Roso, Luis (2020)
Durante la nevada
Alrevés, Barcelona, 392 pp.
ISBN: 978-84-17847-59-3
En las Navidades del año 1968, el cuerpo de la joven Rebeca Sanromán fue hallado en una laguna helada en las inmediaciones de un pequeño pueblo de montaña al norte de Burgos, sin que se hallara nunca al responsable de su asesinato.
Diez años después, dos reporteros de un diario provincial
viajan hasta el lugar para escribir un artículo sobre el crimen: Miguel, un
periodista de raza, formado en los años más oscuros del franquismo, y
Esmeralda, una joven idealista criada a la sombra de su estricto padre.
La investigación periodística, que se preveía anodina,
pronto se convertirá en una compleja trama en la que Miguel y Esmeralda verán
peligrar sus carreras profesionales y hasta sus propias vidas, mientras que el
país entero bulle por los vertiginosos cambios políticos y la violencia
desatada en los primeros años de la Transición democrática.
Ética
o estética, esa es la eterna lucha. Con los años te irás dando cuenta de que
esto del periodismo siempre funciona así. Una cosa es lo que averigües, y otra
lo que cuentes y cómo lo cuentes. Es como sintonizar la radio: a veces hay que
ajustar mucho con la rueda para encontrar el canal que buscas. Pero con
paciencia y práctica todo se puede conseguir. Esta es una de las pocas
consecuencias positivas que tuvo la dictadura para nuestro oficio: nos enseñó a
decir mucho sin decir nada. Y lo que es aún más complicado: a no decir nada aun
diciendo mucho.
¿Eso
qué significa? —Que hay que confiar en la inteligencia y la complicidad del
lector para que entienda lo que tú quieres que entienda, ni más ni menos
Algo
así como lo que decía Machado, «Da doble luz a tu verso, para leído de frente y
al sesgo».
Durante la nevada es una novela negra que se sitúa, además, en una de mis épocas históricas favoritas, la transición española. El autor ha llevado a cabo, sin duda, un gran trabajo de documentación que se filtra a través de las páginas, sin dogmatismos y, lo más importante, sin que Luis se empeñe en darnos una lección de historia, sin que se empeñe en demostrarnos todo lo que sabe de una época convulsa de nuestra historia. Una etapa determinada por el ambiente político que el autor nos muestra, pero en la que desliza además el cine, la televisión, la literatura y la prensa, para situarnos en un contexto definido por un cambio político, pero también, o tal vez debido a esto, por el inicio de los cambios sociales que esta nueva etapa suponía.
Después de las
casi cuatro décadas con los medios del régimen trasladando a la población una
sensación de apatía generalizada, de certidumbre y estabilidad, la democracia
había supuesto una ruptura perceptible, más que en ningún otro ámbito, en el
periodismo.
La novela está llena de personajes potentes y perfectamente definidos.
La pareja protagonista, Miguel y Esmeralda, se encuentra fuera de los cánones habituales. Tienen edades distintas, pasados distintos y vivencias distintas, pero tienen en común un rasgo más que importante: su profesión y su incansable búsqueda de la verdad y diría, más aún, de la justicia, tenga esta búsqueda las consecuencias que tenga.
Yo leía mucho, y tenía el convencimiento de que la apariencia era algo secundario. Que la revolución
no se hacía dejándose crecer la barba.Dentro del elenco de secundarios que les acompañan en esta aventura, debo comenzar hablando de Beatriz, una mujer independiente adelantada a su época, una compañera para Miguel, más que una “mujer” de la época acostumbrada a vivir para y en pos de su marido.
Los cuerpos de seguridad, tanto la Policía Nacional, personificada en el Inspector Velasco, como la guardia civil, en los personajes del Teniente Zaballos y el Teniente Coronel José Cerdá, a los que la pareja protagonista se encuentra a veces de frente y a veces en contra, unos cuerpos que arrastran, tanto en el ámbito urbano, como en el ámbito rural reminiscencias del régimen anterior provocando más de un problema en la investigación y en la propia vida de los protagonistas.
Además, si hubiera
sido él, el teniente se lo habría sacado en el tiempo que lo tuvo detenido. Que
ya saben ustedes cómo son esos interrogatorios de la Guardia Civil.
Es un parásito que
lleva media vida viviendo de no hacer nada, gracias a su amistad con el antiguo
gobernador civil de la provincia, que era familia suya. Ahora quiere subirse al
carro de la democracia y además seguir llevando las riendas. Pero no. Esto no
funciona así. Ahora nos toca mandar a los otros, a los que hasta ahora nos ha
tocado bajar las orejas y tener la boca cerrada.
Los descendientes de estas fuerzas vivas, como nuestro Leandro Guijarro, que se acomodaron a vivir en el poder y que a base de dinero e influencias construyeron sus imperios, aún en los contextos más peligrosos.
Era miembro de Fuerza Nueva y uno de los baluartes de la organización ultraderechista en el País
Vasco, aunque a la vez mantenía contactos poco o nada discretos con distintas organizaciones y asociaciones del entorno abertzale a las que no tenía reparos en apoyar económicamente bajo cuerda. Parecía haber sido capaz de ubicarse en una suerte de limbo, una situación de equidistancia perfecta, que le permitía moverse con libertad en el turbulento panorama político, social y económico de la región.Rebeca Sanromán, un personaje que, a pesar de no estar presente “físicamente” en la trama, es el punto común alrededor del cual se estructura toda la historia, convirtiéndose en el elemento principal que permite al autor realizar un análisis de las relaciones familiares y vecinales y una crítica explícita a la posición de la mujer en la década de los años 70 del siglo pasado, esa posición en la que la etiqueta que te colocaban era la que te determinaba y en la que, poner etiquetas, era para los otros el deporte nacional. Por desgracia, esa mala costumbre de etiquetar a las mujeres, aún sin prueba alguna, no ha quedado relegada al pasado como el régimen anterior, sino que, para nuestra desgracia sigue muy viva en nuestra sociedad.
Pues, a ver, en
general era una chica muy normal. Alegre, simpática, cumplidora… Pero también
tenía lo suyo. Como cualquiera. —¿Qué era lo suyo? —preguntó Esmeralda. —Pues
lo que tenemos todos, nuestra cara oculta. Ella, digamos que podía ser un poco
descarada a veces. Un poco atrevida. No sé si me explico.
[…]
Es solo que tenía
diecinueve años, y que hacía lo que le parecía con quien le parecía, sin
importarle lo que pudiera pensar usted o cualquier otro.
Junto a estos personajes, se alza, como un personaje más el terrorismo de ETA, especialmente virulento en esta época. Sus acciones y las consecuencias que tuvieron para quienes las sufrieron en sus carnes, para quienes tuvieron que vivir bajo su amenaza durante toda su vida.
En los tiempos que
corren, para alguien como yo lo más prudente es suponer que cualquier extraño
que se te acerque lo hace con intención de pegarte dos tiros. Desconfiar de
todos es la única forma de seguir vivo.
La llamada “España profunda” se retrata desde quienes la habitan y también desde aquellos que comenzaron a abandonarla ya en los 70 buscando un futuro urbanita que les alejara de la esclavitud del campo, que les proporcionara un futuro más cómodo y mejor remunerado. Una generación que inicio los pasos de lo que hoy llamamos la España vaciada, pues buscando su propio futuro, legítimamente, no digo lo contrario, acabaron con el propio futuro de esos pueblos. Esta España profunda, con su propia idiosincrasia, con las enrevesadas relaciones de sus habitantes, con los secretos y verdades que cada uno de ellos conoce y calla, se erige, durante la novela en otro protagonista más, para mí, el más importante de todos ellos. Y si borda la descripción de la España rural no lo hace menos en el retrato de la vida en las ciudades de provincias, ciudades en las que pesa tanto lo que los demás piensen de nosotros que acaba determinando nuestra propia forma de vida. Frente a la libertad que supone la vida en Madrid, esa capital que muchos, en aquella época y en esta, identificaban con la tierra de la libertad, un territorio de excarcelación de los estereotipos que se cargan como losas en el lugar en que a cada uno le toca nacer. Madrid con sus bares, sus cines y teatros, sus luces y su vida… pero también con esa oscuridad de las calles donde de madrugada puede atacarte un malnacido…
Aquí no hay
turismo, ni industria, ni minería. Antes había algo de cereal en el llano, y
frutales, y hasta panales de miel, pero ya no quedan jóvenes que quieran
trabajar y vivir de eso. Solo hay viejos que viven de sus cuatro vacas, sus
cuatro gallinas y su huerto. Que el campo es muy cansado y no da dinero, dicen
los jóvenes. Tenemos un par de bares, un par de tiendas, y con eso nos las
tenemos que apañar los que no tenemos edad o fuerzas para irnos. Este pueblo,
se lo digo yo, no es más que un cementerio. Por estas calles solo caminan ya
almas en pena.
El paseo fue corto
y tuvo algo de espectral a causa de la oscuridad, el silencio roto únicamente
por los ruidos del interior de las viviendas —platos, televisores, llantos de
niños— y la sensación de tiempo detenido tan típica en las noches del invierno
en las ciudades de provincias.
Lo que Madrid le
ofrecía no podía ofrecérselo Burgos ni ninguna otra ciudad de provincias. El
anonimato, la libertad, eran bienes preciados de los que ella no había podido
disfrutar a lo largo de su vida.
En el periodismo no pasa nada por dejar una historia a medias cuando no se tienen más datos. Pero en la literatura todo tiene que quedar cerrado. Hasta los finales abiertos son en el fondo finales cerrados, porque el lector normalmente intuye qué es lo que va a ocurrir a continuación.
Una reseña espectacular, Gema, de la cual no puedo más que suscribir cada palabra.
ResponderEliminarUn beso.
Cómo se nota que has disfrutado con esta lectura! Una reseña fantástica para una gran novela.
ResponderEliminarBesotes!!!
Coincido totalmente contigo Gema. Una fotografía de la sociedad de finales de los 70, no se puede expresar mejor. Gran reseña. Un beso.
ResponderEliminarUna reseña fantástica. Has reflejado muy bien con lo que nos hemos encontrado en la lectura. Los personajes me han gustado mucho, pero me ha llegado al alma esa España rural que tan bien ha retratado.
ResponderEliminarBesos
Me ha encantado tu reseña, Gema. Has analizado todos y cada uno de los puntos fuertes de la novela, y has dejado claro que te ha gustado. De acuerdo contigo al 100%. El autor ha sido un gran descubrimiento sin duda.
ResponderEliminarBesos.
Muy de acuerdo con tu reseña. Lo que más destaco yo también el la concepción de los personajes. La verdad es que ha sido una gozada de novela
ResponderEliminarMuy buena reseña Gema! Lo apunto para el 2021 📝😉
ResponderEliminarGracias bonita, seguro que te va a encantar esta historia. Nos leemos.:)
EliminarUna novela que hemos disfrutado mucho. Coincido contigo en todo lo que cuentas; para mí ha sido una sorpresa ya que no había leído nada de este autor, pero a partir de ahora estaré pendiente de lo que publique. Gran reseña Gema. Un beso
ResponderEliminarUna gran novela que se nota has disfrutado y que has detallado muy bien en tu reseña.
ResponderEliminarAcabo de leer justo ahora otra reseña de esta novela y la he anotado. Muchas gracias. ;)
ResponderEliminarGracias a ti por la visita. Seguro que te encantará esta historia. Nos leemos. :)
EliminarHola. Una novela con la que se disfruta mucho como leyendo tu estupenda reseña. Una clara y directa invitación para un futuro lector, que serán mucho. Besos.
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