viernes, 20 de noviembre de 2020

No volveré a tener miedo

Rivero, Pablo  (2017)

No volveré a tener miedo (eBook)

Suma, Barcelona, 328 pp.

ISBN: 9788491291176


La madrugada del 9 de abril de 1994 una familia es asesinada mientras duerme. El crimen conmociona a la sociedad española por la brutalidad de los hechos y porque es cometido a sangre fría por uno de sus miembros. Estos son sus últimos siete días de vida.

Tras una fuerte discusión, el padre abandona la casa familiar. Laura, la madre, arrepentida de haber sacado a la luz los secretos que con tanto esmero se esforzaban en esconder, tendrá que lidiar con los dos hijos que nunca quiso mientras encuentra la manera de hacerle volver. Raúl, el hijo mayor, obsesionado con el cine de terror, intenta huir de sus oscuras tentaciones a ritmo de canciones de Nirvana. Mientras que Mario, el pequeño, encuentra en la historia que le contó su hermano sobre un hombre que espera cada noche frente a su ventana, las claves para entender la ausencia paterna.

Pero, ¿qué tiene que ver ese hombre con el crimen que ocurrirá tan sólo siete días después? ¿Y con la desaparición del joven Jonathan García, acaecida hace un año en el mismo barrio?

Siete días en que cualquiera puede ser víctima o verdugo y en los que el miedo desaparecerá para siempre...

 

Parecía una pesadilla: se daba cuenta de que por mucho que la odiara y tratara de escapar de los conflictos que le causaban tanto dolor, tarde o temprano, acabaría siendo igual que ella. Lo llevaba en la sangre. Era lo peor que le podía pasar y solo había una manera de impedir que eso ocurriera.

 

Ya hace tiempo que esta novela esperaba su turno entre los ebooks pendientes, aun mas que el que lleva esperando “Penitencia”, del mismo autor y que no tardaré demasiado en leer tras las buenas críticas y la lectura que hoy traigo al blog.

Lo cierto es que tras finalizar la lectura, que me llevó apenas un par de días, aun no soy capaz de decidir si me ha gustado o no esta historia, pero lo que sí puedo asegurar es que me ha dejado tocada.

Ha sido una lectura tremendamente dura y a ratos he estado a punto de abandonarla, pero lo cierto es que no he podido hacerlo, me tenía atrapada, necesitaba desentrañar cual era el misterio, cual sería en desenlace de la tensión que se respira en la novela desde las primeras líneas y que va in crescendo hasta llegar a un final absolutamente inesperado y desgraciadamente más creíble de lo que nos gustaría pensar.

El autor se mete y nos mete “hasta la cocina” de uno de esos chalets de clase media de una urbanización cualquiera de las afueras de la ciudad, un chalet como tantos otros, un chalet en el que de puertas afuera nunca pasa nada y en el que sin embargo de puertas para dentro se vive un infierno. Un infierno que se silencia, porque impera la idea de que “lo que pasa en la casa, debe quedarse en la casa”. El autor describe con maestría las disfunciones de una familia desestructurada y las consecuencias que esta situación tiene para cada uno de los miembros de la familia. En la narración de los hechos, el autor coloca el foco de la responsabilidad sobre un personaje determinado y nos arrastra a creer que su personalidad, que sus acciones han llevado a una situación en la que las salidas son escasas y ninguna de ellas pinta nada bien. 

 

— ¿Tú crees que a él le gustaría saber que estás contando las cosas que son de casa por ahí? No, ¿verdad? Porque las cosas de casa son de casa y no queremos que mamá se enfade más, ¿verdad? —insistió su madre inclinándose más y más hacia él conforme hacía las preguntas retóricas en el tono infantil que hacía sentir a Mario más pequeño de lo que era.

 

A lo largo de las páginas vemos como se va deteriorando la salud mental de cada uno de los personajes, dentro del ambiente opresivo de ese chalet y sus alrededores, entre esas cuatro paredes en que la tensión es tan palpable que traspasa el papel y me ha sorprendido, a menudo, conteniendo la respiración.

La narración te lleva de la mano hacia un desenlace que se conoce, pero cuyo artífice es desconocido, un artífice que creemos descubrir a lo largo de la trama, que nos lleva a dudar de cada uno de los personajes, hasta llegar a la identidad que yo menos esperaba.

Y es que en esta historia, nada es lo que parece, porque, como ocurre casi siempre, aún en la propia vida, en esta trama se nos escapa una parte de los hechos,  solo conocemos la parte que el narrador de la misma quiere transmitirnos y, ya se sabe, la verdad siempre es relativa, y existen tantas versiones como personas la vivan y no podemos, no somos quien para juzgar a una persona sin conocer todo lo que hay detrás de su experiencia vital.

 

Era absurdo jugar a aquello en una casa que se cimentaba sobre mentiras.


El autor ha construido una novela asfixiante, oscura, cruel,  en la que destroza el ideal del instinto maternal, del amor filial y el amor fraternal… en el que pone ante nosotros las miserias de una vida mal vivida, y cómo las experiencias vitales determinan el devenir de la vida de las personas hasta llevarles a situaciones inimaginables para el común de los mortales. Y ha conseguido que a veces me sintiera el niño lleno de miedos, el adolescente perdido entre la infancia y la madurez, la madre frustrada o el padre ausente y ha conseguido, que,  también a veces, esa empatía que los personajes hacían nacer en mi se convirtiera en incomprensión, en dolor e incluso en odio. Y si hay algo que me ha aterrado de esta novela es la posibilidad de que mas allá de una novela sea una historia real,  de esas que se dan entre las cuatro paredes de un hogar cualquiera, de esas que leemos en los periódicos, de esas que nos parece que nunca podrán suceder pero que, por desgracia, se dan con más frecuencia de la que pensamos y entre personas que de puertas para fuera no tildaríamos de nada que no fuera “personas normales”.

Por todo esto, sigo sin saber si la historia me ha gustado o no, sigo sin saber si soy capaz de recomendar su lectura, así en general, debido a su dureza, pero tengo claro que el autor me ha ganado y que voy a seguir leyendo las historias que quiera regalarnos.

 

No entendía por qué todo lo mostraban como si fuera blanco o negro, cuando al fin y al cabo las relaciones siempre eran cosa de dos. «¡Aquí no hay buenos y malos!», le entraban ganas de gritarle.

 

miércoles, 18 de noviembre de 2020

Una promesa de juventud

Reig, María (2020)

Una promesa de juventud

Suma, Barcelona, 752 pp.

ISBN: 9788491294252

 

Un internado en mitad del bosque.

Una joven en busca de respuestas.

Un gran misterio por resolver.

 


Suiza, 1939. Santa Ursula acoge a alumnas extranjeras para el nuevo curso. Charlotte, una de las veteranas, será la encargada de integrar a Sara Suárez. Con el paso de los días, las jóvenes fraguan una amistad que se verá interrumpida por la guerra.

Oxford, década de 1970. Caroline Eccleston prepara su tesis sobre los internados suizos en la Segunda Guerra Mundial. El hallazgo del cierre inesperado de uno de ellos enciende la curiosidad de Carol, que no duda en viajar a Zúrich para encontrar respuestas.

Después del éxito de Papel y tinta, María Reig vuelve con una novela conmovedora narrada con fuerza y ritmo. Una promesa de juventud es la deslumbrante recreación de un tiempo de sombra que cincela la personalidad de unas adolescentes que intentan sobrevivir en un mundo lleno de demonios.

 

-              ¿Se ha preguntado alguna vez que es el hogar, señorita Eccleston?- me cuestionó retóricamente-. Yo lo he reflexionado muchas veces. El hogar es un espacio simbólico con coordenadas geográficas y físicas. Es un rincón al que siempre volvemos, en el que almacenamos recuerdos de las diferentes etapas que hemos vivido. Es donde habitan nuestros logros y nuestros fantasmas. Es donde nos reunimos con quienes amamos, donde censuramos a los que detestamos. Es, probablemente, el único lugar en el que somos nosotros mismos; cuatro paredes que conocen lo mejor y lo peor de nuestra alma corrupta.

 


Cuando leí la sinopsis de una promesa de juventud, no pude evitar que mi mente volara a esas novelas de Enid Blyton que discurrían en aquellos internados ingleses: Santa Clara, Torres de Malory… se que quienes tengáis edades similares a la mía recordareis las aventuras de esas adolescentes separadas de sus familias para vivir la amistad entre estudios y “aventuras”.

Al comenzar la novela, las semejanzas pronto desaparecen, alejándose esta trama de la ligereza de la de aquellas que acompañaron mis tardes infantiles. Porque en esta novela las circunstancias son especiales, y lo son por el momento en que se desarrolla la historia, por el lugar donde se encuentra St Úrsula y por la idiosincrasia de las propias protagonista, hijas de las mayores eminencias internacionales en el ámbito social, político y económico de los años 30.

 

He aquí una de las grandes incoherencias del gran Institut Sankt Johann: se prometía solventar las desviaciones en comportamiento e intelecto, pero sin perder de vista los títulos y el crédito que poseían los padres de los alumnos. Había que aplicar castigos, si, pero también era recomendable hacer la vista gorda sobre determinados apellidos para evitar quejas o abandonos. Al fin y al cabo, es estúpido morder la mano que te da de comer.

 

Nos encontramos con una novela a dos voces. La de Caroline, contando su presente en los años 70, un


presente que desea indagar en un pasado concreto. Y la de Charlotte, que a través de sus recuerdos del pasado consigue, a su manera, dar respuesta a las preguntas que se agolpan en la investigación y en la mente de Caroline.

Y es que es lo que tiene investigar, que tiras de un hilo, pero ese hilo se desenhebra y te lleva a menudo por otros derroteros, que cada respuesta conseguida genera una nueva pregunta y a veces, no conseguimos ver el tapiz completo, sobre todo cuando esta imagen depende de los recuerdos y sobretodo de los deseos de recordar de una sola fuente.

 

- No intenté llenar su vida con los retazos de la mía, señorita Eccleston. El pasado se enquista y no deja brotar al presente.

 

Caroline y Charlotte son dos personajes fuertes, perseverantes, controladores… pero una solo tiene preguntas y la otra tiene las respuestas y dárselas o no depende de la voluntad y sobretodo de una atadura moral debida a la promesa de salvaguardar secretos ajenos.


La trama ha conseguido mantenerme alerta y la historia me ha parecido coherente y bien hilada, pero no ha sido una lectura ágil, y no solo por sus más de setecientas páginas, sino por esa profusión descriptiva que a ratos me ha sacado de la novela. Y es que es un hecho que la autora ha manejado una amplísima documentación y ese trabajo se traslada a la novela, por lo que a menudo nos encontramos con multitud de datos que expone, tal vez, demasiado detalladamente. Los paisajes, los escenarios urbanos, e incluso los personajes cuya multitud de nombres y nacionalidades abruman al principio de la novela  y que son fruto, supongo, de su afán por revelarnos todos los datos posibles. Reconozco su trabajo y  su maestría pero siento, que en algunos casos, queda poco margen a la imaginación del lector al darle todo, hechos y escenarios demasiado "masticados".

Es cierto que no es una novela fácil, que aunar la adolescencia, la guerra y sus implicaciones, la vida personal de todos los protagonistas, la literatura e incluso el arte no es “pecata minuta”, pero tal vez, ese abarcar demasiado, esos relatos de los avances de la guerra, esos extensas párrafos descriptivos han conseguido en algunos momentos desviarme de la trama principal, del fin de la historia, del conflicto real.

Tal vez debido a lo anterior la parte de Caroline, siendo, supongo, la trama “complementaria” me ha resultado a menudo más atractiva que la trama del colegio que, supongo, la trama central.

 

Al miedo lo alimenta la ignorancia. Si lo analiza, lo que más nos aterra es aquello de lo que menos información tenemos. No sabemos cómo enfrentarnos  a ello, como se comporta. Es la ausencia de datos lo que nos condena al terror.

 

E insisto, es una novela que me ha gustado, que me ha parecido original en su planteamiento y
coherente en su desarrollo, escrita sin un pero en cuanto a calidad  literaria, de la que María Reig va sobrada, y que considero una autora a la que, estoy segura, aun le queda mucho que contar y a la que confío en volver a leer de nuevo.

 

Debemos olvida St Úrsula, protegerla con nuestro silencio y nuestra prudencia, solo así seguirá vivo todo por lo que hemos luchado, Nuestra patria de ideas y valores sin fronteras.

martes, 17 de noviembre de 2020

La familia y otros líos

Keyes, Marian (2020)

La familia y otros líos (ebook)

Plaza & Janés Editores, Barcelona, 656 pp.

ISBN: 9788401023958



Los Casey son una familia glamurosa y feliz. Johnny Casey, sus hermanos Ed y Liam, sus preciosas e inteligentes mujeres y todos sus hijos pasan mucho tiempo juntos: fiestas de cumpleaños, aniversarios, fines de semana que comparten fuera... Jessie, la mujer de Johnny, se encarga de organizarlo todo porque no hay nada que desee más que crear recuerdos juntos.

Pero, ¿qué ocurre cuando esos recuerdos no son lo que esperas?

Todas las familias esconden secretos, y lo último que quieren es que salgan a la luz. Justo lo que ocurrirá cuando Cara, la mujer de Ed, se dé un golpe en la cabeza y empiece a desvelar la pequeña red de mentiras en la que se sustenta su aparente perfección familiar.

 

Cuando éramos niños pensábamos que cuando fuéramos mayores dejaríamos de ser vulnerables. Pero hacerse mayor es aceptar la vulnerabilidad… Estar vivo es ser vulnerable.

 

Desde que hace 20 años leyera “Sushi para principiantes”, Marian Keyes se convirtió en una de mis escritoras favoritas  para lo que yo llamo "desengrasar". Y no lo expreso en sentido peyorativo, ni hacia sus novelas, ni hacia su forma de escribir, más bien, todo lo contrario. Las historias de esta autora son de esas que me permiten desconectar, que leo con la seguridad de que voy a disfrutarlas sin más expectativa que el propio placer de la lectura y a las que necesito acercarme después de haber estado inmersa en demasiadas lecturas "negras" seguidas.

La autora ha conseguido siempre que me identifique con uno o varios de sus personajes, desde aquellas treintañeras llenas de conflictos profesionales y personales que me acompañaron a esa edad hasta esta novela, en la que sus personajes ya no son “alocadas jovencitas”, sino mujeres maduras con un presente más o menos estable, con las que, de nuevo, de una u otra forma encuentro lugares comunes. Y es que, si hay algo indiscutible es que las verdaderas protagonistas de las novelas de Marian Keyes son las mujeres, de las que los hombres son “acompañantes necesarios” y en muchos casos, la fuente de los conflictos; cada una de ellas dotada de una personalidad determinada, a veces de forma caricaturizada, que le permite a la autora exponer las fortalezas y debilidades de cada una de ellas.

 

No a todo el mundo le gustan las mujeres “ambiciosas”. Cuando se dice eso de un hombre, siempre es en un sentido positivo. Pero ¿de una mujer? No tanto. Si hubiese fracasado, la humillación me habría dolido tanto como la pérdida económica.»

 

Estos personajes y las tramas en las que se ven envueltas consiguen que la sonrisa aflore con frecuencia a lo largo de las páginas. Y, a pesar del tono ligero de la novela y como una seña de identidad más de sus historias, la autora, no duda en poner sobre la mesa asuntos tremendamente preocupantes de nuestra sociedad, como los trastornos de alimentación o las crisis de los refugiados. 

Por todo lo escrito anteriormente he disfrutado tremendamente esta historia, tal y como he disfrutado todas las anteriores y voy a intentar contaros porqué.  

Hay ciertos momentos en la vida, en los que la sociedad se empeña en que nuestra vida debe estar

asentada, en que nos empeñamos, en que en eso que llamamos mediana edad, entre los 45 y los 50 años, nuestro mundo  debe ser un mar en calma y nuestra existencia un barco, en el que si tenemos todos los cabos atados,  debemos navegar con absoluta tranquilidad. Es una edad a la que pensamos que todo está  ya asentado y en la que solo debemos dejarnos llevar. Y eso es lo que le ocurre a Jessie, mujer, esposa, madre y profesional exitosa que se empeña en que todo en su vida funcione como el mecanismo de un reloj suizo, y que con su afán controlador y su altísimo poder adquisitivo se empeña en “comprar” una familia ideal con la que “crear recuerdos”, celebrando, por todo lo alto, todo lo celebrable con la familia de su marido, sus mujeres y sus múltiples hijos, viviendo experiencias comunes, y durante días bajo el mismo techo.

 

Le era imposible delegar porque creía que ella podía hacerlo todo mejor y más rápido que los demás.

 

Pero esa imagen idealizada de familia unida y feliz puede saltar por los aires en cualquier momento. ¿Porqué?, pues por nada  o por todo. Porque cada uno tenemos nuestra propia familia, nuestra forma de ser, nuestra vida, nuestros secretos y nuestros muertos en el armario, y en esta familia no podría ser de otro modo.

De entrada Johnny, Ed y Liam, son hermanos, pero como en todas las familias, cada uno "hijo de su padre y de su madre", vamos que no tienen  nada en común, como tampoco lo tienen sus mujeres: Jessie, Cara y Nell. Cada uno de ellos carga con su propio estigma, el seductor, el soso, el vividor, la exitosa, la insegura y la comprometida.

Es difícil que tan variados perfiles encajen de forma efectiva, mucho menos cuando son lazos obligados y además estas relaciones están acompañadas de niños de distintas edades, de alguna ex mujer, de las familias políticas de alguno de ellos y de compañeros de trabajo. Y claro, tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe, y después de varios acontecimientos familiares y un golpe en la cabeza que elimina todos los filtros, Cara, destapa algunos secretos que pondrán esa felicidad en jaque y que amenazarán con derrumbar los cimientos de esa relación ideal que Jessie necesita como el respirar.

Cara y Jessie se erigen como las protagonistas fundamentales de la historia,  ambas son polos opuestos en carácter y en forma de vida, pero en el fondo, las dos son mujeres inseguras que se empeñan en ocultar sus inseguridades ante el resto, pero nada puede esconderse para siempre y los problemas no pueden solucionarse si no somos capaces de enfrentarnos a ellos.

Con saltos temporales y con capítulos que se van centrando en la historia de cada uno de los personajes, la autora construye un tapiz lleno de malos entendidos, verdades a medias, situaciones surrealistas y grandes dosis de humor, pero también una historia llena de aspectos que nos obligan a reflexionar y a enfrentarnos, junto a los personajes, a las que deben ser las prioridades de nuestra vida.

 

Tenía que parar: no le haría bien a nadie si se le iba la olla. Aunque, por lo que parecía, eso no lo decidía uno: la crisis de la mediana edad escapaba por completo a tu propio control.

 

No quiero contaros mucho más, porque a pesar de que podría explayarme en los aspectos más

controvertidos de la novela, estoy segura de que será mucho mejor que los descubráis vosotros mismos y que disfrutéis de esta novela que entretiene y que, además, hace pensar. Por mi parte, afianzo con esta novela mi preferencia por las historias que salen de la imaginación de Marian Keyes y a las que sin duda volveré a acercarme más pronto que tarde.

 

Aquello la había sacudido con fuerza: lo sabía porque se sentía como si estuviera soñando. A través de las experiencias del pasado, había descubierto que así era como se soportaba lo insoportable: su solícito cerebro atenuaba sus percepciones para que la horrible realidad solo le impactara en gotas manejables.

martes, 10 de noviembre de 2020

Las hogueras del cielo

Fidalgo, Yolanda (2020)

Las hogueras del cielo

Roca Editorial, Barcelona, 352 pp.

ISBN: 9788417968960

 

¿Qué sacrificarías para conseguir lo que deseas?

¿Cuánto podrías mentir?

Una extraordinaria novela histórica sobre la creación del observatorio más grande del mundo y sobre los grandes descubrimientos astronómicos de la primera mitad del siglo XX.

Los Ángeles, mayo de 1910.

La misma noche en que la Tierra atraviesa la cola del cometa Halley, llamado "El Destructor", en la casa de los mellizos Henry y Ellie Blur sucede algo terrible que los obliga a huir. Se dirigen hacia el monte Wilson, donde se ubica el observatorio astronómico más grande del mundo. Bajo ese cielo transparente encontrarán su propio destino, incluido el amor.

Hasta que uno de los dos desaparece.

 

Si, la vida es un sendero de un solo sentido, y nunca, nunca, podemos volver atrás y cambiar lo que ya ha sucedido, por mucho que duela, que desgarre, que raje.

 

Las hogueras del cielo es la segunda novela de Yolanda Fidalgo que con su primera obra, Mas allá de los volcanes, se alzó con el IV Premio Internacional de narrativa Marta de Mont Marçal. No tuve ocasión de leer aquella historia, pero no descarto hacerlo después del gran sabor de boca que me ha dejado la lectura de la novela cuya opinión comparto hoy.


Las hogueras del cielo puede considerarse una novela histórica, por lo que se refiere a la construcción del observatorio astronómico más grande del mundo y al trabajo que los astrónomos y demás personal llevaban a cabo, no solo en este, sino en los observatorios de la época.  Pero es, sobre todo, una novela intimista, centrada, sobretodo, aunque no de forma única, en los sentimientos y las emociones más íntimas de Ellie, la gran protagonista de esta historia.

 

- Abra su corazón, porque si no, hará de todo menos vivir

- Tampoco sufriré.

- La carencia también puede ser un sufrimiento. Es necesario un equilibrio.

 

Las hogueras el cielo es una novela que se centra en los férreos estereotipos sexuales y de género de principios del siglo XX y en el afán de superación de quienes se vieron constreñidos por ellos. Una novela en la que podemos identificar los primeros pasos de la revolución sexual, y el principio del empoderamiento femenino, aunque ni lo uno ni lo otro pudieran darse abiertamente sino tras un disfraz que muchas veces, más que una armadura constituían una jaula.

 

-              A la mayoría de  nosotras nos cortan las alas al nacer.

-              No solo a vosotras

-              A nosotras más

A ellas y a cualquiera que se sintiera diferente, que pensara que podía volar. Todos debían crecer con la mirada fija en el suelo, con la cabeza baja

 

Es una novela de perdidas vitales, de la inocencia, de la identidad e incluso, en ocasiones de la propia

vida, una novela sombría, en la que la oscuridad de la noche que se contempla desde el monte Wilson se confunde con la oscuridad con que la protagonista, en realidad prácticamente todos los protagonistas de esta novela, cubren su propio pasado, una oscuridad que trasciende de su interior, lleno de momentos difíciles, de tragedias que no son capaces de superar y que llevan a rastras para continuar una existencia que a menudo no se puede llamar vida.

 

En realidad no estaba vivo. Todo era un engaño. Uno no está vivo si no vive como desea. Se le puede llamar otra cosa, pero no vida.

 

Con una prosa cuidada y con capítulos cortos que enhebran en sí mismos el pasado y el  presente de forma continua, con una maestría que no conoce de bruscos cortes innecesarios, ni de la alternancia de los tiempos en capítulos separados, la autora nos ofrece una historia lóbrega, cruda, oscura y llena de secretos inconfesables pero iluminada siempre por un halo de esperanza.

La documentación manejada por la autora traspasa las páginas y tal y como enhebra presente y pasado, así enhebra los estudios astrológicos y las historia que hay detrás de las constelaciones, su conexión con la mitología, sin que en ningún momento esta información desentone ni resulte pesada, haciéndola parte de la trama casi como si de un personaje más se tratara.

 

Así vivía ella, oculta como esa pobre estrella, sin fuerzas para hacer otra cosa que quedarse allí, fija y escondida en la negrura de la noche.

 

En la historia encontramos personajes tiernos y personajes abominables. Personajes que son capaces de despertar nuestra empatía y nuestra solidaridad, como Ellie y Henry  esos gemelos que se erigen en el centro de la trama, como Oliver y Gant como Paul, personajes empeñados en comportarse como lo que no son, sin darse cuenta de que nadie puede, por mucho tiempo, luchar contra lo que somos, por mucho que nos empeñemos en escondernos, en ser otro. Una lección que Ellie aprende de Ckumu, un personaje que me ha parecido maravilloso, un indio sabio que es como el pepito grillo de la protagonista y que encuentra en ese ser la conciencia, en ese afán de protegerla, incluso de ella misma, la razón para vivir que creía perdida. Las conversaciones entre estos dos personajes me han parecido deliciosas, adelantadas al tiempo y el lugar en el que ambos viven y de lo más cabal.

 

A veces hay que mirar a la cara a nuestros propios demonios, sin miedo, aunque sea bajo la tormenta. Si no, nunca podremos aceptarlos.

 

Y junto a ellos, personajes odiosos, como ese padre, cuyo nombre no llegamos a conocer, o esos otros padres, que si identificamos y que se convierten en villanos buscando, según ellos, el bien de sus hijos aunque en realidad, solo pretendan salvaguardar su “respetabilidad”,  o el señor Jonhson, al que no sabría muy bien si definir como malo o simplemente como una marioneta cuyos movimientos están amarrados a las “veleidades” de su esposa o Hazel, esa mujer de su tiempo, a la que le han inculcado que llegar a ser una buena mujer pasa por ser una buena esposa y cuyo deseo, el de casarse al precio que sea, se convierte en el único objetivo de su vida.

 

Una mujer debe ser limpia. Esa es su principal virtud. Mira la casa de una mujer y podrás ver su alma. Casa pura, mujer pura. Casa sucia, mujer sucia.


Estamos, sin duda, ante una novela de grandísimos personajes que se mueven en una trama consistente. Una novela que nos habla de la igualdad y de la lucha por conseguirla, en todos los ámbitos, una novela que he disfrutado de la primera a la última página y a la que no puedo ponerle ni un pero. Una novela que me ha permitido conocer a una nueva autora, a la que, desde luego voy a seguir de cerca y disfrutar de una historia magnifica, llena de luchas, de incertidumbre, de secretos y, sobretodo, de la lucha por vivir de la forma en que nos dicta nuestro corazón, sin limitaciones sin sentido impuestas por la sociedad.   

 

La noche hay que sentirla, hay que dejarse abrazar por ella. Solo así podremos llegar a descifrar todos sus secretos. 

jueves, 5 de noviembre de 2020

Las Jaurías

Gil, Alberto (5.11.2020)

Las Jaurías

Novela ganadora del Premio L`H  Confidencial de Novela Negra 2020

Roca Editorial, Barcelona, 208 pp.

ISBN: 9788417968199

En abril de 1965, en un pueblo extremeño fronterizo con Portugal aparecieron los cadáveres del general Humberto Delgado y de su secretaria. Los asesinatos fueron obra de la policía política portuguesa, por encargo del dictador Oliveira Salazar y con la colaboración de Franco. Muchos años después, para Abel Castro, un viejo periodista en paro que trabajó en el caso, se trata de un asunto olvidado. Pero deja de serlo al recibir la visita de Catarina, una joven fotógrafa portuguesa que tiene el encargo de recorrer los escenarios de los crímenes y quiere aclarar un misterio que la atormenta. Coincidiendo con el asesinato de Humberto Delgado, el único hermano del padre de Catarina desapareció para siempre y ese hecho, como un veneno de efecto retardado, destruyó a toda su familia. Abel acabará acompañándola en un viaje fronterizo en el que descubrirán que aquel pasado inquietante y lejano aún está lleno de amenazas.

 

Al mirarlos siempre le ha asaltado la misma impresión de malestar: que tras ese muro impenetrable de actas, providencias, diligencias y peritajes, se dibujaban unos hechos brutales. Y que las parrafadas del sumario hacían aun más indigesto un crimen de Estado perpetrado por un hatajo de matones que cumplían órdenes como empleados competentes. En sus despachos de la PIDE, los autores intelectuales pusieron un nombre poético a aquella ceremonia sangrienta, Operación Otoño, y mientras se cometía el doble crimen seguramente asistían a solemnes actos públicos como hombres ejemplares. Gente por encima de toda sospecha. Al regresar a Lisboa, también los asesinos entrarían en sus casas, besarían a sus mujeres y abrazarían a sus hijos con la satisfacción del trabajo bien hecho.

 

La novela que hoy comento es una de esas historias que se deslizan entre los dedos y ante tus ojos sin apenas ser consciente. Y no solo porque sea una novela relativamente corta, de poco más de 200 páginas, sino porque avanza frenéticamente en una narración que no te suelta, que te arrastra, en la que el autor es conciso y concreto, en la que la historia huye de descripciones innecesarias, de detalles superfluos, de distracciones en detalle alguno que no sea vital y necesario para la historia.

El autor ofrece una prosa nítida, compaginando el narrador omnisciente ajeno al relato que nos lo
transmite desde fuera ofreciéndonos una visión general de la trama y que lo sabe todo, con el narrador subjetivo en el personaje de Abel, cuya voz, a través de pequeños extractos nos transmiten una visión más personal, más humana, más sentimental de la historia que se narra.

Tomando como base un hecho histórico real, el asesinato de estado del General portugués Humberto Delgado y su secretaria, en tierras extremeñas, Alberto construye una novela negra que gira en torno a la desaparición de otro ciudadano portugués en el mismo lugar y alrededor de las mismas fechas en que se produjo el asesinato.

Con estas premisas el autor elabora una dura crítica a las dictaduras española y portuguesa que dominaron la segunda mitad del siglo XX, a sus métodos y a una colaboración sin escrúpulos con el objetivo análogo de mantenerse en el poder ganado por la fuerza y el miedo a costa de silenciar aquello y a aquellos que no les fueran afines, de mantener a raya a todo aquel que supusiera, aun remotamente una amenaza para la estabilidad de estos “gobiernos”. Una colaboración que se dio especialmente en las fronteras que separan ambos países y especialmente en la Raya, una frontera sinuosa y difusa que sirvió, además de para la colaboración entre las fuerzas de los estados, para el contrabando entre los dos países. No solo de alimentos y medicamentos, sino incluso de personas que de una u otra forma pretendían escapar de aquellos regímenes en los que valían más vivos que muertos.

En busca de respuestas emprenden el viaje nuestros protagonistas, una pareja tremendamente desigual. Ella, Catarina, movida por él desea y la necesidad de desvelar el oscuro pasado de sus pérdidas familiares, él, Abel, treinta años mayor que ella, movido por la curiosidad, por una investigación inacabada, por el aburrimiento  o por una especie de obligación paternal hacia el hijo que se aleja de su vida y que es su nexo de unión con la joven.

En este viaje, que es mucho más que un recorrido físico, ambos realizan un recorrido vital en pos de la


verdad, sea esta la que sea. Y es que si la verdad es dolorosa, más lo es aun, descubrir que la verdad que te muestran sigue siendo una mentira dentro de otra mayor.

 

-              Cuando supieron que trabajaba para nosotros, decidieron extender el bulo de que era un chivato para ir preparando las represalias. Incluso dijeron que participaba en las cacerías. Imagino que ustedes ya saben cómo funcionan los rumores en las ciudades pequeñas. Solo faltaba encontrar un verdugo sin escrúpulos.

 

Es esta una novela llena de supervivientes, muchos de los cuales lo fueron a base de mentiras, sobornos y traiciones a los suyos, a los que como ellos, solo buscaban la forma de salir adelante, en un tiempo en el que, como dice uno de los personajes más crueles de la historia “algo había que hacer para vivir”.

Es una novela llena de muertes sin sentido y torturas innecesarias. Y es, sobre todo, una novela llena de silencios y de miedos, porque a pesar del tiempo que transcurra hay historias que algunos prefieren no remover, los que las vivieron, a menudo por su sentimiento de culpa y los que, aunque ni las recuerden, aunque ni siquiera estuvieran en este mundo cuando sucedieron por miedo a que lo que les contaron no fuera una verdad tan absoluta como les hicieron creer, a que quienes se lo contaron no fueran tan honestos como les hicieron creer. En ambos, en unos y en otros, existe un miedo visceral a  perder un estatus, un respeto ganado sobre las miserias de otros, ganado en el seno de esas jaurías que lanzan dentelladas a cualquier atisbo de amenaza. Un miedo irracional a que todos puedan ver la realidad que se esconde tras esa capa de respetabilidad que exhiben con orgullo.

 

Hay una especie de conjura universal a favor del olvido. Una tenaz vocación de destruir todo aquello que ofrezca amarres a nuestra memoria, hasta dejarla como una balsa a la deriva. Un afán de borrar indicios, anegar recuerdos, arrasar territorios y condenar edificios a la ruina. Un propósito más o menos deliberado de que todos caigamos en una forma de amnesia y un estado de desamparo del que no somos conscientes. Y a veces también hay una voluntad de intimidar, como la de esos malnacidos que nos han dejado su firma en el camino de Los Malos Pasos.

 

Ha sido, desde luego, una novela que me ha hecho disfrutar y que me ha dado la oportunidad de conocer la forma de vida de unos personajes, los contrabandistas, cuya realidad queda muy lejos de esa idea romántica que, a menudo, la literatura, el cine y la televisión nos han querido transmitir.

 

-              A los contrabandistas que no querían pasar por el aro. Con el apoyo de los peces gordos, el contrabando llegó a ser muy lucrativo, Comprando ciertas voluntades, se podía pasar de todo: medicinas, divisas, personas… Pero esto convertía a los contrabandistas en siervos, se llevaban una miseria, y algunos decidían ir por libre. A esos les mandaban la Patrulla Negra.

martes, 3 de noviembre de 2020

Todos estábamos vivos

 Llamas, Enrique (2020)

Todos estábamos vivos

AdN, Madrid, 288 pp.

ISBN: 978-84-9181-821-2

 

Madrid, 9 febrero de 1980. Los más modernos de la capital se acicalan para asistir a un concierto en la Escuela de Caminos de la Universidad Politécnica, que con el tiempo se convertirá en un hito al ser considerado como el comienzo de la Movida Madrileña. Nadie quiere perdérselo: allí estará la joven Adela, hija de una actriz retirada y un marqués; Diana, que tiene oscuros tratos con siniestros personajes que la buscan por toda la ciudad; Teo, el novio de ésta, que aspira a consagrarse como el cantante de moda y Ric, novio de Aldo, el chico para todo que arregla tuberías atascadas. Al concierto también acudirá Siberia; esa diosa punk que brilla con luz propia y parece atraer a todos y todas. La mañana del día siguiente ya nada será igual: uno de ellos aparecerá muerto en un portal del barrio de Malasaña y todos, de alguna manera, habrán perdido parte de su inocencia.

 

El “Concierto Homenaje a Canito” ya era considerado el inicio de la llamada Movida Madrileña, un movimiento cultural que chocó de lleno con la España del momento y que ha sido contado, únicamente, por aquellos que lograron sobrevivirla.


Yo era aún una niña cuando comenzó lo que se dado en llamar "la Movida Madrileña", pero mi adolescencia que coincidió  con el final de aquella década de los  80  estuvo acompañada por la banda sonora de Los  Secretos, de Mama, de Nacha Pop, de Alaska y de tantos otros grupos de nacieron al calor de aquella etapa.


La ciudad donde crecí, tan cerca geográficamente a la capital pero a años luz de su movimiento "contracultural" , me hicieron ver siempre con envidia y cierto halo de romanticismo aquellas imágenes que en la televisión reflejaban la vida "alegre" que se vivía en las calles de Madrid.

Ya dice Sabina que "no hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió" y creo que eso es lo que a mí me movía de esa época y lo que me llevó, cuando me vine a vivir a Madrid muchos años después a  no perdonar una noche en el Penta y muchas noches de callejeo por una Malasaña mucho menos sórdida de lo que lo fue entonces.

Esa distancia  temporal y espacial es sin duda la que creó, al menos en mi caso, una imagen bucólica e idealizada de lo que ocurrió entonces, y es esa imagen y esa idea romántica  de la que hablaba al principio la que Enrique desmonta en cada línea de Todos estábamos vivos.

El autor desnuda la Movida ante nuestros ojos para mostrarnos una realidad cruda y oscura, en la que la entidad se desgaja en los individuos que la conforman. Esos individuos viviendo una libertad recién estrenada, una libertad que les llevaba a beberse la vida a "tragos largos", tan largos que a algunos, a demasiados, se les atragantaron y les impidieron seguir respirando.

Una libertad que mermó a toda una generación, que se llevo por delante a pobres  y a  ricos, a personas


anónimas y a personajes conocidos, a cultos y a ignorantes... una libertad que muchos pagaron cara, que dejó plagadas  las calles de jeringuillas y los portales de cuerpos destartalados de jóvenes recién estrenados que nunca dejarían de serlo.

Todo eso nos cuenta el autor en la novela, con una forma de narrar que te arrastra a los locales de ensayo, a las casas de puertas siempre abiertas, a los sueños de ser famoso, a las amistades que todo lo comparten, hasta una jeringuilla pasada solo por el agua, que te hunde en el infierno del "mono", en las consecuencias de un "mal viaje" y en la incertidumbre de aquellas escapadas a Londres que muchas jóvenes españolas no  tuvieron más remedio que realizar para seguir viviendo sin ataduras esa  vida que deseaban seguir exprimiendo en libertad.

 

La música que sonaba, tétrica y eléctrica, repetía en bucle los mismos compases. Comprendió entonces Teo que él era un cachivache lleno de polvo en aquella fiesta que, le habían dicho, iba a ser la de verdad. De verdad siempre y cuando, pensaba, pudiera ir con ellos, volar a su nivel. Sin embargo, desde fuera, desde el patetismo con el que los observaba, entendió que lo necesario era descender de nuevo, quizá un tiro más, para entender por qué aquellos acordes eran la mejor manera de empezar el año.


Si los escenarios que nos describe en esas traseras de la Gran vía y en esas casas destartaladas son veraces y crueles no lo son menos los personajes que los ocupan. Desde los soñadores a los que ya no tienen nada que perder, desde las grandes damas del teatro a las viejas glorias que se niegan a serlo, desde los íntimos amigos forjados en el ansia de vivir hasta los amigos de siempre que no lo son tanto, todos son personajes de verdad, los que vivieron ese tiempo y los que, a pesar de haber nacido de su imaginación es más que posible que hubieran poblado aquellas calles en aquellos momentos. Nada desentona ni en los unos ni en otros, nada es incoherente ni siquiera en su interacción, en esos escenarios en que las fronteras entre “clases” estaban poco o nada definidas, en los que convivían los habitantes de Vallecas y del barrio de Salamanca. En todas y cada una de las páginas esta historia está llena de verdad, de una verdad no siempre cómoda de descubrir, pero al fin y al cabo, lo que fue es lo que es.

 

Un animal inmenso, una bestia ansiosa se movía dentro de cada uno de nosotros y clamaba por salir, creciendo hasta reventarnos la piel desde dentro.

 

Esta novela ha supuesto para mí un viaje emocional extenuante por lo que para mí ha supuesto quitar el velo que llevo años manteniendo, pero os aseguro que ha sido una de las novelas que más me ha emocionado de las que este año he leído.

No es una historia bonita como no puede serlo ninguna que ahonde en las "cloacas" de la movida, es un


disparo a la línea de flotación de lo que creíamos saber de lo que fue aquel movimiento, pero es una historia tan "de verdad" que al finalizarla, ese romanticismo del que hablaba al principio, se ha convertido en una tremenda tristeza.

Volver a leer a Enrique ha sido un verdadero placer, leer su prosa sin artificios, directa y sincera en lo que nos quiere contar, en lo que nos cuenta, en lo que, estoy segura contarían los que aún siguen vivos.

 

-              Ha aguantado un par de días en el hospital. Se me queda el cuerpo frío cuando lo pienso. No puedo creer que alguien de nuestra edad pueda morir. De repente.

 

Os aconsejo que le deis una oportunidad a esta lectura, a los que como yo no la vivierais de primera mano para tener una idea más acertada de lo que supuso la movida más allá de aquella "revolución musical" y a los que la vivisteis porque seguro que podéis identificar muchas de las escenas y de los personajes que desfilan por estas páginas. Y  a todos, en general, si queréis disfrutar de una historia tremendamente adictiva y atractiva tanto en su fondo como  en su forma.


Alternábamos los funerales de nuestros abuelos con los de nuestros amigos. Cuando nuestro país parecía empezar a arder en el fuego de una pasión nueva, recién estrenada, nosotros nos congelábamos. Cuando los que íbamos  quedando nos juntábamos, no nos atrevíamos a preguntar quien había sido el último muerto, y a pesar del miedo, del abismo por el que habían caído muchos y que nos arrastraban que tiraba de nuestra piel como si los huesos se desprendieran de ella, seguíamos

jugando un día tras otro, incapaces de renunciar a una partida hecha por la adicción y el azar. A veces hacíamos línea y sabíamos que, en cuestión de tiempo, haríamos el cartón entero. Tacharíamos todos los números. Cada cartón era para nosotros el último, como una amenaza o como una promesa, y éramos incapaces de detener esa espiral que nos liberaba del dolor físico, de unas articulaciones que sudaban, que nos hacían tiritar. Del dolor de la muerte del amigo. Del cuerpo que amanecía frio, a medianoche, en el banco de enfrente o de al lado. Hacía poco, muy poco, todos estábamos vivos y en nuestras caras se reflejaban nuestras infancias. Habíamos recibido un regalo inmenso, no un regalo cualquiera, un regalo para una fecha señalada que, cuando se repitiera, no iba a tener más entidad que la del aniversario. Un regalo envuelto en un celofán brillante, demasiado aparatoso para el tamaño de su contenido. Pero no de su valor.