DELGADO, Fernando (2015)
Sus ojos en mí (Premio Azorín de Novela 2015)
Editorial Planeta, Barcelona, 303 pp.
ISBN: 978-8408138747
Teresa de Jesús tuvo un gran amor: Jerónimo Gracián.
Seductor, bien parecido, elocuente y dotado de excepcional inteligencia, fue su
más fiel aliado en la reforma del Carmelo. Las cruentas batallas entre los
carmelitas calzados y los descalzos son el telón de fondo sobre el que se
proyecta la íntima amistad de la monja y el fraile. Viajes, fundaciones,
procesos y cautiverios, crímenes reales o venenosas habladurías se suceden en
un relato trepidante. Amena y por momentos perturbadora, Sus ojos en mí arroja
luz no usada sobre el perfil más humano de la santa, rescata del olvido la
fascinante figura de su adorado Gracián y describe las consecuencias que
después de la muerte de Teresa y hasta su propia muerte tuvo para él la
permanente mirada de ella.
Teresa
era capaz de juntarnos a Dios y a mí con ella en igual amor hasta. O ver como
vio a Jesús tomándonos de una mano a cada uno y juntándolas con las suyas. No
ponía puertas al amor ni separaba el amor divino del humano, porque al fin todo
lo que tocaba el amor era para ella divino. Y tanto era mi espanto que hube de
recriminarla que mucho me quisiera, a lo
que me contestó con risas que “cualquier alma, por perfecta que sea, ha de
tener un desaguadero. Déjeme a mi tener este”- me dijo-, “que por más que me
diga no pienso mudar del estilo que con él llevo”.
Todos en mi tierra conocemos a Santa Teresa de
Jesús.
Todos de una forma u otra, desde niños, hemos sido
influidos por esa figura que impregna cada rincón de la ciudad de Ávila. Es
nuestra Patrona, nuestra Santa. Conocemos su vida y su obra, conocemos de la
mujer rebelde, de férrea voluntad desde niña, díscola en su adolescencia y
arrojada en su madurez.
Conocemos su labor, sus vivencias y sus letras. Conocemos
a esa mujer adelantada a su tiempo, pero reconozco que esta historia me ha
sorprendido porque no se centra en Santa Tersa de Jesús, sino en Teresa de
Cepeda, porque no se centra en el santo mito, en la doctora de la iglesia, sino
en la mujer y en los sentimientos más humanos.
Pero no malinterpretéis esto que digo; pues si el
reclamo de esta novela es, según reza en la cubierta: “La novela que narra una
apasionada historia de amor de Teresa de Jesús”, lo cierto es que este hecho me
ha resultado casi anecdótico, pues la novela sobrepasa esa historia de amor.
En esta novela se habla del amor, pero también de
la complicidad y de la necesidad que tenia Teresa del respaldo de un hombre en
la época que le había tocado vivir, en el que la mujer no era nada y en la que
las inquietudes religiosas, o cualquier conducta que se considerase “inmoral”
eran perseguidas por el Tribunal de la Santa Inquisición a la que Teresa no fue
ajena. Dato que conocí hace unos años de mano de “Y de repente Teresa”.
No
olvide además que ella admiraba el poder y se acercaba a él de un modo
interesado- le advertí a la monja-. Y Gracián tenía cerca el poder: su padre
era hijo del secretario del Emperador Carlos V y de la hija de embajador
polaco, pero sobretodo, de no mala casta venía y de muy buena situación, y en ese
tiempo en el que se vieron, el hermano de Gracián era secretario de Felipe II y
estaba a cada rato a la vera del rey, lo cual a Teresa le venía de perlas para
los líos de sus fundaciones y hasta para el alivio de los temores que le
acecharon porque la inquisición perseguía sus escritos.
Y es que esta novela refleja la ignorancia de la
época, las supersticiones y las mentiras interesadas que servían de combustible
a la inquisición.
Y en medio Teresa, luchando contra propios y
extraños, porque quería cambiar las reglas establecidas en su orden o mejor
dicho, porque quería volver a las reglas iniciales y lo tuvo muy difícil, más
difícil por ser “revolucionaria” y sobre todo por ser mujer.
-Pedía
ayuda por todas partes- me contó Gracián- porque entre los dominicos cercanos a
la Inquisición se discutía la experiencia mística en la que ella se empeñaba,
dudosos de que dios pudiese hablar a los seres humanos, y menos a las mujeres,
y sostenían que si alguien afirmaba haber tenido gracias particulares en la
oración, de una treta del demonio se trataba. Hablaban con temor y con
desprecio de la monja andariega que iba de pate a parte fundando conventos para
frailes contemplativos y decía además tener visiones y éxtasis. Teólogos de
gran eminencia tenían en aquel tiempo por herejía propia de Lutero la tendencia
a la oración interior.
Aunque cierto es, que no menos difícil lo tuvo Gracián,
cuyas desdichas vividas entre descalzos y calzados y las injurias sobre él
vertidas desde ambas facciones le supusieron penas físicas y espirituales que
afligieron aun más a nuestra protagonista.
De
escándalos tan bobos como ese estaba Gracián más que harto, y más siendo como
era hombre culto que tenía que soportar los efectos de ciertas imbecilidades de
frailes y monjas escasos de entendederas.
Y este es el grueso de la novela que escribe un
novicio ayudado por un Fraile “poco ortodoxo” y un tío algo borrachín.
Y es que, mezclando, pasado y presente, Fernando
Delgado nos cuenta, además de la historia de Gracián y Teresa, la relación que
se establece entre estos tres protagonistas y las conversaciones en las que
analizan y recopilan datos de las fundaciones, de los protagonistas y de la
propia época, componiendo esta parte otra novela dentro de la novela.
El autor adapta el lenguaje en función del punto
narrativo en que se encuentra, siendo este diametralmente distinto si nos
encontramos en el siglo XVI o asistimos, como testigos de excepción, a las conversaciones
entre Ronald, Fray Humberto y Fray Casto del Niño Jesús.
Ha sido esta una novela que me ha acercado un poco
más a mi paisana, que me ha hecho descubrir datos que no me eran familiares y
me ha hecho admirarla aun más, si cabe.
Para
entonces se contaban maravillas de los prodigios que había obrado como una
santa, y Gracián se resistía a entrar en ese juego de la milagrería. No podía
poner en duda que lograra después de su
muerte muchas cosas aquella mujer que había conseguido tantas en la vida y se
alegraba de que eso sirviera para animar a sus monjas, levantarles el espíritu y
hacer que sus consejos, sus ejemplos no se perdieran, pero negaba que él
hubiera tenido visiones o escuchara voces interiores, aunque sí sentía su
presencia, su protección.
Me consta que te gusta leer cualquier cosa que aluda a Santa Teresa, pero, por lo cuentas de esta novela, incluso me encantaría leerla a mi, que nunca me había atraído la vida y milagros de esta mujer. Eso solo se explica cuando una reseña es muy buena. No hay otra.
ResponderEliminarUn beso.
Gracias bonita. Mi Santa es mi Santa y todo lo que huela a ella me llama, irremediablemente. 😘
EliminarDescubrir datos nuevos de un personaje tan cercano y tan presente en tu vida, ha debido ser un gustazo. Se nota que lo has disfrutado. Fernado G. Delgado escribe muy bien. Lo sigo desde hace años y me encanta como escribe. Una gran reseña Gema!! Besos
ResponderEliminarGracias preciosa, me ha encantado todo lo que ha escrito y sines de mi Santa más aún. 😘
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