Martínez Pineda, Carmen (2019)
El Aval
Última Línea, Málaga, 229 pp.
ISBN: 9788416159864
Jesús, combatiente del bando republicano durante la guerra civil española, es condenado a muerte, acusado de delito de sangre. Su hermano Rafael, su suegro, Basilio, su esposa, Catalina, y algunos amigos inician una búsqueda de avales a contrarreloj para conmutarle la pena. Durante el proceso saldrán a la luz los acontecimientos más controvertidos en los que Jesús participó, antes y durante la guerra, y su supuesta radicalización política, así como su apasionada relación con Catalina. Pero la realidad nunca está sujeta a un único punto de vista y se irán alternando voces de personajes que, desde ópticas drásticamente opuestas, relatarán los mismos sucesos. ¿Fusiló Jesús a ese hombre por imposición de un superior o le movían otras motivaciones? ¿Qué relación mantuvo con su víctima? Para Rafael lo que empieza siendo un intento de liberar a su hermano, se acaba convirtiendo en una obsesión por alcanzar la verdad y desentrañar los claroscuros que envuelven su vida.
“La verdad es
relativa-. Raúl Soriano sopló el café y un vapor de ponzoña humeó por el bar.-
Y nunca queda a salvo de la acción de la memoria, que siempre es selectiva y
caprichosa”.
Antes
de empezar a hablaros de esta novela me gustaría dar las gracias a la
iniciativa #MasaCritica de @BabelioEspañol por la oportunidad de conocer estas
“joyitas” y por supuesto a la editorial por poner en mis manos esta novela y a
la autora por escribir una historia tan especial.
Nos
encontramos ante una novela atípica que no sigue la norma general ni en cuanto
al objeto de la trama, ni en cuanto a la forma en que está narrada.
En
cuanto al objeto de la trama, el título lo condensa todo, El Aval, pero no un
aval de esos de los que hoy nos exigen los bancos, no un aval económico, sino un
aval moral, ese que la RAE define como la “Garantía que alguien presta sobre la
conducta o cualidades de otra persona.”
Y que
en el tiempo que nos ocupa (1941), recién terminada una guerra, era la única
posibilidad que tenían los presos del bando perdedor, condenados a muerte, de
que la pena capital se conmutara por un
número de años encerrados en la cárcel, mayor o menor en función de la
importancia de quien firmara el aval. Y claro, debemos tener en cuenta que los
vencidos no contaban con muchos amigos entre aquellos que en la guerra, y en
muchos momentos antes de la misma habían sido y aun más tras ella, eran
acérrimos enemigos.
Y esta es la historia, la búsqueda incesante de Rafael, el hermano del reo, y de Catalina, su mujer, del mayor número de firmas que puedan salvar a Jesús de las seguras garras de la muerte.
La
forma de contar la trama carece de un narrador específico, pues esta función se
alterna entre las voces de quienes nos van narrando los recuerdos que tienen
del protagonista, los pros y los contras para estampar su firma en ese papel.
Estas
dos características requieren, sobre todo al principio, hasta que te
familiarizas con la estructura, cierta concentración en la lectura. Pero, a la
vez, esta forma de narrar directa, sin descripciones que te desvíen de la idea
principal, suponen un aliciente para querer avanzar en la historia, para
conocer una pieza más de ese pachtwod que es, no solo la vida de Jesús, sino la
vida de su familia, la de su mujer que lo espera y de la de todo un pueblo.
Los
personajes, que no son muchos, y que la autora nos presenta antes de comenzar
la historia, quedan más retratados por sus acciones y actitudes, por sus gestos
y sus palabras que por la descripción que la autora hace de ellos a lo largo de
la trama. Entre estos personajes hay
familia, hay políticos, curas, caciques de pueblo, intelectuales, mujeres de
vida alegre… hay, entre todos ellos amigos y enemigos de nuestro protagonista,
hay quienes se sintieron ayudados y apoyados por Jesús, pero hay también y
sobre todo una mayoría que se han sentido agraviados por él.
Hay
quienes le defienden, con la boca chica, eso sí, porque significarse en el
bando de los perdedores defendiendo a un perdedor, y más en ese asfixiante
clima rural, en el que todos saben de todos, es colocarse una diana en la
espalda, es arriesgarse a acompañar al condenado en su aventura o a iniciar,
incluso, una aventura aun peor.
Ahora, en el
silencio contenido de esta cárcel que es nuestro país, entre estás cuatro
paredes con grietas por donde se me escapa la vida, y a murmullos para que ni un vecino escuche y nos delate,
así lo digo. Ahora que hablar es casi un prodigio, casi un milagro, y tenemos
que andar todos susurrando, a usted se lo confieso, padre, porque necesito
limpiar mis culpas y purificar mis pecados antes de irme.
Pero hay también quien le defiende a ciegas, a pecho descubierto, su hermano, su mujer, sin que vacilen sus sentimientos, sin que se quiebren su confianza y su amor, a pesar de las versiones que de él van desgranando aquellos a los que pretenden convencer de que les ayuden a salvarlo.
A veces nos obstinamos en creer, incluso en confirmar nuestras creencias con
una fuerza de pedernal, para no encontrar la verdad, para esquivarla. Eso había
hecho yo unos años antes: amordazar la verdad que empujaba en sus gargantas. Y
después la había enterrado.
Y es
que este aval va mucho más allá de la mera escritura de una carta, se trata, sobre
todo de convencer a quienes nada les importa la suerte del condenado o incluso
se alegran de ella, de pasar del blanco al negro, de convertir al culpable en
inocente, de descreer las versiones que lo acusan y transmutarlas en aquellas
que lo perdonan. Y es difícil, porque en cada verdad, existen múltiples
verdades, porque cada uno “cuenta la feria según le va en ella” y porque,
además, la memoria es traicionera, y las lagunas del recuerdo las llenamos con
lo que creemos que pasó o con lo que nos contaron que pasó, o con lo que nos
gustaría que hubiera pasado. Y esos datos incorrectos se integran en nuestra
memoria como una parte de nuestra verdad.
Y este
es el verdadero eje de la novela, llegar a discernir cual es la VERDAD de los
hechos conocidos, llegar a dilucidar si el protagonista es ángel o demonio. Y
la autora trabaja este aspecto con autentica maestría; narra todos los puntos
de vista en una historia llena de flashbacks y de conversaciones en las que no
llegas a tener claro si quien habla puede considerarse amigo o enemigo, en la
que no eres capaz de tener claro si quien habla dice la verdad o miente… y te
lleva de la mano a formarte una idea propia que es capaz de derribar pocas
páginas después con una nueva versión de los mismos hechos.
Estoy cansado de evocar cosas que apenas recuerdo. Entre usted, este y Joaquín me tienen la memoria atrofiada, que ya no sé qué ocurrió de verdad ni que empiezo a inventar de tanto andar rememorando.
Esta
novela, aparentemente breve, es una novela que hay que leer despacio, una
novela que te lleva a la reflexión, sobre las circunstancias que propiciaron la
guerra civil, los excesos que se vivieron en ella y lo que trajo después. Esa
posguerra que, para algunos, fue incluso peor que la propia lucha en el campo
de batalla. Dividida en siete capítulos, más o menos extensos, designados por
las fases de la pasión de Cristo (Anunciación, Pasión, Calvario, Muerte y
Resurrección) y del sacramento de la confesión (Confesión y Penitencia), la
autora identifica cada uno de los capítulos con el momento que vive el reo,
encabezando cada uno de ellos de una carta escrita por el mismo desde la cárcel
y que constituirán, al final, la clave de quien es quien y cuál fue su papel y
su fin en esta historia.
“Harta estoy de
muertes. No han bastado los muertos de la guerra que ahora seguimos ansiando
más muertes. Es inhumano que un hombre o una mujer tengan que morir para que
otro viva. Es inhumano e inmundo, papá”
“La guerra de
inhumana e inmunda, Catalina. Eso deberías saberlo”.
[…]
“No sé qué es
peor, sí la guerra o está posguerra qué oprime y asfixia a las gentes más si
cabe que la guerra. Porqué ni el consuelo de pegar dos tiros al viento nos
queda”.
Es
esta una historia de lucha, de arrepentimiento, de cobardías y valentías… pero
es sobre todo, una historia de perdón, de ese que fácilmente brindamos a los
demás, pero que nos resulta difícil, casi imposible concedernos a nosotros
mismos y a nuestras debilidades.
“Lo hecho, hecho
está. Él tuvo sus ideas. Luchó por sus ideas. Eso no es malo. Mejor eso que
vivir como un parasito”.
Mi madre me miró a
la cara y se acercó a medio palmo del
resople de mi aliento.
“¿Qué estás
diciendo? Tú hiciste lo que tenías que hacer, Rafael. ¿Qué pretendías, dejamos
aquí solas, dos mujeres solas sin un hombre que las cuidara, eso pretendías?”
“Solo sé, mamá,
qué tal vez, si yo hubiera ido también, las cosas habían sido distintas. Mi
obligación como hermano era estar junto a el.”
“Tú obligación era
estar aquí, velando por tu madre y por tu cuñada”
“Pero me escondí,
mamá. Tampoco os velé ni os cuide. Simplemente me escondí como un cobarde”
Harta estoy de
hombre que se creen hombres para irse a pegar tiros. Aquí es donde debía haber
estado tu hermano, cuidando de la familia. Si en lugar de alistarse voluntario
se hubiera escondido en las montañas, cómo tú, otro gallo nos habría cantado.
Míralo ahora y mírame a mí, pudriéndome
por dentro de esta amargura que no me cabe en el pecho.
Muchas gracias por esta preciosa reseña y por el esmero que se nota que has puesto en la lectura de mi novela. Me gustaría compartirla en mis redes sociales.
ResponderEliminarMuchas gracias a ti, ha sido una delicia leer una historia tan dura y tan bien narrada. Hasta la próxima. Puedes compartir donde quieras, faltaría más :). Un abrazo.
EliminarHola!
ResponderEliminarTiene que ser una lectura dura pero a la vez necesaria, un libro que nos hará pensar pero que también nos tendrá en vilo por saber cuál es la verdad. Creo que merecerá mucho la pena leerlo.
Besos!
Gracias por pasarte, es una novela distinta y mucho mas interesante que lo que la sinopsis refleja. Ha sido una grata sorpresa. Besos
EliminarMuchas gracias por tu comentario, me alegra que el post te resulte interesante. He pasado por tu blog y ¡Que maravilla!, la cantidad de "palos que tocas" así que me he quedado de seguidora y te iré leyendo.
ResponderEliminarNos leemos.:)