martes, 8 de septiembre de 2020

Seguiré tus pasos


Santos, Care (2020)
Seguiré tus pasos
Ediciones Destino, Barcelona, 512 pp.
eBook
ISBN: 9788423357420

Reina, una mujer acostumbrada a tomar sus propias decisiones, recibe una llamada inesperada que puede cambiarlo todo: ha aparecido una carta repleta de secretos que su destinataria nunca leyó y que revela una nueva verdad. Al mismo tiempo, alguien pretende abrir la tumba  de su padre, José Gené, muerto en extrañas circunstancias hace más de cuarenta y cuatro años en un pueblo de los Pirineos.
La historia de su padre, y de aquellos que lo rodearon, llevará a la protagonista hasta Conques, una pequeña localidad de la provincia de Lleida, pero también a un día de un pasado lejano, el 26 de enero de 1939, cuando las tropas de Franco tomaron Barcelona. Un día de vencedores y vencidos después del cual nada volvió a ser como antes.
Care Santos reflexiona sobre la necesidad de conocer la auténtica verdad que esconde nuestro pasado en una novela absolutamente fascinante.
Nunca estamos preparados para saberlo todo.


Pero supongo que el pasado no se puede escoger. Y Aurora, rotunda como ella la recordaba: —¡Ya lo creo que sí! El pasado depende de ti, cariño. Eres tú quien escoge lo que quiere hacer con él.

Hace más de dos años que leí y compartí mi opinión sobre "Todo el bien y todo el mal", primera parte de la biología de Care Santos. Tal vez parezca que ha pasado demasiado tiempo hasta llegar a seguiré tus pasos, pero lo cierto es que la espera ha merecido la pena.  Nada más comenzar la primera página he sentido el subido de reencontrarme con Reina, esa mujer que después de tantos meses aún estaba fresca en mi memoria.
Si en la primera parte conocimos a una Reina anclada al presente que apenas abre resquicios a ese pasado que pueda acercarnos a su historia, en esta, los ojos se vuelven al pasado, recuperando personajes apenas esbozados en Todo el bien y todo el mal. Un pasado que se hace presente, no hay más remedio, y en el que la autora nos permite conocer los orígenes de Reina, la tortuosidad de ese pasado que siempre le fue hurtado, porque hay cosas que es mejor olvidar aunque sean mentira.
Sigue siendo esta una novela de padres e hijos, de relaciones familiares no siempre idílicas y en muchos casos desconocidas y a menudo silenciadas, historias familiares basadas en suposiciones, malentendidos,  verdades tergiversadas o, simple y llanamente, mentiras.

Reina nunca cuestionó nada, como nadie cuestiona lo que le cuentan de niño. La versión de su madre era la única posible.

Y Reina sigue siendo Reina, autosuficiente, reservada, desapegada y un poquito, bastante, obstinada. Y sigue escondiendo sus pensamientos y más aun los sentimientos.
Pero su facilidad para escabullirse de las relaciones interpersonales choca de frente con la forma de relacionarse en las pequeñas comunidades como Conqués, donde todos se conocen, para bien o para mal, donde la dueña de una casa rural se comporta como una madre amantísima, donde el “rarito” es dueño de un pueblo completo y donde la encargada del bar es la guardiana de secretos y la expendedora de habladurías.
Si en la novela anterior Care nos hacía plantearnos una ingente cantidad de dilemas morales, no lo es menos en esta ocasión. Aborda, sin paños calientes, los abusos durante los meses previos a la Guerra Civil, durante la misma y, más aún, durante la posguerra. La entrada en Barcelona en la que los ganadores, como en otras zonas de España, tuvieron la oportunidad de resurgir de las cenizas de la guerra a costa de pasar como apisonadoras por encima de quienes lo perdieron todo. Los estragos de la guerra que pueden arrasar el espíritu y el amor de personas naturalmente nobles. La codicia y el ansia de poder de quien tiene en sus manos la vida, no solo material de sus semejantes…

Al comienzo lo contaban como si fuera un cuento o una pesadilla: unos desconocidos paraban un coche frente al portal de una casa cualquiera, entraban en ella y se llevaban al primer hombre que encontraran dentro, y a esa persona nadie volvía a verla nunca más.
Patrullas de control, las llamaban. Decían que los llevaban a la carretera de la Rabassada, donde los hacían salir y los tiroteaban sin más motivo que haberlos visto un día entrando en misa o haber sabido que tenían amistad con algún sacerdote. Excusas para ocultar la rabia de siempre: la de los pobres contra los ricos, la de quienes nada tienen contra quienes tienen de más, la de quienes piensan de un modo contra quienes creen en lo contrario.

Care nos pone frente a lo peor del ser humano en la peor de las situaciones y las consecuencias que,  
siendo insignificantes para quien las provocan, son determinantes para quien las sufre. Y nos pone también frente a esa capacidad del ser humano de sobreponerse a las peores circunstancias, de sobreponerse y de reinventarse, para poder seguir viviendo, a pesar de todo. Y si los hombres tuvieron que sobreponerse a lo vivido en los campos de batalla no fue menos la capacidad de reacción de las mujeres que quedaron en la retaguardia y a las que la autora hace en sus páginas un gran homenaje.

Tardó unos cuantos años en comprender que el silencio no es una forma de olvido, sino de irresponsabilidad. Que en realidad la Guerra Civil solo había acabado para quienes sacaban algún beneficio del silencio. Que no quedaban tantos años para buscar respuestas antes de que llegara más olvido, más oscuridad. Antes de que fuera irreparable. Que desenterrar el pasado la ayudaría a entender y a encajar las piezas del rompecabezas de su presente.

Una historia llena de silencios familiares que se van llenando de palabras, a  través de los recuerdos de quien aún recuerdan. Porque también afronta la autora la carga del alzhéimer  en los que conviven con él, esa enfermedad que borra lo que fuimos al borrar de nuestra mente todo aquello que vivimos.

Ya no queda nada de ella. Solo un caparazón aferrado a la vida. Incluso la música se ha vuelto un ruido sin sentido.

Ha sido una lectura magnifica, como todas las que he realizado de la autora que, sin duda, sigue siendo una de mis preferidas y de la que espero no tardar mucho en volver a disfrutar de una nueva historia.

El silencio es un modo de relacionarse con el pasado. Muy común, me temo. Toda una generación, puede que dos, guardaron silencio. Lo que ocurrió era demasiado terrible para hablar de ello.

lunes, 7 de septiembre de 2020

El caso Hartung


Sveistrup,  Soren (2019)
El caso Hartung
Roca Editorial, Barcelona, 528 pp.
ISBN: 9788417305659

Una ventosa mañana de octubre en un tranquilo suburbio de Copenhague, la policía realiza un terrible descubrimiento. Una joven ha sido asesinada y abandonada en un parque infantil. Le han amputado una mano y sobre el cadáver cuelga una pequeña figura hecha con castañas.
La joven inspectora Naia Thulin es la encargada del caso. Su compañero, Mark Hess, es un inspector descontento que recientemente ha sido expulsado de la sede central de Europol, en la Haya. En la figura de castañas descubren una misteriosa huella que les llevará a una niña, la hija de la ministra de Asuntos Sociales Rosa Hartung, desaparecida un año antes y que presuntamente está muerta. Un hombre confesó el crimen en su momento y el caso consta como resuelto y cerrado desde hace varios meses.
Al cabo de poco aparece otra...

Los muertos no deben hacer sombra a los vivos. Eso era lo que habían repetido los psicólogos y los terapeutas y, en este momento, todas y cada una de las fibras de su cuerpo le decían que tenía razón.

Esta es una de esas novelas que están en la estantería esperando su turno de lectura y que cada vez que tus ojos tropiezan con ella eres consciente de que te estás perdiendo una buena historia, pero los libros que van llegando se van colocando por delante y la novela queda relegada a un momento propicio que, por fin, llegó en estos extraños meses de confinamiento.
Esta historia llevaba esperando su turno desde el año pasado y confieso que, al finalizar, su lectura no he podido más que arrepentirme de no haberlo leído antes.

Los protagonistas no son una pareja típica, ni siquiera son investigadores típicos; de hecho, en lo profesional son una pareja que lejos de estar motivados por resolver el caso que llevan entre manos están más preocupados por escapar, cada uno por sus motivos y motivaciones de su situación actual.
En lo personal Naia es una mujer independiente, en lo profesional, una mujer decidida acostumbrada a trabajar en un mundo de hombres y muy bien considerada en un puesto en el que se considera estancada y para la que una muerte, solo es la oportunidad de resolver un caso rápidamente y poder emigrar a otros destinos profesionales que le resultan mucho más atractivos.

Si quieres hacer el papel de machito alfa con pasado misterioso, adelante. Hay tantos tipos así en comisaría que podrían  montar un equipo entero de futbol sin problema.

Hess, por su parte, es un hombre taciturno y poco comunicativo. Un policía acostumbrado a trabajar
solo y sin supervisión, en casos internacionales en los que poder ser absolutamente independientes. Para él, resolver el caso que le encomiendan con una compañera que no conoce, a la que no tiene interés en conocer y por la que no hace nada por coordinarse, solo es la opción de volver a su destino anterior, a su zona de confort.

Lo bueno de su trabajo es que nadie le controla. El sistema es tan enorme y laberíntico que es fácil escabullirse.

El único problema es que ambos son dos profesionales competentes, a los que no les gusta dejar cabos sueltos. Son una pareja que en lo personal no son tan capaces, también he de decirlo, pero siempre he defendido que para trabajar con alguien no es necesario que te caiga bien y este es un magnífico ejemplo. Thulin y Hess, a su pesar, son una pareja de investigadores capaces de compenetrarse y trabajar en un caso, el que les ocupa, no tan sencillo como parecía en inicio y que además parece relacionado con otro que se resolvió, aparentemente en falso, convirtiéndose  en el primero de unos cuantos crímenes semejantes.
Y es esa incesante búsqueda de la verdad lo que les lleva a nadar contracorriente, enfrentándose a compañeros y superiores… y es que a nadie le gusta que le recuerden que no ha llevado a cabo su trabajo correctamente.

-              ¡Es mi obligación! quien tiene conocimientos acerca de algo está obligado a compartirlo con el otro. Lo siento mucho, pero es lo que hay, no puedo remediarlo.

Y aquí es cuando realmente comienza la investigación, una trama que, a pesar de sus más de 500 páginas se lee en un suspiro, porque la historia no te permite pausas, porque cada pista te lleva a una nueva encrucijada, porque cada crimen está relacionado, pero no eres capaz de ver cómo sino a través de los ojos de los protagonistas.
Las muertes son crueles, al más puro estilo de las novelas nórdicas, y la trama es igual de compleja que éstas. El final inesperado y la relación entre la trama y el titulo que no se descubre hasta los últimos capítulos de la novela hacen que me haya parecido una lectura redonda.
No conocía a su autor ni las series que ha creado, pero estoy segura de que si su trayectoria como escritor continua yo le seguiré como lectora. Ha sido sin duda una de las novelas del estilo de las que disfruto “como una niña pequeña”.

Lo que había hecho siempre era huir. Había corrido lo más rápido que había podido, con la oscuridad pisándole los talones. Y algunas veces lo conseguía. Cuando se instalaba en los pequeños oasis que le ofrecían ciertas ciudades europeas y su cabeza podía concentrarse en las nuevas impresiones y retos. Pero la oscuridad siempre acababa alcanzándole y se fusionaba con los recuerdos y las caras muertas que se acumulaban en su cabeza.

jueves, 3 de septiembre de 2020

El jardín de los espejos

Ruiz, Pilar (2020)

El jardín de los espejos

Roca Editorial, Barcelona, 480 pp.

ISBN: 9788417541088

 


El monte de forma cónica, diferente a todos los del valle, guarda un tesoro en su interior: las magnéticas pinturas rupestres de las cuevas de El Castillo, creadas por el ser humano hace 30.000 años, junto a los valles del río Pas entre montañas verdes, muy cerca de la cueva mítica de Altamira. Las leyendas que atraviesan estas montañas y a sus habitantes salen a la luz en El jardín de los espejos.

En la actualidad, Inés llega desde Madrid con el encargo de documentar una futura película sobre la vida y la obra de un artista maldito obsesionado con las pinturas rupestres de la zona. Se aloja en "El jardín del alemán", una casona rural cerrada durante los meses de invierno y, en su investigación, descubre sucesos insólitos, apariciones, rituales antiquísimos, brujas clarividentes, recuerdos perdidos y un cuadro sin firma.

En 1949, Amalia huye de su marido y de sí misma para habitar esa misma casa, su mundo se ha venido abajo y no sabe cómo reconstruirlo. La única manera de descubrir su camino es pintar un cuadro en el que aparece una mujer misteriosa, a la que nadie más ha visto.

Y en 1919, en la misma casa, la fotógrafa Elisa espera la vuelta de su amante, uno de los participantes en la primera exploración de las cuevas de El Castillo que ha desaparecido en la Gran Guerra. Mientras, sigue haciendo fotografías, lo único que ha impedido que caiga en la desesperación.

El jardín de los espejos es una historia que entrelaza muchas otras como en un juego de espejos enfrentados, un cuento de hadas y de brujas, una leyenda antigua recuperada del olvido, que por fin sale a la luz para vencer al tiempo y al silencio.

 

«El arte completa lo incompleto, reconstruye lo destruido. Da sentido a lo que no lo tiene, incluso al dolor, incluso a la muerte. Quien mira encuentra, quien mira despierta del tiempo que es, que ha sido y será, verá más allá, hasta el tiempo en que Dios sea mujer.»



Cuando comencé la lectura de El jardín de los espejos tuve claro que esta historia iba a alejarse, no solo de las tramas, sino también del ritmo trepidante de las novelas negras que habían supuesto mis lecturas anteriores.

Esta novela se presta a una lectura lenta, pausada, como un paseo relajado que permite disfrutar de los paisajes que tan nítida y detalladamente describe la autora: los bosques, las cuevas, los ríos, las casas y las gentes... Un paisaje que es siempre el mismo y que no obstante varía si lo vemos a través de los ojos de Amalia, de Inés o de Elisa.  Como en un caleidoscopio, en que las piezas se unen o se separan para proporcionarnos una imagen distinta cada vez, pero compuesta en todos los casos por los mismos elementos.

Pilar compone una historia compuesta por tres historias, las historias de tres mujeres que, cada una a su manera, en su tiempo y por sus propias circunstancias buscan su libertad, su identidad, la forma de ser ellas mismas y que solo será posible rompiendo con el pasado.


Amalia, Inés y Elisa buscan cambiar su destino, ese destino que, a menudo, juega con nosotros, erigiéndose en un dios crudelísimo o magnánimo y que, a veces, provocamos o, más bien, intentamos, 
que juegue a nuestro favor sin ser conscientes de que la trampa puede hacernos pasar de tramperos a atrapados.


El mundo me abofeteaba gritando que la independencia por la que tanto había luchado, de la que tanto me enorgulleciera frente a mi madre, frente a Jim, frente a los militares en la guerra, no me había traído más que perdición. El sonido de las vueltas de llave con la que cerraban mi habitación era una voz cruel que me echaba en cara no haberme procurado algo o a alguien que me defendiera: ni marido, ni familia, ni amigos con influencia, mucho menos dinero. Una mujer sola está desamparada, gritaba ese mundo, mientras que un solo hombre, incluso un alfeñique como el doctor, podía destruir la vida de cualquier mujer si se lo proponía.



La autora reivindica el poder de la mujer, a través de la historia y pone en valor esa tradición matriarcal, que por mucho que nos empeñemos en ignorar existió y sigue existiendo en muchos puntos  de nuestra geografía.
 


Aunque los hombres y las mujeres de estas montañas hayan olvidado de dónde vienen y no recuerden que celebran a las diosas viejas y no a ningún santo, que esos vinieron después y se les pusieron encima como quien se echa encima un tabardo. Pero en días como hoy las Ancianas se despiertan, se escapan del monte donde duermen y sus espíritus que todo lo gobiernan se cuelan por las rendijas del tiempo, a veces se hacen de carne y pasean entre nosotros como una moza guapa que te lleva a los bardales para reírse de ti o un demonio que concede deseos o una osa que tumba colmenas y se come la miel. Algo de lo que viste sería eso… Piensa que también les gusta lanzar hilos de vidas que se cruzan y se lían como los de una madeja, confundiendo a los incautos, cambiándoles de día y de hora y hasta de año, haciéndoles ver gente muerta y cosas del pasado o del futuro. El tiempo se abre en brechas, sale de la cueva y se hace realidad como si se volviera loco.


Esta novela es un paseo por esa Cantabria mágica que te invita a mirar de otra manera, a leer con la
mente abierta, a volver a creer en leyendas, a sentir que la magia, llamémosla si queremos casualidad, aun existe, que nuestro conocimiento vital viene de mucho más atrás de lo que pensamos, que contamos con una sabiduría innata que viene de la tierra y de nuestros antepas
ados y que, como a estas tres mujeres conecta nuestras vidas y nuestros tiempos aunque a menudo no seamos conscientes. Y que todo lo que nos sucede, de una u otra forma no solo nos sucede a nosotros.



Entonces se pusieron en marcha mecanismos imposibles de controlar. Todos e
stamos relacionados, conectados y lo que le ocurre a uno influye en muchos otros, en una ecuación imprevisible que nos atraviesa como un rayo, juntándonos, separándonos, jugando con nuestros deseos y nuestras vidas.


La novela es un reconocimiento a la mujer y a la tierra,  pero es también un homenaje al mundo audiovisual y al arte en general, a la pintura, a la fotografía, a la literatura… y una crítica a la opresión que las mujeres han sufrido y siguen sufriendo y a aquellos que la provocan, a los que la autora describe de manera magistral.


Había un orgullo un tanto patético en aquella autoproclamación, la petulancia mezclada con rencor de los hombres nacidos insignificantes que han logrado hacerse un hueco entre los privilegiados.


La autora ha construido una historia original y sorprendente, una novela para disfrutar de la buena

literatura, para darse un respiro, para olvidarse de todo lo demás. Una novela que como lectora me ha  hecho viajar y como mujer me ha hecho reflexionar sobre la fuerza divina de la mujer que aún pérdida en el albor de los tiempos, aún se mantiene viva.


 Es imposible para mí saber qué has vivido en realidad, eso solo lo sabes tú y por mucho que intente ponerme en tu piel, es en vano. Incluso aunque creas que has sido rigurosa y fría en tu relato, sería solo una percepción tan engañosa como un espejismo. Yo no puedo reconstruir tu verdad porque tu relato siempre será subjetivo además de fragmentario y parcial. No es una crítica, solo te digo que la memoria no es más que una representación y nos juega malas pasadas a todas.

martes, 30 de junio de 2020

El enigma de la habitación 622


Dicker, Joël (2020)
El enigma de la habitación 622
Alfaguara, Barcelona, 624 pp.
eBook
ISBN: 9788420439396

Una noche de diciembre, un cadáver yace en el suelo de la habitación 622 del Palace de Verbier, un hotel de lujo en los Alpes suizos. La investigación policial no llegará nunca a término y el paso del tiempo hará que muchos olviden lo sucedido. Años más tarde, el escritor Joël Dicker llega a ese mismo hotel para recuperarse de una ruptura sentimental. No se imagina que terminará investigando el viejo crimen, y no lo hará solo: Scarlett, la bella huésped y aspirante a novelista de la habitación contigua, lo acompañará en la búsqueda mientras intenta aprender también las claves para escribir un buen libro.

¿Qué sucedió aquella noche en el Palace de Verbier? Es la gran pregunta de este thriller diabólico, construido con la precisión de un reloj suizo.

Si hay una explicación racional inmediata —dije—, entonces la intriga se extingue y no hay novela. Ahí es donde el novelista entra en acción: para que haya novela, tiene que ampliar los límites de la racionalidad, prescindir de la realidad y, sobre todo, crear un nudo donde no lo hay.

Siempre me ha gustado el estilo y las tramas de las novelas de Dicker. Cuando leí hace años La verdad sobre el caso Harry Quebec me conquistó esa forma magistral de conjugar pasado y presente, esa forma que se complicó en la desaparición de Stephanie Mailer y que en esta última novela se convierte en un espectáculo de 5 pistas en la que, en ciertos momentos, me he encontrado sobrepasada.
No me malinterpretéis, no me ha disgustado la novela, todo lo contrario, me ha absorbido hasta el punto de leer más de 200 páginas diarias y no es que no me haya sorprendido la trama, es imposible que no lo haga, pero es cierto que, una vez descubierto por fin el enigma de la habitación 622 que llega casi en la pagina 500 comienza otra novela, las razones. Y aquí radica el pero, en esas razones que de vez en cuando me chirriaban y que tenían una explicación inmediata por parte del autor, obviamente, pero en algunos casos explicaciones un poco demasiado inverosímil. Ha habido momentos en los que esa vuelta de tuerca más casi ha hecho que la novela se “pasara de rosca.”

La magia de la novela consiste en que si un simple hecho, uno cualquiera, lo traducimos a preguntas, nos abre las puertas a una novela.

E insisto, es una novela enorme, y no solo por su longitud, sino por la complicadísima trama y por la complejidad de los personajes, un grupo heterogéneo de personalidades entre los que el propio autor se hace un hueco, convirtiéndose en narrador en primera persona, en juez y en parte del proceso de investigación en pos de resolver el enigma.
Como en las novelas anteriores el planteamiento de la trama atrapa desde el inicio y te mantiene en el punto álgido de atención con los saltos precisos adelante y atrás, con el baile de personajes y escenarios en una precisa coreografía, con las preguntas que se responden y con las que surgen tras esas respuestas, una obra literaria titánica que, además, en esta ocasión se salpica de añoranza y de un sentido homenaje que centrándose en una persona se ve extendido, a mi parecer, a todos aquellos que hacen que,  con su profesión, pero sobretodo con su vocación, con su olfato y su tesón, podamos disfrutar de magnificas lecturas.
Es una novela de contrastes, una novela que trata sobre la muerte y el amor, pero también sobre el sentimiento de inferioridad, sobre la lealtad en el más amplio significado de la palabra, sobre la búsqueda de una vida mejor más allá de cualquier escrúpulo.

La muerte del otro es como si te arrancasen el corazón y luego te pidieran que siguieras viviendo.

[…]
La muerte impide los reencuentros, pero no puede interrumpir el amor

No voy a extenderme mucho más porque con la sinopsis es suficiente para desear imbuirse en este enigma, porque merece la pena descubrir uno a uno a los múltiples personajes que jalonan las paginas, porque es magnífico moverse por Ginebra, por Madrid y por los Alpes de la mano de estos personajes, porque es una sensación magnifica que una novela aun consiga sorprenderte, porque Jöel Dicker es un maestro del engaño, del gran engaño lleno de pequeños engaños un gran experto de la fabulación   y esta novela es el mejor de los ejemplos.
De modo que si queréis ir un paso más, si disfrutáis de las tramas complejas y bien construidas, si no tenéis miedo de dudar, si no os acobarda sentir, en algún momento que no habéis sido capaces de seguir el hilo del autor, que no todo es tan lógico como cabría esperar, esta es vuestra novela.
He leído todo lo que escrito hasta ahora por este autor y tras finalizar este enigma os aseguro que seguiré haciéndolo, estoy deseando comprobar con que es capaz de sorprenderme la próxima vez.
 
La vida es una novela que ya sabemos cómo termina: al final el protagonista muere. Así que lo más importante no es cómo acaba nuestra historia, sino cómo vamos a llenar las páginas. Pues la vida, igual que una novela, tiene que ser una aventura. Y las aventuras son las vacaciones de la vida.

martes, 16 de junio de 2020

La chica de nieve


Castillo, Javier (2020)
La chica de nieve
Suma, Barcelona, 512
ISBN ebook: 9788491293729

Nueva York, 1998, cabalgata de Acción de Gracias.
Kiera Templeton, de tan solo tres años, desaparece entre la multitud.
Tras una búsqueda frenética por toda la ciudad, alguien encuentra unos mechones de pelo junto a la ropa que llevaba puesta la pequeña.
En 2003, el día que hubiese sido el octavo cumpleaños de Kiera, sus padres, Aaron y Grace Templeton, reciben en casa un extraño paquete con algo inesperado: una cinta de vídeo VHS con una grabación de un minuto de Kiera, ya con ocho años, jugando en una habitación desconocida.
Miren Triggs, una estudiante de periodismo de la Universidad de Columbia, se siente atraída por el caso e inicia una investigación paralela que la lleva a desentrañar aspectos de su pasado que creía olvidados, y es que su historia personal, al igual que la de Kiera, está llena de incógnitas.


Siempre me había inquietado lo que sucede en el alma de alguien cuando una persona desaparece como si nunca hubiese existido.

Acercarme a un libro de Javier Castillo es para mí un valor seguro.
Sé que va a proporcionarme buenos ratos, que va a conseguir engancharme y que, quiera o no, va a acabar sorprendiéndome y va a obligarme a parar y a pensar en lo que me cuenta.
A priori la sinopsis ya me atraía y me repelía a partes iguales, supongo que ese miedo a que desaparezcan nuestros hijos, nuestros sobrinos, los hijos de nuestros amigos… es un miedo universal, un miedo que llena de angustia y de inseguridad cualquier actividad que se desarrolla en acontecimientos multitudinarios. Porque esa necesidad de proteger a nuestros pequeños se convierte en una culpa que estoy segura acompaña cada segundo de quien no ha sido capaz de hacerlo y eso esta novela lo describe de una forma tan precisa, tan detallada, que es imposible no estremecerse.

La desaparición de Kiera había pulsado el mecanismo de autodestrucción en la mente de ambos y las dos cabezas se encontraban buscando en cada comportamiento todos los momentos que pudiesen hacerles daño. Los momentos perdidos, los besos no dados, los días de trabajo, los castigos sin regalo.

Este es el arranque de la chica de nieve, una angustia inicial que va "in crescendo" a lo largo de la novela y que no te abandona hasta la última página.
Es, obviamente una novela negra, un thriller “trepidante” y demoledor, no hay ninguna duda, pero entre las páginas de la novela se cuela la parte más sensible del autor, con reflexiones profundas, con situaciones que bucean magistralmente en el espíritu roto de unos personajes torturados, de unos personajes sin esperanza y sin futuro, de unos personajes que nos enseñan, a menudo a través de las acciones equivocadas que nunca es tarde para volver a empezar, que siempre, de una u otra forma es posible seguir adelante.
 
Descubrió que al miedo se le combatía siguiendo adelante, saliendo del pozo y luchando por cambiar las cosas.

Tan sólidamente elaborados están los personajes que he sido capaz de empatizar con casi todos ellos (con alguno de ellos, los menos, no, hay límites que no se pueden sobrepasar), aun en los momentos más sórdidos, en los actos más oscuros, porque hay momentos en los que el corazón, lo queramos o no, consiguen controlar a esa razón que nos hace humanos.

La alegría te hace creer que estás acompañado, la tristeza; en cambio, que siempre estuviste sólo.

La lectura de la novela ha durado lo que dura un suspiro, la historia, la forma en que se narra, esas que son una trampa, porque al final esa frase que los lectores oímos en nuestra cabeza de “un capítulo más y lo dejo” hace que cada uno de ellos sea excesivamente corto y vas encadenando uno detrás de otro sin poder evitarlo. Los saltos continuos adelante y atrás en los que la investigación de Miren se alternan con su vida personal, con la presente y con la pasada, y con la bajada a los infiernos de los padres de Kiera, la investigación policial que se desarrolla a trompicones… Con todos estos ingredientes a los que hay que añadir, obviamente, una trama más que atractiva y un desarrollo más que solvente la novela se convierte en un visto y no visto que te lleva, casi sin pausa a un final a la altura de la trama.
sentencia rotundas al inicio de cada uno de esos capítulos cortos,
No voy a contaros nada mas sobre los personajes y menos aun sobre la trama, porque merece la pena acercarse a la historia sin ideas preconcebidas y disfrutar de una historia dura, que no macabra, y original. Y merece la pena descubrir a unos personajes que me han enamorado y horrorizado, a ratos, a partes iguales.

Hablar del dolor es un símbolo de fortaleza; y no hacerlo lo es de valentía, porque cuando callas se queda dentro, luchando contra ti.

martes, 9 de junio de 2020

La Nena


Mola, Carmen (2020)
La Nena
Alfaguara, Barcelona, 392 pp.
ISBN: 9788420435985

Es la noche del fin de año chino, empieza el año del cerdo. Chesca, al mando de la Brigada de Análisis de Casos desde hace un año, ha quedado con Ángel Zárate, pero en el último momento este le da plantón. Aun así, ella sale a divertirse, conoce a un hombre y pasa la noche con él. A la mañana siguiente, tres hombres rodean su cama, a la espera de unirse al festín. Y un repulsivo olor a cerdo impregna la estancia.
Después de un día entero sin dar señales, los compañeros de la BAC empiezan a buscar a su compañera. Cuentan con una ayuda inestimable: Elena Blanco, que aunque dejó la policía tras la debacle que supuso el caso de la Red Púrpura, no puede dar la espalda a una amiga. Pronto se darán cuenta de que tras la desaparición de Chesca se esconden secretos inconfesables.

No hay nada que perder cuando todo está perdido.
Nadie regresa indemne del infierno.

No hace demasiados meses que compartí mi opinión sobre La novia gitana y la Red púrpura. Estaba deseando poder acercarme a La nena, y os aseguro que me he quedado sin palabras.
No dudaba de que esta, como las dos anteriores, iba a ser una de esas novelas que no puedes dejar de leer, una de esas historias que cuando no la tienes entre las manos sigue dándote vueltas en la cabeza, y así ha sido. No me ha durado ni dos días...
Quería alargar la duración de las páginas de esta trama, que es tan tremenda o más que las anteriores, pero no ha sido posible, no podía dejar de leer, era casi una necesidad física saber cuál era el rumbo de esta historia.
Aunque los protagonistas son los mismos, nada es igual en esta historia, porque todo ha cambiado. La experiencia vital de la BAC no ha afectado a todos por igual. La inspectora Blanco abandonó la brigada para dedicarse a tareas altruistas mucho más agradables pero... "la cabra tira al monte", más aún cuando está en juego la integridad de una compañera, casi una amiga... Y digo casi, con toda la intención, porque la amistad presupone cierto conocimiento del otro y en este caso, a Chesca sólo se la conoce a golpe de investigación, a golpe de hipótesis que han de ser desveladas por un grupo al que a menudo la implicación afectiva le pone las cosas muy, muy difíciles.

Todos tenemos secretos y hay que respetarlos; cuando una persona se queda sin secretos lo ha perdido todo.

Zárate se convierte en el gran protagonista de esta tercera entrega, de el descubrimos esa parte
vulnerable y sentimental, ese corazón que se empeña en esconder, aunque ante ciertas personas sus pétreas corazas se vuelven de mantequilla.
Y si de los personajes conocidos he disfrutado no lo he hecho menos de los nuevos. La madre de Elena, Isabel, es un "personajazo", una mujer, para mí de otra galaxia, una mujer que vive en un mundo paralelo alejado de la vida real del común de los mortales.

Al decirlo ha señalado a la mujer que acompaña a Rentero, una dama de elegancia exquisita. Pese a su edad, es una mujer bella, con esa belleza altiva que solo tienen los ricos.

Y de Reyes, de Reyes no cuento nada, porque es un personaje a descubrir, una mujer que merecería su propia novela. Una mujer atípica y desconcertante, un personaje que me encandiló desde su primera aparición, por quien es y por sobre todo por como es.

Todos nos ponemos máscaras, inventamos personajes con los que protegernos —dice Reyes—. Yo decidí hace tiempo liberarme y por eso ya no dudo en mostrarme tal como soy.

De los malos no voy a decir ni palabrita, porque son malos de los malísimos, de los que la autora ya
había demostrado manejar con maestría, personajes que, a pesar de su extrema ruindad no dejan de ser creíbles en ningún momento.
Y entre tanto mal hay un personaje que me ha noqueado, ese que da título a la novela, La nena. De verdad, de verdad, no os arrepentiréis de conocerla.
Y si los personajes me han cautivado no lo ha hecho menos la trama. Como en las anteriores historias y más aún, en algunos pasajes de la novela, la autora no nos da tregua. No deja  de hacernos sufrir en ningún momento, deslizando, de vez en cuando un rayo de esperanza que te permite ver la luz entre tanta negrura, y de repente,  cuando menos te lo esperas te arrebata de un zarpazo certero cualquier atisbo de esperanza.

«El sufrimiento humano es como un gas en una cámara vacía: se expande hasta ocupar todo el espacio disponible».

Si con La novia gitana y la Red púrpura, Carmen Mola ya me conquistó, con la nena ha conseguido que me declare su fan incondicional.
No ha bajado ni un poquito el listón, no ha perdido ni un ápice de su originalidad y, para mí, sigue siendo la reina de la novela negra, negrísima, negra oscura.
Os aconsejo leerla si disfrutáis de las buenas novelas, si os apasionan las historias truculentas y estáis preparados para acercaros al lado más oscuro y cruel del ser humano, eso sí, no lo hagáis si tenéis el corazón sensible, porque vais a sufrir y mucho.

¿Cuánto podemos soportar, Elena? —y cuando levanta la mirada, ella se da cuenta de que tiene los ojos humedecidos—. Cada caso… es como si nos arrancaran un trozo de alma. Llegará un día en que no nos quede nada.
[...]
Ojalá hubiera perdido la capacidad de sufrir. Sin duda, sería más feliz. No es así.

martes, 2 de junio de 2020

Aquella vez en Berlin


Moreno, María José (2020)
Aquella vez en Berlín
Versátil Ediciones, Barcelona, 360 pp.
ISBN: 978-84-17451-81-3

El día que el arquitecto alemán Richard Leinz recibe en su casa de Londres al señor Parker, investigador privado, descubre que hace quince años cometió una grave equivocación que marcó su vida. Atormentado por sus dramáticos recuerdos y por el dolor que causó a su alrededor, emprende una búsqueda tenaz en su pasado para intentar enmendar su error.
Cuando Thomas, secretario de Richard, decide por su cuenta llamar a Marie Savard, con la que el arquitecto mantuvo una relación, no sabe que está a punto de derrumbarse todo lo que lo ha mantenido a salvo hasta el momento: ¿Por qué Richard ya no es el que era? ¿Podrá Marie ayudarlos a librarse de sus fantasmas? ¿Cómo se puede convivir con la culpa?
Una historia intimista de secretos desgarradores, de amores frustrados, de palabras no dichas, de luces y sombras en el pasado de unos personajes que intentan sobrevivir en un tiempo histórico complejo mientras tratan de combatir a sus propios demonios y coger aire para disfrutar de eso a lo que llamamos vida.
Las casualidades no existen. Los encuentros fortuitos tampoco.

Las decisiones que tomamos son concurrentes con el momento  y las circunstancias. En ellas intervienen tantos factores al mismo tiempo que si las juzgamos ignorándolos, y con  el suplemento de la distancia, se convierten en autenticas aberraciones.

Conocí a María José Moreno recién publicada en papel su novela “Bajo los tilos”, una novela que me dejó un magnífico sabor de boca.
Aquella novela, además me sirvió para desvirtualizarla en su presentación en Madrid, un momento del que guardo gratísimos recuerdos y del que no puedo dejar de compartir esta maravillosa fotografía.
Tras la lectura de esta novela llegó su trilogía del mal, de la que he de decir, que los tres ejemplares esperan su momento en la estantería, y no es que dude de su calidad, ni de las magnificas criticas que he leído y he escuchado sobre ellas, ni de las maravillosas presentaciones a las que he tenido la suerte de asistir. Es solo que me gusta María José en esta faceta suya intima e intimista, en este bucear en las pasiones humanas de “andar por casa”, en el amor, en el odio, en las relaciones familiares y en el pretendido y consciente olvido y ese recuerdo que por mas que intentemos enterrar acaba haciéndose presente en nuestros días, a menudo en el momento más inoportuno, a menudo cuando menos lo esperamos.

Lo lógico hubiera sido dejar a un lado lo que me hizo daño y tener muy presente lo que me ayudó  a sobrevivir, En cambio enterré toda mi infancia, lo bueno y lo malo, bajo una pesada losa.

Su formación y su faceta profesional hacen de la autora una experta conocedora de las pasiones
humanas, de los recovecos del cerebro y su maestría literaria la hacen una precisa transmisora de esas pasiones a las que une siempre esa pizca de misterio que te mantiene en tinieblas durante toda la lectura.
En esta novela la autora ha conseguido que mis simpatías y antipatías se decantaran por los distintos personajes y aun por el mismo dependiendo del momento de la lectura en la que me encontrara.
Richard, que en un principio me pareció un personaje incomprensible, cerrado sobre si mismo y centrado únicamente en su incapacidad de amar ha acabado despertando en mí una profunda ternura.

Se considera un hombre fuerte, controlador, nada sentimental. No entendía a que venía esa inexplicable fragilidad que lo importunaba desde hacía unos meses y la causa de sus continuos devaneos con la nostalgia, contra la que siempre había luchado.

Thomas, que desde el principio despertó en mis sentimientos positivos, resulta que, a veces, no es tan altruista como parece.

- A veces, abrirnos nos libera, no te preocupes.
No quería que a Marie le sucediera igual que a mí. En pocas ocasiones me había beneficiado de algo tan simple como hablar. Hablar de aquello que escondemos a los demás por pudor, por miedo a que sea malinterpretado, por nuestra mala conciencia; en definitiva, hablar de esas oscuras vicisitudes que salpican nuestra vida.

La única que por la que los sentimientos no han variado ha sido por Marie, una mujer admirable, integra y generosa, una mujer resiliente, capaz de razonar más allá o a pesar incluso de sus sentimientos y de su amor propio.

La verdad esta sobreestimada, Thomas. Se nos llena la boca hablando de ella. Así nos sentimos mejores personas, honestas, sinceras y nos distanciamos de los que suelen mentir. La realidad es que la usamos en  nuestro provecho y de acuerdo con nuestra propia  experiencia. Ana trataba de poner en paz su conciencia cristiana ante la proximidad de la muerte. Hasta ese día no le importó mantener el engaño.

Lisa, esa pobre adolescente victima de sus propias circunstancias y a la que su propia vida a veces le impide despegar y que ha despertado mi instinto maternal…

Ella lo observaba callada, pensando en como te ayudan las personas buenas y como es padecer el efecto de las malas.

Mis sentimientos han virado de un extremo a otro, de un personaje a otro, porque así lo ha decidido la autora, porque he caído, una y otra vez, en la misma trampa que cae Richard, conformar una realidad en mi cerebro sin  tener todos los datos que pudieran darme una visión integral de lo que en realidad había sucedido y esos datos, todos los datos se nos van dosificando a lo largo de la historia, sin tener el puzle completo hasta la última página.

También he descubierto en los últimos días que somos presos de nuestras mentes y ellas son unas canallas que juegan siempre con las cartas marcadas. Matilda me advirtió de que en lugar de centrarme en porque nos suceden las cosas, reflexionara sobre para que suceden.

Aquella vez en Berlín habla de las verdades, de las medias verdades, de las mentiras y de los secretos, esos que guardamos para proteger  a otros, a los que nos importan o a los que odiamos, esos que siempre, tarde o temprano y de una manera u otra acaban teniendo consecuencias para quien los guarda, para quien las emite o para quien las sufre.
Una historia que habla de la culpa que nos corroe a cada uno a nuestra manera y de esa necesidad que en algún momento a todos nos embarga, esa necesidad de reparar el daño, esa decisión que a veces tomamos demasiado tarde. Y es una historia que habla, sobretodo del perdón, de las segundas oportunidades y de la necesidad de vivir cada momento como si fuera el último de nuestra vida, aprovechar cada instante, porque,  como escribí hace años, no tenemos el futuro comprado y todo lo que creemos certezas, un día cualquiera dejan de serlo , aniquilando el poder que creemos tener sobre nuestra propia vida, sobre nuestro futuro y entonces, solo deseamos, necesitamos perdonar a los demás y aun más perdonarnos a nosotros mismos, perdonar nuestros errores, aquellos que cometimos consciente o inconscientemente.


Y ahondando en los sentimientos y las acciones, esta historia  bucea en los errores de nuestras percepciones, sobre todo cuando los sentimientos se interponen y de los vínculos que se crean en situaciones adversas y es que  a veces, las peores circunstancias hacen extraños compañeros de viaje, esos que, en circunstancias “normales” habrían sido impensables. Y las casualidades, esas que Richard defiende que no existen y con lo que yo estoy totalmente de acuerdo, no existen las casualidades es cierto, pero creo firmemente en las causalidades.

La existencia es un abanico de posibilidades, aunque solo algunas se materializan. Hace tiempo que dejo de preocuparme porque suceden las cosas y me centre en el para qué. Todo pasa por algo. Solo si reconocemos nuestros errores y aceptamos sus consecuencias tendremos la oportunidad de aprender de la experiencia.


Ha sido una lectura deliciosa, una historia que he disfrutado de la primera a la última palabra, una novela cargada de sentido y de sentimiento. Una lectura que irremediablemente nos lleva a la introspección y a enfrentarnos, o al menos a mi me ha llevado a ello, con nuestros propios secretos, con nuestros actos en momentos determinados de nuestra vida y con las consecuencias que esos actos han podido tener para nosotros y para quienes nos rodean.

Será el momento adecuado para que conozca la verdad, esa verdad que tiene tantas caras como protagonistas de la historia. Una historia que se resume en que nos pasamos la vida amando y odiando, cayendo y levantándonos, errando y arrepintiéndonos, dañando y pidiendo perdón.