jueves, 8 de octubre de 2020

Quienes manejan los hilos

 Sánchez, Roberto (8/10/2020)

Quienes manejan los hilos

Roca Editorial, Barcelona, 224 pp.

ISBN: 9788418249464

 

24 de Octubre de 2019. Ramón Santolaya, en calidad de secretario de Estado, asiste como testigo al acto de exhumación de Francisco Franco en El Valle de los Caídos. Posteriormente, desde el coche oficial, observa el vuelo que porta el féretro hasta Mingorrubio. Sin embargo, los restos del dictador nunca llegan a su destino. El helicóptero que los traslada se estrella pocos minutos después del despegue. ¿Atentado? ¿Accidente?


Está a punto de que se descubra la gran verdad, de que se desvele uno de los secretos mejor guardados de la reciente historia de España. Santolaya teme que lo puedan relacionar con los hechos y decide que es el momento de huir, de abandonar una carrera que le ha llevado hasta la fontanería de La Moncloa pasando por los servicios de inteligencia. Desde la dictadura a la democracia, más de cuarenta años siempre muy cerca del poder y la toma de decisiones.

En su viaje evoca el pasado en la Barcelona de finales de los sesenta, cuando siendo un ocioso adolescente, la casualidad hizo que empezara a trabajar como lazarillo de un ilustre norteamericano, un agregado comercial con buenos contactos en la embajada. McNamara, sin embargo, se encargaba de tejer las redes de contactos entre todos aquellos actores interesados en tener un papel destacado en la inminente transición española.

Barcelona bulle. Es un campo de minas y de pruebas. De contubernios y conspiraciones. El terreno ideal para las corruptelas, y donde las fuerzas vivas del régimen tienen patente de corso.

Ramón Santolaya, ávido lector y devoto de la radio, se verá envuelto en tramas propias de un mundo que solo creía que existía en la ficción.

Una historia sobre la amistad y los primeros amores, de crímenes y abusos en la España más negra, de traiciones y dulces venganzas.

Una ucronía donde nadie podrá demostrar que todo lo que le ocurre a Ramón Santolaya no pasó tal y como él lo cuenta.

 

Por más prodigiosa que sea muestra memoria,  es imposible conservarlo todo. Algunos hechos permanecen, otros se han convertido en aquello que con el tiempo hemos moldeado a nuestro antojo; no en la historia qué fue, sino en la que nos hemos contado. Otros simplemente se han desvanecido y,  cómo no los recordamos, nunca fueron.

 


Que el ocupante de la tumba del Valle de los Caídos sea o no Francisco Franco es la menor de las incógnitas de esta novela y si me apuráis, la menos importante.

Es solo la excusa para retrotraernos a una época, la del tardo franquismo, en la que nadie era lo que parecía ser, en la que las intrigas y las contraintrigas estaban a la orden del día, en la que quienes “estaban en la pomada” a menudo no eran ni siquiera conscientes de que lado estaban.


Muchas veces creerás qué quién tienes delante sabe algo que tú desconoces y qué el actúa con esa ventaja Es mentira en todos los casos. El también teme eso mismo de ti. Y esta es la única verdad.

 

Es también la historia de una niñez abortada, de un imberbe al que le tocó jugar con las cartas marcadas, pues como en casi todas las épocas, había alguien que decidió por él, por su bien, por su futuro, sin tener en cuenta lo peligroso de este o si el deseo del niño, de ese Ramón al que conocemos con pantalones cortos, era transitar por esa senda. La única senda que se le permitió conocer y en la que acabó moviéndose como pez en el agua.


Esta novela es la novela de una época que Roberto narra a través de los programas de radio, las radionovelas, los inolvidables programas de Elena Francis… y de las publicaciones que, por aquel entonces revolucionaban una sociedad anclada aún en un pasado demasiado gris y que subsistía como una isla en medio de la evolución de los países de su entorno.

 

Garbo había empezado a publicarse a principios de los años 50. Se distinguió enseguida por ser el nuevo catecismo de una mujer urbana, moderna, con cierto gusto para la moda y el diseño, y que se interesaba por eso cómo lo hacía por las tendencias literarias y culturales que soplaban desde Paris, Roma y Nueva York. Barcelonesas y madrileñas vieron en sus páginas una ventana abierta a esos mundos idealizados, pero su verdadera expansión popular llegó cuando sus números comenzaron a ser reclamados por quioscos de Valencia, Bilbao y Sevilla; y aún más cuando el éxito se extendió por esa España más abandonada, por qué las chicas de Cuenca, de Málaga y Ávila no sólo soñaban con la heroína luchadora y sacrificada de la radionovela,  sino que no desechaban poder mantener algún día aquel mismo estilo de vida chic que había caído en sus manos en forma de papel cuché.

 

Ramón es ese pobre Lazarillo al que sus mayores ponen bajo la protección de un hombre  que podrá proporcionarle un futuro pero que, a la larga, más que protegerle busca utilizarle, utilizarle para unos fines que Ramón no entiende, ni le importan. A él le vale con dejar ese colegio en el que no destacaba ni por su personalidad ni por su inteligencia y poder soñar con un futuro como locutor de radio, una profesión que requiere una facilidad de palabra que el protagonista solo es capaz de plasmar en largos textos.

 

Donde los demás veían a un preadolescente tímido y de capacidad intelectual justita para presentar a duras penas unas notas trimestrales que superaran la deficiencia, seguro que se escondía ese tipo de locutor con don de gentes y de simpatía arrolladora, capaz de disfrazar sus mediocridades con la insolencia de quién aspira a que no descubran su fraude y lo camufla con el juegos de cabriolas que permiten las trampas del lenguaje. De hecho, Gallar nos convenció de qué podría sacar provecho de mi habilidad para manejar las palabras a mi antojo, aunque fueras sobre un folio en vez de ante el micrófono, y hacer carrera gracias a esa virtud. Ninguno de los allí presentes alcanzábamos a sospechar cuanto. Y sin vender un solo libro.

 

Esta es la historia de un hombre inseguro, casi gris, un hombre que cumple lo que se le ordena aunque a


veces se permita pequeñas licencias en sus atribuciones profesionales y son estas libertades, las que acaban metiéndole en problemas, pero también las que suponen lo mejor de su anodina vida.

Quienes manejan los hilos es una novela ágil, una historia en la que el protagonista nos cuenta en primera persona su historia pasada desde un presente que conecta con uno de los acontecimientos más importantes y controvertidos de los últimos años, la exhumación de los restos de Franco. Una novela que a través de capítulos cortos y continuos flashbacks que se mueven adelante y atrás desde 1969 a 2019 conforman la historia que podría haber sido aunque no haya sucedido realmente. Y es que, puestos a imaginar, excepto la explosión del helicóptero, que obviamente nunca sucedió, el resto de lo narrado, podría haber sido tal y como lo cuenta el autor. No dudo de que en los años 60 y 70, hubiera transitando por las calles de Madrid y Barcelona, pero también por los pueblos de castilla,  muchos Gallar, McNamaras y muchos condes Bolaños, si no iguales si muy parecidos a esos que el autor construye en su novela.  

El autor nos habla de una época en la que los ganadores de una guerra, de la que ya habían pasado muchos años, aun campaban a sus anchas. Una época, la del tardofranquismo, en la que la “debilidad del régimen” provocaba que muchos levantaran las espadas en pos del poder que se suponía que pronto quedaría vacante para aquel que supiera ganarse el puesto, una debilidad que se convirtió en alimento de varios “nidos de víboras” y que acabó propiciando la institucionalización de las “cloacas del estado”.

 

Era la forma de operar en la época: se dictaban sentencias en juicios sumarísimos cuando los acusados no tenían derecho ni capacidad alguna de defensa. Había que dejar claro que el Régimen, con su estado de cosas, era solido,  inquebrantable,  y que  los enemigos de la seguridad pública eran apresados y ajusticiados como Dios mandaba.

 

Roberto ha conseguido contarnos una historia compacta, bien armada y bien resuelta, una trama que, a pesar de desarrollarse en una época no precisamente feliz de nuestra historia, está impregnada de esa fina ironía que el autor tan bien maneja y que me ha hecho sonreír en muchos de los pasajes de la novela.

Una novela con la que he disfrutado muchísimo, pero durante poco tiempo, porque la novela no me ha
dado tregua y apenas me ha durado dos días, asique no digo más, si queréis una historia de las que dejan un buen sabor de boca al pasar la última página y un resquicio de esperanza no dejéis de leerla.

 

https://jaraizdelavera.hoy.es/actualidad/2013-03-17/vehiculo-dona-carmen-polo-franco-1336.html




Estas cosas de los espías, estás viñetas tan peliculeras, quedan niqueladas en la ficción. En el plano real son otra cosa y no están exentas de peligro.

martes, 6 de octubre de 2020

Mujeres que no perdonan


Läckberg, Camilla (2020)
Mujeres que no perdonan
Editorial Planeta, Barcelona, 224 pp.
eBook
ISBN: 9788408230205

Camilla Läckberg, una de las autoras de novela negra más leídas del mundo, con 26 millones de ejemplares vendidos en 60 países, se aleja de sus series de Fjällbacka y Faye y nos regala su novela más negra y adictiva: Mujeres que no perdonan, una historia cargada de tensión, suspense y giros impredecibles.
Ingrid, Victoria y Birgitta son tres mujeres muy distintas. Para el resto del mundo, llevan vidas aparentemente perfectas, pero las tres tienen algo en común: sufren en secreto la tragedia de vivir sometidas a sus maridos. Hasta que un día, llevadas al límite, planean, sin tan siquiera conocerse, el crimen perfecto.

Durante mucho tiempo el abuso había formado parte del juego, pero ahora las reglas estaban cambiando.

Hace más de diez años que sigo a Camila Läckberg. La princesa de hielo me hizo descubrir la novela nórdica y a esta autora que ha conseguido afianzarse en los primeros puestos de mis escritores preferidos. Desde aquella primera novela y en todas y cada una de las siguientes me ha ganado con ese estilo personal capaz de hacer converger en un punto dos y a veces más momentos temporales y varias tramas, capaz de hacer coherentes historias que a primera vista no tenían nada que ver.
En la jaula de oro se rompe esa tónica y se ve alterado el hilo narrativo habitual, y aún así, fui capaz de reconocerla entre esas líneas, lo cual no me ha ocurrido en esta ocasión.
Este relato largo o está novela corta, de poco más de doscientas páginas podría haber sido escrita por cualquier autor distinto a Camila Läckberg.
No me ha desagrada do la trama, no desmerecen los personajes, pero me han resultado personajes poco desarrollados, únicamente perfilados, unos personajes a los que no he encontrado el fondo, tal vez demasiado planos.
La trama, por su parte, me ha parecido simple, demasiado lineal y si me apuráis incluso predecible.

Había confundido con bondad su carácter silencioso, quizá porque en la infancia identificaba la maldad con los gritos y la estridencia.

Es cierto que se lee en un rato y que como he dicho no es mucho más que un relato con el que poder disfrutar, una historia que lleva al extremo el #Metoo que tantas portadas y tantos noticiarios ha llenado, pero sigo decantándome por lo que de esta autora más me gusta, su capacidad de sorprenderme y de encajar piezas que, a priori, parecen imposibles de encajar.
En esta novela, el desarrollo de la trama, con escasos giros y su final, eran lo esperado desde el principio.

Los barrios residenciales eran una cárcel sin rejas para las mujeres, que se quedaban en casa por obligación o por amor a los niños.

En resumen, una historia para pasar el rato sin mucha más expectativa.

jueves, 1 de octubre de 2020

La ciudad del alma dormida

Modroño, Félix G. (2020)

La ciudad del alma dormida

Ediciones B, Barcelona, 448 pp.

ISBN: 9788466667548



Un homenaje literario a la ciudad de Bilbao.

Esta ficción histórica de suspense constituye una antigua fotografía de una ciudad herida, un viaje a unos tiempos convulsos en los que el amor debe abrirse paso aferrándose a su instinto de supervivencia, entre los escombros nostálgicos del pasado.

Cuando Ignacio se enamora a primera vista de Irene, una joven librera pelirroja, poco podía sospechar que sus sentimientos tendrían que convivir con una guerra civil a punto de estallar.

En medio de una ciudad que lucha por su subsistencia, Ignacio tendrá que cubrir para su periódico una violenta ola de crímenes que la asolan mientras Irene añora más que nunca su Gernika natal desde una Bilbao asediada. Angustiados por la guerra, pero amparados por el amor, ambos tendrán que enfrentarse a situaciones para las que ningún ser humano se encuentra preparado.

 

A pesar de qué Bilbao aprendía a ser una ciudad cosmopolita, no dejaba  de ser una villa en la que la burguesía se conocía. Sin embargo en la palanca quedaba dentro de la confidencialidad entre caballeros  y rara vez trascendía al otro lado de las vías férreas alguna  juerga,  por mucha qué está se les fuera de las manos.

 

Cada vez que tomo entre mis manos un libro de Félix se que va a trasladarme a una ciudad cuyas calles recorreré de su manos llegando a conocer cada una de ellas como conozco las que paseo diariamente por mi ciudad.


En el Secreto del Arenal fue Sevilla, en La fuente de los siete valles Logroño y en la que hoy nos ocupa, La ciudad del alma dormida, vuelve a hacernos viajar a Bilbao, ese Bilbao de mares bravíos y cielos grises, ese Bilbao con el aliento suspendido por la llegada de una guerra que la destrozaría como a tantas otras y que la volvió mucho más gris y no solo en su cielo.

Y este es el primer gran logro del autor, trasladarnos a una ciudad en un momento del pasado,  una ciudad que conoce como la palma de su mano, y es que es evidente el manejo, muy acertado a mi parecer, de las fuentes que maneja para transmitirnos, no solo la arquitectura de la ciudad sino su misma esencia, su vida, la vida social y, sobretodo, la cultural. Y es que esta novela está llena de referencias históricas y de esos personajes reales que poblaron sus calles y que conviven con esos otros nacidos de su imaginación con los que empastan de manera magistral.

A través de Ignacio nos sumergimos en el mundo del periodismo, cuando el periodismo era aún buscar la noticia y contrastarla; cuando una imagen se captaba con una cámara de las de verdad, con una de esas Leicas, como la que Ignacio siempre lleva consigo.

 

-              Alguna qué otra vez le he oído decir que las noticias han de ser escritas con una pasión que no debe trascender a la propia noticia.

 

A través de sus ojos y de su objetivo descubrimos el mundo del periodismo gráfico y deportivo, pero


también descubrimos el amor a la fotografía, a esa captación de la realidad que a menudo se convierte en la base de la propia noticia.

Y si el autor hace un homenaje al periodismo no es menor el homenaje a la literatura a través de esos ejemplares que busca en la Librería Verdes, una librería real, por cierto, tan profusamente descrita, que he conseguido que se materializara ante mis ojos. Es además un homenaje al teatro, a los autores (a Lorca) y a los actores, un homenaje que lleva a cabo a través de un personaje que sin ser protagonista consigue, desde mi punto de vista, hacerse con un peso fundamental de la historia, Kepa.

Kepa es un personaje contracorriente, un hombre desubicado en el lugar, el tiempo y, sobretodo la familia que le ha tocado en suerte. Kepa es, uno de esos personajes que aparece y desaparece de la historia, pero cuya sola presencia llena las páginas de luz.

De la mano de Ignacio y Kepa conocemos la zona “más canalla” de la ciudad y junto al Comisario Zumalde, un policía que dejo de serlo de forma efectiva pero en quien sigue viviendo un alma policial, conocemos los cafés y restaurantes de “mayor postín”.


De la mano de Irene Lasa conoceremos, en cambio, el ámbito rural, los caseríos de Guernika, los mares que alimentan y se alimentan de marineros…  De la mano de Irene, Félix nos acerca al amor, en su más extenso significado… el amor filial, el amor fraternal y el amor carnal… y todas las dudas que estos tipos de amor generan.

La historia se mueve entre el amor y el desarraigo, entre la paz y la guerra, entre los vencedores y los vencidos… la historia discurre en esas sendas oscuras y tortuosas que dibuja cualquier guerra.   

 

-              Te olvidas de que estamos en guerra, muchacho. Y que en una guerra se mata o se muere.

Es una novela en la que vivir todas las emociones, del amor al odio, pasando por la duda y la  desesperanza. De la mayor alegría a la máxima tristeza pasando por la indignación y la esperanza.

 

No podía evitar que en su mente se acumularan imágenes no vividas pero deseadas.

 

Es una novela magnifica, de la que disfrutar lentamente, una historia que paladear sin prisa, una novela que aúna el amor, la guerra y por encima de todo ello la esperanza y la necesidad de sobreponerse aun en las situaciones más crueles.

Una novela que os aconsejo leer y disfrutar a “traguitos cortos”.

 

Dudaba que a las generaciones venideras les preocupase su pasado porque la historia no aprende de sus errores.

martes, 29 de septiembre de 2020

La danza de los tulipanes


Martin Álvarez, Ibon (2019)
La danza de los tulipanes
Plaza & Janés, Barcelona, 496 pp.
ISBN: 9788401022715


Natalia, conocida periodista en Gernika, es arrollada por el tren que cubre la línea de Urdaibai. El conductor de la máquina es su marido. El comisario de la localidad, su amante. La víctima ha sido fijada a la vía con un delicado tulipán entre sus manos. La flor, de un intenso y brillante rojo, es tan hermosa como imposible de encontrar de forma natural en el mes de noviembre. La escena, cuidadosamente preparada, ha sido retransmitida en directo a través de su Facebook. La Unidad Especial de Homicidios de Impacto, con Ane Cestero al frente, tendrá que dar caza a un asesino complejo e inteligente, capaz de rivalizar con los ritmos de la naturaleza que desde siempre han gobernado en Urdaibai.

La muerte hace a todos iguales

La danza de los tulipanes comienza de una forma impactante, tanto, que piensas que es imposible que pueda mantenerse toda la trama a la misma altura, y te equivocas claro, porque si hay algo característico de esta novela es que no decae en ningún momento, no aburre, no cansa, no decepciona y… no te da ni un minuto de tregua.
Si la estructura de la novela ha despertado en mí ecos de otras, todo lo contrario ha sucedido con la trama, original y compleja y que, a pesar de ello,  acaba encajando de manera magistral.

Anne, a la cabeza de un grupo especial, en una carrera profesional brillante ganada a pulso por méritos propios, aunque no todos tengan la misma impresión, es un personaje  fuerte aún en esas debilidades que a veces, inevitablemente ciegan su objetividad profesional, una mujer valiente y aguerrida que toca la batería como evasión, como lucha contra el estrés, como otras se sumergen en el mar de noche o surfean sobre las olas más altas, como otros escalan...  Y es que todos necesitamos desconectar, incluso los héroes de novela, incluso los héroes en los que se basan estos personajes.

Dirigir un grupo no es solo dar órdenes, sino saber cómo darlas.

Anne y sus amigas, Anne y sus compañeros, todos y cada uno de ellos, incluso los padres de Anne, incluso algunos personajes menos comunes encerrados en sus clausuras, me han resultado creíbles, he visto en ellos a muchos de los que podéis encontrar en vuestro día a día, he recocido en ellos a más de uno de los que he conocido en mi vida.
Y si los personajes son creíbles no son menos contundentes los paisajes que el autor describe con maestría, detenimiento y sin duda con el cariño que le despiertan y el profundo conocimiento sobre ellos que se le intuye.
Los asesinatos que se suceden uno tras de otro a lo largo de la novela son crímenes meditados, planeados y ejecutados a la perfección por una mente enferma cuya identidad sospechamos a lo largo de las paginas en cada uno de los personajes y no se vosotros, pero yo me he ido equivocando, también,
una y otra vez. No conoceremos la identidad de esta mente perturbada hasta el final de la novela y lo mismo podríamos decir de sus razones, pues a pesar de los indicios que el autor desliza de forma precisa hay algo que no acaba de encajar, porque los motivos no están tan claros hasta que Ibon decide que lo estén y cuando llega ese momento has sido casi capaz de entender al autor, o al menos entender sus motivaciones, porque en esta historia, cada uno tiene sus motivaciones, amparadas en lo humano o en lo divino, pero hay cosas que por mucho que uno se empeñe jamás llegaran a tener justificación.

Me había convertido en Dios. Decidía quién debía vivir y quién no.

En la novela se mezclan los crímenes, el tráfico de drogas, los malos tratos, la corrupción policial y un maravilloso tratado de floricultura, porque en esta novela, la importancia de los tulipanes va mucho más allá del título.
Descubrir a este autor y descubrir su novela ha sido, realmente una grandísima y gratísima experiencia, la novela es una obre de ingeniería mecánica que funciona de manera perfecta, que te mantiene en vilo hasta las últimas líneas y que finaliza de la única manera en que puede cerrarse el circulo. Una novela para disfrutar, para evadirse y desde luego para no dejar pasar.

Nunca lo sabrá. No quiere saberlo. La verdad podría ser dolorosa. No puede arriesgarse a que sea diferente a la que se ha formado a lo largo de tantos años de sufrimiento.

jueves, 17 de septiembre de 2020

El mentiroso

Santiago, Mikel (2020)

El mentiroso

Ediciones B, Barcelona, 480 pp.

ISBN:     9788466667449

 


Hay novelas imposibles de abandonar una vez leídas las primeras páginas. Historias que reinventan el suspense y hacen dudar al lector cada vez que termina un capítulo. En este thriller absolutamente original y adictivo, Mikel Santiago rompe los límites de la intriga psicológica con un relato que explora las frágiles fronteras entre el recuerdo y la amnesia, la verdad y la mentira.

En la primera escena, el protagonista despierta en una fábrica abandonada junto al cadáver de un hombre desconocido y una piedra con restos de sangre. Cuando huye, decide tratar de reconstruir él mismo los hechos. Sin embargo, tiene un problema: no recuerda apenas nada de lo ocurrido en las últimas cuarenta y ocho horas. Y lo poco que sí sabe es mejor no contárselo a nadie.


Así arranc
a este thriller que nos traslada a un pueblo costero del País Vasco, entre sinuosas carreteras al borde de acantilados y casas de muros resquebrajados por las noches de tormenta: una pequeña comunidad donde, solo aparentemente, nadie tiene secretos para nadie.

 

- Decir la verdad. Siempre dicen que es lo más fácil, pero no estoy de acuerdo. La verdad es lo más difícil de sacarse del alma.

                                                                          

La primera vez que leí a Mikel Santiago, hace ya algunos años, me sorprendió qué la trama de “La última noche en Tremore Beach” me recordara tanto a un autor al que había profesado verdadera admiración durante mi adolescencia. No debí  ser la única pues muchos llamaron a Mikel el Stephen King de Barakaldo. Han pasado varios años y varias novelas que he tenido el placer de disfrutar y he de reconocer que sin perder la esencia de aquella primera historia, Mikel cada vez se parece menos a Stephen King para parecerse más a Mikel Santiago.

Creo, y esa es mi opinión personal, que Mikel ha ganado en madurez y en esta historia percibo más


seguridad, y poso de realidad que en todas las anteriores.

Pero si hay algo que no ha variado es la maestría del autor para construir tramas solidas y sorprendentes, con personajes perfecta y coherentemente construidos.

Mikel sigue siendo un perfecto ensamblador de piezas, un magnifico contador de historias, un experto autor de thrillers.

Aunque en esta novela renuncia, relativamente,  a los elementos fantásticos, tan patentes en sus dos primeras novelas, la amnesia le permite moverse entre la realidad y la ficción, entre la verdad y la mentira, entre el recuerdo y la construcción del recuerdo, porque al fin y al cabo, como decía García Márquez  “La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla” , y si de forma natural todos reconstruimos lo que fuimos, que no haremos cuando algo nos impide incluso tener puntos de anclaje sobre los que reconstruirnos…

Alex es un maestro de la mentira, un hombre al que la vida le ha obligado a desarrollar una agilidad excepcional para el fingimiento y el disimulo, un hombre al que las circunstancias de su existencia han obligado a moverse como pez en el agua entre la verdad y la mentira, un hombre al que, precisamente esa capacidad de mentir le hacen mas fácil enfrentarse a una situación que al común de los mortales nos dejaría absolutamente fuera de juego.

Y esa personalidad mentirosa, que en principio representa una ventaja, va poco a poco convirtiéndose en una carrera llena de obstáculos.


Una amnesia de fuga, creo que la llamo. Cuando prefieres olvidar a recordar lo que has visto.


Y, como esa casa, asomada al mar, a la que los embates del viento y el agua van ahondando las grietas que amenazan con hacer caer. Las mentiras que Alex va construyendo una sobre otra y otra, amenazan con hacer que su vida "perfecta" vinculada a través Erin  a la "alta sociedad" de Ilumbe se desmorone como un castillo de naipes sin que siquiera sea consciente de porqué.

 

La gente construye su mundo sobre cosas objetivas. Un trabajo. Un hogar. Conducir un coche. No puedes permitir que todo se derrumbe a la vez. Al menos, yo no estaba dispuesto a hacerlo. No todavía.

 


He disfrutado con la magnifica descripción de esos paisajes del Norte que Mikel tan bien conoce y cuyo cariño trasciende las página, he gozado de los personajes desde el primero al último, de Ane, de Mirari, de Joseba, de Dana, de Carlos… e incluso de Denis y de Félix, aun no siendo “buenos personajes”,  he sonreído con los guiños que Mikel hace a la escritura y a los escritores, a las editoriales e incluso, me atrevo a decir a su propia editora. Y me ha conmovido el pasado del protagonista, un pasado marcado por los abandonos y las ausencias, un pasado que, inevitablemente marca el presente del protagonista.

 

Con 18 años en imposible saber muchas cosas, cómo que siempre hay un “jefe” esperándote en todas partes. Cómo dice Bob Dylan: “ you have to serve somebody”-, o qué los que dicen que el dinero no da la felicidad nunca han sido pobres.  Aunque también es cierto que a los 18 somos mucho más listos que algunas cosas, sobre todo en los relativos los gilipollas.

 


La novela arranca con una escena potente que te mete de lleno en la historia y que avanza in crescendo envolviéndote en la incertidumbre del protagonista, que no deja de ser la nuestra hasta la última página; una historia que no da tregua en ningún momento, que obliga a  leer sin pausa, a sospechar de todo y todos  y a errar el tiro una vez tras otra.

 

Es como esas veces que abres los ojos en medio de la noche y no sabes dónde estás. Esperas un poco y la información se va reconstruyendo ante ti.

 


El mentiroso es una novela que he disfrutado de la primera a la última línea, en la que la trama me ha envuelto, si,  pero en la que también me ha conmovido ese cariño y ese respeto del autor a la tierra y a las personas que lo habitan, una ternura, la de los personajes del abuelo y la madre que han traspasado las paginas para tocarme inevitablemente la fibra sensible.

Las expectativas con las que comencé la lectura, que ya eran altas no se han visto mermadas, todo lo contrario, y es que Mikel es un autor que no defrauda, un autor al que siempre merece la pena leer.

 

No siempre consigues lo que quieres, pero a veces consigues lo que necesitas.

lunes, 14 de septiembre de 2020

La buena suerte


Montero, Rosa (2020)
La buena suerte
Alfaguara, Madrid, 328 pp.
ISBN: 9788420439457

«La alegría es un hábito.»
¿Qué impulsa a un hombre a bajarse anticipadamente de un tren y ocultarse en un pueblo de mala muerte? ¿Quiere recomenzar su vida o pretende acabar con ella? Tal vez esté huyendo de alguien, o de algo, o incluso de sí mismo, y el destino le ha traído a Pozonegro, un antiguo centro hullero que ahora agoniza. Por delante de su casa pasan trenes que pueden ser salvación o condena, mientras los perseguidores estrechan el cerco. La perdición parece estar más próxima cada día.
Pero este hombre, Pablo, también conoce gente en aquel lugar maldito, como la luminosa, incompleta y algo chiflada Raluca, que pinta cuadros de caballos y tiene un secreto. Allí todos arrastran algún secreto, algunos más oscuros y peligrosos que otros. Y algunos simplemente ridículos. También hay humor en ese pueblo triste, porque la vida tiene mucho de comedia. Y gente que finge ser quien no es, o que oculta lo que planea. Es el gran juego de las falsedades.
Un mecanismo de intriga hipnotizante desvela poco a poco el misterio de ese hombre, y al hacerlo nos muestra el interior de lo que somos, una radiografía de los anhelos humanos: el miedo y la serenidad, la culpa y la redención, el odio y el deseo. Esta novela habla del Bien y del Mal, y de cómo, pese a todo, el Bien predomina. Es una historia de amor, de amor tierno y febril entre Raluca y el protagonista, pero también de amor por la vida. Porque después de cada derrota puede haber un nuevo comienzo, y porque la suerte sólo es buena si decidimos que lo sea.


Se diría que este hombre no ha logrado un acuerdo con la vida, un acuerdo consigo mismo, lo cual, a estas alturas ya todos lo sabemos, es el único éxito al que podemos aspirar: a llegar como un tren,  cómo este mismo tren, a una estación aceptable.

Hace algunos años, antes de que mis gustos literarios se inclinaran claramente por la novela negra,
Rosa Montero, Carmen Martin Gaite y Ana María Matute eran, entre otras, escritoras disfrutaba en todas y cada una de sus historias y de las que cada nueva novela era un verdadero regalo
Estos tiempos quedaron atrás y, para nuestra desgracia, Carmen Martin Gaite y Ana María Matute nos dejaron hace años, por suerte Rosa Montero sigue deleitándonos con sus letras y regalándonos maravillosas historias como la que hoy nos ocupa.
He de reconocer que cuando leí la sinopsis y vi la portada hubo algo que no me cuadraba, n o entendía el porqué de esa imagen de mujer. Una vez acabada la lectura debo confesar que ninguna otra me hubiera parecido más adecuada y es que esta imagen es pura belleza, como lo es el personaje de Raluca, uno de esos personajes que son luz, uno de esos personajes que te alegran la vida.
Rosa ha escrito una novela de supervivientes, una novela de segundas oportunidades, una novela sobre esas personas que tras cada varapalo, son capaces de volver a levantarse, haciéndolo incluso con más fuerzas y de aquellas otras que tras un revés, pierden el control con que ordenan su existencia encontrándose de repente en medio de un mundo hostil en el que no son capaces de manejarse y en el que solo queda la opción de empezar de nuevo o dejarse ir.

Lo más importante, se dice ese niño qué ahora es ese hombre, es tener siempre el control. Qué es justo lo que ahora se le escapa.

Ha escrito también una novela sobre el miedo, sobre las reacciones que provoca en nuestras vidas,   nuestros actos, sino incluso en nuestros sentimientos y pensamientos.
sobre su forma de determinarnos, no solo en

El miedo es como una piedra que acarreas dentro del estomago. Día tras día vas tragando tu maraña de temores igual que los gatos se tragan sus pelos, hasta que acaban por formar una bola en la barriga, una densa pelota qué produce ganas de vomitar y que te obliga a caminar un poco encorvado, cómo esperando un golpe. El miedo es un parasito, un invasor. Un vampiro que te chupe los pensamientos, por qué no puedes alejar de tu cabeza. E incluso sí, en un raro momento de tregua, consigues olvidar por un instante tu miedo, siempre queda cierta pesadumbre pendiente sobre ti, una vaga premonición de riesgo y de desgracia. No hay manera de librarse por completo de él.

Y ha escrito, además, una novela sobre la culpa que nos reconcome y nos determina y que nos ahoga a veces, hasta no dejarnos respirar.

A Pablo la amarga, le obsesiona no haber sido capaz de quererla mejor. Quererla a la altura de lo que de verdad la quería.

La autora ha construido una maravillosa novela de personajes llenos de matices, personajes reales llenos de luces y de muchas más sombras. Unos personajes de los que nos va dosificando la información, de los que nos va desgranando, a cuentagotas, un pasado que determina su presente, un pasado del que no somos capaces de separar la parte real de esa parte “ficticia” que a veces inventamos para “dulcificar” nuestras vivencias.
Hay personajes, así como hay personas, que ven la vida en color aunque su pasado haya sido negro, su presente sea gris y su futuro vire a gris oscuro y hay personajes, tantos como personas que ven la vida de color negro aunque su presente asemeje el  mismo arcoíris y hay personas ancladas en el resentimiento que, hasta de las buenas rachas de la vida se empeñan en encontrar el lado más amargo y si no lo hay, se lo inventan.

Pero Pablo, es que sí solo has conocido el daño, crees que eso es lo normal. Déjala que conozca otra vida. Seguro que tendrá buena suerte, como yo. ¿Sabes que? Esa niña va a saber por primera vez lo que es dormir sin miedo.

Hay personas qué, aun con todo lo malo que les ha tocado vivir, son siempre capaces de encontrar la parte positiva que les permita avanzar y hay personas a quienes lo malo les paraliza, les vuelve la vida del revés y les lleva, irremediablemente al borde del abismo.
Hay personas que se enfrentan al presente pintando el cielo de colores y hay personas que en vez de enfrentarse al presente huyen de él, sin ser conscientes de que no se puede huir de uno mismo, que los errores, las culpas, los miedos y nuestros fantasmas van con nosotros donde quiera que vayamos.

- Mira, a mi edad he llegado al convencimiento de qué la gente no se dividen entre ricos y pobres, negros y blancos, derechas e izquierdas, hombres y mujeres, viejos y jóvenes, moros y cristianos- dice al fin-: No. En lo que se divide de verdad la humanidad es entre buena y mala gente. Entre las personas que son capaces de ponerse en el lugar de los otros y sufrir con ellos y alegrase con ellos y los hijos de puta que solo buscan su propio beneficio, qué solo saben mirarse la barriga. Esos que son capaces de vender a su madre, ya me entiendes. Luego, entre los buenos, algunos son buenísimos, y  entre los malos algunos son malísimos.

Y estos dos polos que son opuestos son los protagonistas de esta historia, Raluca y Pablo, dos personas que se encuentran en un lugar atípico y forjan una relación asimétrica en la que uno se “desnuda” y el otro se esconde, en el que a base de tesón y de buena o mala suerte, depende de quién lo cuente, se acaba forjando una alianza de vasos comunicantes, en los que una parte de cada uno de ellos incide irremediablemente en el otro.
En un  paisaje desolado y desolador y con unos personajes rotos, la autora construye una preciosa novela que nos habla de la culpa, el dolor, el abandono y el abuso, pero también del amor, de la solidaridad, de la supervivencia y ante todo y sobre todo de esa redención a la que todos tenemos derecho.

Es tan dichoso qué a veces se angustia. No puede ser que todo esté saliendo tan bien: teme qué la
desgracia se abata sobre él como un relámpago.

Es una novela deliciosa, escrita de manera magistral, con tantas frases grandiosas, tantos pensamientos sublimes y tantas reflexiones certeras que, en mi costumbre de anotar las frases que me hablan directamente, que tienen algo que ver con mi realidad o que me llevan a reflexionar, casi me han obligado a apuntar frases, cuando no párrafos completos en casi cada página.
No perdáis la oportunidad de acercaros a la prosa de Rosa Montero, no os perdáis el privilegio de conocer a un personaje como Raluca, os aseguro que no os vais a arrepentir.

Ser otro es un alivio. Escapar de la propia vida. Destruir lo hecho. Lo mal hecho. Si tan solo pudiera formatear su memoria y empezar de cero.

jueves, 10 de septiembre de 2020

La carcel


G. García, Alicia (2020)
La cárcel  (Novela Ganadora del Premio Internacional de Narrativa Marta de Mont Marçal 2020)
Roca Editorial, Barcelona, 272 pp.
ISBN: 9788417968144

Valeria, una de las concursantes del reality show La Cárcel, aparece muerta en su celda. En medio del estupor y el caos inicial, Vera, la directora de producción, toma las riendas y piensa que, cueste lo que cueste, hay que mantener la noticia en secreto hasta que acabe el programa, un mes.
Antonio, el director del programa, y Claudia, la redactora que ha descubierto el cadáver, creen que va a ser imposible mantener el secreto, además de que éticamente les parece deleznable. Solo Alina, la ayudante de dirección, confía en el poder de Vera y la capacidad de manipular al público y llevarlo por donde los guionistas quieren.
Así, tras unos cuantos cambios de guion y varias llamadas telefónicas, dan los resultados esperados y los únicos que, con mucha discreción, se pasean por el escenario del crimen son los subinspectores de la policía Rodrigo Arrieta y Alejandro Suárez.
Repetidas visitas a las oficinas, las entrevistas al personal y la necesidad de que alguien le guíe por aquellos pasillos favorecen la relación entre el subinspector Arrieta y Alina, quienes acaban buscando excusas para sus encuentros.
Muy poco a poco, en una investigación que avanza lenta, la policía descubre pistas como que la víctima fue envenenada, que tres de los concursantes entraron en el programa porque fueron falseadas sus puntuaciones, que alguien trató de chantajear al director de contenidos y al director del programa… pero los hallazgos aportan más bien poco a la cuestión del asesinato.
Y de repente, aparece un segundo concursante muerto. No puede ser una casualidad, porque el informe médico dice que lo han envenenado con la misma sustancia que a Valeria.
Una flor que alguien deja en el armario del concursante muerto se convierte en la única pista para que el subinspector Arrieta pueda desenmascarar al asesino.


Necesitamos un pequeño repunte en la audiencia, el programa va por la mitad de su emisión y siempre se suele sufrir una pequeña bajada; los espectadores se cansan, el formato ya deja de ser original y hay que darles un extra.
—¿Y es así de fácil?
—Nada es fácil, se trata de motivar a mucha gente, de ofrecer algo que los entretenga, que los intrigue, que los lleve a comentarlo al día siguiente en el trabajo o cuando van a dejar a sus hijos al colegio.
—Vidas de otras personas que te evadan de la tuya.

La novela que hoy me ocupa es la novela ganadora del  VII Premio Internacional de Narrativa Marta de Mont Marçal 2020. Es la tercera novela que leo de las galardonadas en este premio, tras Caída libre y La esperada Lluvia y no tiene en común con ellas ni genero, ni estilo, ni tema, pero si una enorme calidad literaria que, como en las anteriores, he encontrado en esta.
Más allá de la trama negra y la ambientación de la misma apegadísima a la realidad audiovisual de nuestro tiempo, he encontrado una crítica feroz a la sociedad actual, a las mentiras que nos venden los medios, al mundo impostado de los ricos, al chantaje, al submundo de la drogadicción, de la prostitución y del narcotráfico.
El mundo de los Reality Shows no es un fenómeno reciente. Hace 20 años que nos vendieron la llegada de “Gran hermano” como una revolución de la televisión, como un experimento sociológico que a mí no me parece tal, pero bueno, para gustos los colores.
Desde aquel primer formato los Realitys se han generalizado en todas las cadenas televisivas y con los  más diversos trasfondos, cada vez más extremos y/o crueles, granjas, islas desiertas, islas nudistas, islas tentadoras…
Pero la tele realidad viene de mucho más atrás, de aquellos programas en los que los invitados contaban retazos de sus vidas, cuanto más truculentos mejor, que pretendían reencontrarse con quien en ocasiones no quería ser “reencontrado” o sorprendido o eran destinatarios de una carta anónima… Una moneda lanzada a cara o cruz por los interpelados, con consecuencias, en algunos casos deleznables, no hemos más que pensar en Ana Orantes o en Svetlana Orlova.
El hecho es que la evolución de este tipo de televisión me parece una involución y me temo que el argumento de la cárcel como tema de un Reality no se aleja de lo que buscan las cadenas, porque, independiente de los crímenes que Alicia relata, para este tipo de programas esta situación de aislamiento y castigo continuo daría muuucho juego y el trasfondo de un penal aun no ha sido explotado.
He de reconocer que no soy seguidora de este tipo de programas y que más allá de la curiosidad que me produjo la primera edición de gran hermano, la vergüenza ajena que me producían ciertas (muchas) de las situaciones vividas por los concursantes, hicieron de mi una espectadora fugaz.

Desde esa noche, cada movimiento, cada palabra, cada gesto de los jóvenes fue analizado con detalle por seudoperiodistas dedicados a comentar las miserias humanas.

Mi desencanto, además, se debe a muchos de los apuntes que hace la autora a lo largo de las páginas de su novela, que me creo la mitad, que considero que, a menudo, el espectáculo es mayor que la verdad que debería haber en un formato de este tipo y que ello supone la manipulación de los espectadores y  la impostación de situaciones y concursantes.

Incluso los absurdos figurantes, actores que trataban de abrirse un hueco en el mundo de la
televisión, representaban su papel sin dudar; todo el esfuerzo para ofrecer al telespectador una mentira, una mentira que la audiencia admitía como tal, pero que deseaba seguir observando.

La autora disecciona los entresijos de voluntad de cada uno de los protagonistas de esta historia y no solo de los concursantes. Conocemos las motivaciones del productor, del director, del presentador y de todos aquellos que se mueven por los oscuros pasillos del plató y por los aun más oscuros circuitos en los que circula el poder, el chantaje, las trampas…

Todo el ajetreo se debía al directo de aquella noche. Cada toma, cada escena, cada instante revestido de improvisación, pero sostenido por una preparación y planificación al segundo.

Estamos ante una novela que se desarrolla a un ritmo más que ágil, con capítulos cortos y salpicados de diálogos certeros y acertados y cuya cadencia solo se ve interrumpida por ciertos pasajes en los que se nos pone sobre la pista de un personaje ajeno a la trama principal pero que será determinante para entender esta.
Estamos, sin duda, ante una novela más compleja de lo que pudiera parecer en principio, construida de manera coherente y cohesionada y con un plantel de personajes sólidos y creíbles, alguno de los cuales he llegado a odiar profundamente, otros, como Vera, que me han producido una repulsa inmediata y alguno como Rodrigo y Alina se han ganado mi simpatía.

Para aquellos dos seres, la diferencia entre el bien y el mal no existía, sus escalas de valores se encontraban alejadas de la mayoría de los mortales, guiadas por una necesidad enfermiza de poder y prestigio que podrían llevarlos a cometer la mayor de las aberraciones.

La cárcel es, sin duda, una novela  a la que merece la pena acercarse, por su originalidad, por su calidad y por los retos éticos que plantea.

—Los personajes televisivos se crean y se destruyen a conveniencia —explicó Vera—, la audiencia se nutre de aquello que le ofrecemos. —Y que la publicidad subvenciona —apuntilló Antonio con amargura.