miércoles, 16 de diciembre de 2020

Durante la nevada

Roso, Luis (2020)

Durante la nevada

Alrevés, Barcelona, 392 pp.

ISBN: 978-84-17847-59-3

 

En las Navidades del año 1968, el cuerpo de la joven Rebeca Sanromán fue hallado en una laguna helada en las inmediaciones de un pequeño pueblo de montaña al norte de Burgos, sin que se hallara nunca al responsable de su asesinato.

Diez años después, dos reporteros de un diario provincial viajan hasta el lugar para escribir un artículo sobre el crimen: Miguel, un periodista de raza, formado en los años más oscuros del franquismo, y Esmeralda, una joven idealista criada a la sombra de su estricto padre.

La investigación periodística, que se preveía anodina, pronto se convertirá en una compleja trama en la que Miguel y Esmeralda verán peligrar sus carreras profesionales y hasta sus propias vidas, mientras que el país entero bulle por los vertiginosos cambios políticos y la violencia desatada en los primeros años de la Transición democrática.

 

Ética o estética, esa es la eterna lucha. Con los años te irás dando cuenta de que esto del periodismo siempre funciona así. Una cosa es lo que averigües, y otra lo que cuentes y cómo lo cuentes. Es como sintonizar la radio: a veces hay que ajustar mucho con la rueda para encontrar el canal que buscas. Pero con paciencia y práctica todo se puede conseguir. Esta es una de las pocas consecuencias positivas que tuvo la dictadura para nuestro oficio: nos enseñó a decir mucho sin decir nada. Y lo que es aún más complicado: a no decir nada aun diciendo mucho.

¿Eso qué significa? —Que hay que confiar en la inteligencia y la complicidad del lector para que entienda lo que tú quieres que entienda, ni más ni menos

Algo así como lo que decía Machado, «Da doble luz a tu verso, para leído de frente y al sesgo».

 

Luis Roso es uno de esos autores que tenía pendientes desde hace años, pero cuyas historias habían ido quedando relegadas por otras lecturas. Por eso, cuando en #SoyYincanera se propuso la lectura conjunta de su última novela no pude, ni quise resistirme y la verdad es que ha sido un verdadero acierto.

Durante la nevada es una novela negra que se sitúa, además, en una de mis épocas históricas favoritas, la transición española. El autor ha llevado a cabo, sin duda, un gran trabajo de documentación que se filtra a través de las páginas, sin dogmatismos y, lo más importante, sin que Luis se empeñe en darnos una lección de historia, sin que se empeñe en demostrarnos todo lo que sabe de una época convulsa de nuestra historia. Una etapa determinada por el ambiente político que el autor nos muestra, pero en la que desliza además el cine, la televisión, la literatura y la prensa, para situarnos en un contexto definido por un cambio político, pero también, o tal vez debido a esto, por el inicio de los cambios sociales que esta nueva etapa suponía.

 

Después de las casi cuatro décadas con los medios del régimen trasladando a la población una sensación de apatía generalizada, de certidumbre y estabilidad, la democracia había supuesto una ruptura perceptible, más que en ningún otro ámbito, en el periodismo.

 

La novela está llena de personajes potentes y perfectamente definidos.

La pareja protagonista, Miguel y Esmeralda, se encuentra fuera de los cánones habituales. Tienen edades distintas, pasados distintos y vivencias distintas, pero tienen  en común un rasgo más que importante: su profesión y su incansable búsqueda de la verdad y diría, más aún, de la justicia, tenga esta búsqueda las consecuencias que tenga.

 

Yo leía mucho, y tenía el convencimiento de que la apariencia era algo secundario. Que la revolución

no se hacía dejándose crecer la barba.

 

Dentro del elenco de secundarios que les acompañan en esta aventura, debo comenzar hablando de Beatriz, una mujer independiente adelantada a su época, una compañera para Miguel, más que una “mujer” de la época acostumbrada a vivir para y en pos de su marido.

Los cuerpos de seguridad,  tanto la Policía Nacional, personificada en el Inspector Velasco, como la guardia civil, en los personajes del Teniente Zaballos y el Teniente Coronel José Cerdá, a los que la pareja protagonista se encuentra a veces de frente y a veces en contra, unos cuerpos que arrastran, tanto en el ámbito urbano, como en el ámbito rural reminiscencias del régimen anterior provocando más de un problema en la investigación y en la propia vida de los protagonistas.

 

Además, si hubiera sido él, el teniente se lo habría sacado en el tiempo que lo tuvo detenido. Que ya saben ustedes cómo son esos interrogatorios de la Guardia Civil.

 

Las fuerzas vivas de los pueblos del interior de la península, en este caso Sancho Guijarro, el alcalde de Zarza de Loberos, que lo fueron perpetuándose a sí mismos por años y años debido, obviamente, no a la elección de sus vecinos, sino al “enchufismo”, a ese estar en el bando correcto que les imprimía de una capa de seguridad para mantenerse en la “cumbre” y que sus vecinos aceptaban más por miedo que por cualquier otra razón. Y que vieron tambalearse esa seguridad con el nuevo régimen que se avecinaba.

 

Es un parásito que lleva media vida viviendo de no hacer nada, gracias a su amistad con el antiguo gobernador civil de la provincia, que era familia suya. Ahora quiere subirse al carro de la democracia y además seguir llevando las riendas. Pero no. Esto no funciona así. Ahora nos toca mandar a los otros, a los que hasta ahora nos ha tocado bajar las orejas y tener la boca cerrada.

 

Los descendientes de estas fuerzas vivas, como nuestro Leandro Guijarro,  que se acomodaron a vivir en el poder y que a base de dinero e influencias construyeron sus imperios, aún en los contextos más peligrosos.

 

Era miembro de Fuerza Nueva y uno de los baluartes de la organización ultraderechista en el País

Vasco, aunque a la vez mantenía contactos poco o nada discretos con distintas organizaciones y asociaciones del entorno abertzale a las que no tenía reparos en apoyar económicamente bajo cuerda. Parecía haber sido capaz de ubicarse en una suerte de limbo, una situación de equidistancia perfecta, que le permitía moverse con libertad en el turbulento panorama político, social y económico de la región.

 

Rebeca Sanromán, un personaje que, a pesar de no estar presente “físicamente” en la trama, es el punto común alrededor del cual se estructura toda la historia, convirtiéndose en el elemento principal que permite al autor realizar un análisis de las relaciones familiares y vecinales y una crítica explícita a la posición de la mujer en la década de los años 70 del siglo pasado, esa posición en la que la etiqueta que te colocaban era la que te determinaba y en la que, poner etiquetas, era para los otros  el deporte nacional. Por desgracia, esa mala costumbre de etiquetar a las mujeres, aún sin prueba alguna, no ha quedado relegada al pasado como el régimen anterior, sino que, para nuestra desgracia sigue muy viva en nuestra sociedad.

 

Pues, a ver, en general era una chica muy normal. Alegre, simpática, cumplidora… Pero también tenía lo suyo. Como cualquiera. —¿Qué era lo suyo? —preguntó Esmeralda. —Pues lo que tenemos todos, nuestra cara oculta. Ella, digamos que podía ser un poco descarada a veces. Un poco atrevida. No sé si me explico.

[…]

 

Es solo que tenía diecinueve años, y que hacía lo que le parecía con quien le parecía, sin importarle lo que pudiera pensar usted o cualquier otro.

 

Junto a estos personajes, se alza, como un personaje más el terrorismo de ETA, especialmente virulento en esta época. Sus acciones y las consecuencias que tuvieron para quienes las sufrieron en sus carnes, para quienes tuvieron que vivir bajo su amenaza durante toda su vida.

 

En los tiempos que corren, para alguien como yo lo más prudente es suponer que cualquier extraño que se te acerque lo hace con intención de pegarte dos tiros. Desconfiar de todos es la única forma de seguir vivo.

 

Y si los personajes son potentes, no me lo han parecido menos los paisajes en los que el autor desarrolla la trama. Paisajes descritos de forma certera, que transmiten, no solo la imagen de los mismos, sino las sensaciones que en ellos se viven, sobre todo cuando se refiere a Las Sabinas, esa pedanía en la que te ves inmerso en la soledad, el aislamiento, el frio y un punto cercano a la locura que se intuye en quienes poblaron y pueblan esas tierras.

La llamada “España profunda” se retrata desde quienes la habitan y también desde aquellos que comenzaron a abandonarla ya en los 70 buscando un futuro urbanita que les alejara de la esclavitud del campo, que les proporcionara un futuro más cómodo y mejor remunerado. Una generación que inicio los pasos de lo que hoy llamamos la España vaciada, pues buscando su propio futuro, legítimamente, no digo lo contrario, acabaron con el propio futuro de esos pueblos. Esta España profunda, con su propia idiosincrasia, con las enrevesadas relaciones de sus habitantes, con los secretos y verdades que cada uno de ellos conoce y calla, se erige, durante la novela en otro protagonista más, para mí, el más importante de todos ellos. Y si borda la descripción de la España rural no lo hace menos en el retrato de la vida en las ciudades de provincias, ciudades en las que pesa tanto lo que los demás piensen de nosotros que acaba determinando nuestra propia forma de vida. Frente a la libertad que supone la vida en Madrid, esa capital que muchos, en aquella época y en esta, identificaban con la tierra de la libertad, un territorio de excarcelación de los estereotipos que se cargan como losas en el lugar en que a cada uno le toca nacer.  Madrid con sus bares,  sus cines y teatros, sus luces y su vida… pero también con esa oscuridad de las calles donde de madrugada puede atacarte un malnacido…

 

Aquí no hay turismo, ni industria, ni minería. Antes había algo de cereal en el llano, y frutales, y hasta panales de miel, pero ya no quedan jóvenes que quieran trabajar y vivir de eso. Solo hay viejos que viven de sus cuatro vacas, sus cuatro gallinas y su huerto. Que el campo es muy cansado y no da dinero, dicen los jóvenes. Tenemos un par de bares, un par de tiendas, y con eso nos las tenemos que apañar los que no tenemos edad o fuerzas para irnos. Este pueblo, se lo digo yo, no es más que un cementerio. Por estas calles solo caminan ya almas en pena.

 

El paseo fue corto y tuvo algo de espectral a causa de la oscuridad, el silencio roto únicamente por los ruidos del interior de las viviendas —platos, televisores, llantos de niños— y la sensación de tiempo detenido tan típica en las noches del invierno en las ciudades de provincias.

 

Lo que Madrid le ofrecía no podía ofrecérselo Burgos ni ninguna otra ciudad de provincias. El anonimato, la libertad, eran bienes preciados de los que ella no había podido disfrutar a lo largo de su vida.

 

La novela es, sin duda, la resolución de un asesinato que 10 años atrás quedó impune, pero es también una fotografía de la sociedad de finales de los 70, cuando el mundo conocido hasta ese momento en nuestro país comenzaba a desmoronarse, cuando el futuro era incierto, cuando cada cual debía reinventarse para encajar en la que se avecinaba, cuando los impunes pretendían seguir manteniéndose impunes y cuando los que habían estado escondidos o temerosos de expresar sus ideas comenzaban a ver resquicios de luz al final del oscuro túnel de represión y de censura. Y en esta ansia de libertad el periodismo, que tan bien retrata el autor, era un medio privilegiado y los periodistas de raza, como Miguel y Esmeralda eran la punta de lanza para abrir un nuevo camino. Y ambas partes, la trama negra y la trama histórica me han absorbido de la misma forma llevándome a considerar esta novela y a este autor como uno de mis grandes descubrimientos de este extrañísimo año que nos ha tocado vivir.

 

En el periodismo no pasa nada por dejar una historia a medias cuando no se tienen más datos. Pero en la literatura todo tiene que quedar cerrado. Hasta los finales abiertos son en el fondo finales cerrados, porque el lector normalmente intuye qué es lo que va a ocurrir a continuación.

13 comentarios:

  1. Una reseña espectacular, Gema, de la cual no puedo más que suscribir cada palabra.

    Un beso.

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  2. Cómo se nota que has disfrutado con esta lectura! Una reseña fantástica para una gran novela.
    Besotes!!!

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  3. Coincido totalmente contigo Gema. Una fotografía de la sociedad de finales de los 70, no se puede expresar mejor. Gran reseña. Un beso.

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  4. Una reseña fantástica. Has reflejado muy bien con lo que nos hemos encontrado en la lectura. Los personajes me han gustado mucho, pero me ha llegado al alma esa España rural que tan bien ha retratado.
    Besos

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  5. Me ha encantado tu reseña, Gema. Has analizado todos y cada uno de los puntos fuertes de la novela, y has dejado claro que te ha gustado. De acuerdo contigo al 100%. El autor ha sido un gran descubrimiento sin duda.
    Besos.

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  6. Muy de acuerdo con tu reseña. Lo que más destaco yo también el la concepción de los personajes. La verdad es que ha sido una gozada de novela

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  7. Muy buena reseña Gema! Lo apunto para el 2021 📝😉

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    1. Gracias bonita, seguro que te va a encantar esta historia. Nos leemos.:)

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  8. Una novela que hemos disfrutado mucho. Coincido contigo en todo lo que cuentas; para mí ha sido una sorpresa ya que no había leído nada de este autor, pero a partir de ahora estaré pendiente de lo que publique. Gran reseña Gema. Un beso

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  9. Una gran novela que se nota has disfrutado y que has detallado muy bien en tu reseña.

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  10. Acabo de leer justo ahora otra reseña de esta novela y la he anotado. Muchas gracias. ;)

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    1. Gracias a ti por la visita. Seguro que te encantará esta historia. Nos leemos. :)

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  11. Hola. Una novela con la que se disfruta mucho como leyendo tu estupenda reseña. Una clara y directa invitación para un futuro lector, que serán mucho. Besos.

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