados policiales con el convencimiento de que la policía te está mintiendo es una técnica asombrosamente eficaz.

 

Ibrahim es un psiquiatra jubilado que, aun conserva en su poder muchos de los expedientes de sus antiguos pacientes a los que sigue aplicando su tremenda capacidad analítica.

 

A Ibrahim le gusta la idea de quedarse conversando hasta tarde. Cuando Ron se vaya, solamente le quedará leer, hacer más listas y meterse por obligación en la cama, a esperar un sueño que cada vez le cuesta más conciliar.

 

Elizabeth, el alma del club del crimen de los jueves, es la única protagonista de la que desconocemos su profesión, aunque a través de las pistas que el autor va deslizando a lo largo de la novela podemos llegar a imaginar. Es una mujer decidida y cabezota, una mujer que ha perdido el miedo a las consecuencias cuando se trata de hacer lo que considera correcto, o es que, tal vez no tuvo ese miedo nunca.

 

Aun así, imagino que debe de estar apenada, porque su amiga le ocultó ese secreto. Elizabeth y Penny estaban muy unidas. Las dos tenían sus secretos, pero el de Penny era el más grande. Eso tiene que dolerle a Elizabeth.

 

Y por último, tenemos a Joyce, una mujer aparentemente ingenua, una enfermera jubilada que por su carácter risueño y tranquilo, sereno y comprensivo acaba siendo la persona a la que todos consideran digna de dar consejo.

 

A mí no me importa escuchar argumentos grandilocuentes, ver cómo se desafían unos a otros, oír las iracundas amenazas de acciones judiciales y esperar a que se vayan serenando los ánimos. Entonces intervengo y sugiero que tal vez haya una manera de solucionarlo, o un arreglo que contente a todos, o la posibilidad de reconocer que los perros son perros y ésa es su naturaleza. Nadie de aquí se siente intimidado por mí, nadie me considera una rival. Soy simplemente Joyce, la amable y parlanchina Joyce, que siempre mete la nariz en todo.

 

Junto a todos ellos aparecen varios personajes secundarios, tan magníficamente perfilados como los


cuatro anteriores. Otros jubilados como Penny, John, Bernard o Stephen. El Inspector Jefe Crhis Hudson  y la agente Donna de Freitas, a quienes el club se empeña en ayudar cuando los casos hipotéticos que analizan en el club son sustituidos por un caso real que les toca de cerca. Gordon y Karen Playfair, últimos propietarios de las tierras colindantes a Coopers Chase. Los promotores de este complejo Tony Curran e Ian Ventham que priman, por encima de todo la rentabilidad del negocio. Y junto a ellos Bogdan, un constructor polaco, el padre Matthew Mackie  y Jason Rotchie y Joana, hijos respectivamente de Ron y de Joyce.

Todos estos personajes, entre los que encontraremos vivos y muertos, entretejen con sus relaciones, sus investigaciones y sus propias vidas presentes y pasadas, una trama atractiva que se bifurca en varias subtramas  lo que hace de esta una historia menos sencilla y mucho menos lineal de lo que en principio pudiera parecer.

Estamos ante una novela que se desliza a velocidad de vértigo ante nuestros ojos. En la que se suceden asesinatos rodeados de múltiples  misterios  que es necesario desentrañar para llegar al fondo del asunto.  Una novela compuesta por capítulos cortos en los que se alterna la narración de la trama a través de una voz externa, con el diario de Joyce  que el autor aprovecha para incluir las reflexiones, para aportar la perspectiva más psicológica de los personajes, pero también para incluir los “chascarrillos y chismorreos” esa parte de la novela que te obliga a sonreír entre tanta trama negra.

 

Recuerdo que me llevé la mano a la barbilla y me di un par de golpecitos en los labios con los dedos antes de responder, como hacen a veces en televisión los entrevistados. Es un gesto de persona lista.

 

Ha sido, sin duda, una novela que he disfrutado de principio a fin, una novela escrita con el ritmo justo y con la justa equidad entre la muerte, la vida y el humor. Una novela que ha sido mucho más de lo que mis, ya de por sí, altas expectativas esperaban de ella. Una novela que habla de la muerte, si, pero que habla sobre todo del amor por la vida, de la amistad, de la ilusión y de la motivación por seguir adelante sean cuales sean las circunstancias de la vida y sea cual sea nuestra edad. Es una novela que rinde un sentido homenaje a nuestros mayores y sobre todo al valor que pueden y deben de seguir aportando a nuestra sociedad.

Asique, si me preguntáis si recomiendo su lectura, mi repuesta es un rotundo SI, no vais a arrepentiros,
ya me lo contareis.

 

Hace años, todos los actuales vecinos de la comunidad tenían que madrugar porque había mucho que hacer y el día tenía un número limitado de horas. Ahora madrugan porque hay mucho que hacer y la vida tiene un número limitado de días.

2 comentarios:

  1. Pues tiene muy buena pinta y no lo conocía, así que apuntado queda.
    Besotes!!!

    ResponderEliminar
  2. Yo lo he disfrutado un montón. Besos

    ResponderEliminar