Delibes, Miguel (1973)
El príncipe destronado
Espasa Libros (2007), Madrid, 266 pp.
ISBN: 9788467024753
A través de la mirada de un niño de tres años, desplazado de su condición de benjamín por el nacimiento de su hermana, y a lo largo de doce horas, el novelista nos describe la vida y afanes de una familia de la alta burguesía española de los años sesenta: el autoritarismo de un padre vencedor de la guerra, la inseguridad y fustración de una madre cargada de hijos, el enfrentamiento generacional, la crisis de la familia, las inquietudes y terrores del alma infantil, y todo un cúmulo de sugerencias y circunstancias vistas siempre con humor, ternura y a veces también con desgarro.
- Le contemplas demasiado.
- ¡Oh, no, no digas eso! Este niño
necesita un cariño especial, Merche. No olvides que hasta hace un año era el
rey de la casa. Es el príncipe destronado, ¿oyes? Ayer todo para él; hoy, nada.
Es muy duro, mujer.
Para celebrar el centenario del nacimiento de Delibes este año me había propuesto acercarme de nuevo a sus novelas y releer, al menos una de ellas. A las alturas del año en que estamos casi no soy capaz de cumplir este reto, pero lo he conseguido.
En principio me plantee leer “La sombra del ciprés es alargada”, una novela a la que tengo cierto apego por desarrollarse la primera parte entre las calles de la ciudad que me vió nacer. Era una buena opción, pero entonces encontré entre los libros de una de mis estanterías un ejemplar de El Príncipe destronado, una tiernísima novela en la que el autor da voz a Quico, un niño de tres años (casi cuatro) que en mi memoria siempre tendrá el rostro y el gesto de Lolo García, el pequeño actor que le dió vida en “La guerra de papa”, la película que Antonio Mercero dirigió en el año 1977 basándose en la obra que nos ocupa.
Esta película es una maravilla de adaptación y os aconsejo verla, no solo por la ternura que transmite su pequeño protagonista, sino también por el papelón de Verónica Forqué como Vitora. Pero vamos a lo que nos ocupa, el libro, porque, por muy buena que sea la cinematografía, la novela es aún mejor.Estamos ante una novela corta, en la que se narra un
día corriente de la vida de Quico, el quinto hijo de una familia acomodada, en
diciembre de 1963. La novela transcurre desde que despierta, a las 10 de la mañana,
hasta que se acuesta, a las 9 de la noche. Un día que en sí podría resultar
simple, un día que podría resultar pobre literariamente, pero en la que el
autor, a través de la mirada del niño y de sus vivencias cotidianas nos adentra
en los mundos de la psicología, la sociología, la política e incluso la
historia.
Los aspectos psicológicos son evidentes, quedando ya de entrada patentes incluso en el título de la novela “El príncipe destronado” que responde a un síndrome del mismo nombre que se refiere, básicamente a los celos que la llegada de un nuevo hermano generan en el hermano anterior y que se caracteriza por ciertos comportamientos tipo como la desobediencia, que en Quico coincide además con la desobediencia típica de los niños a la edad de nuestro protagonista. El regreso a una etapa de desarrollo anterior patente y reiterativa en la vuelta a la falta de control de esfínteres de nuestro protagonista por la noche (hacerse pis en la cama) e incluso durante el día ("repasarse", haciéndose pis sin darse cuenta) y que a la edad que tiene, tres años llegando a cuatro, ya debería estar controlado. Cambios en el sueño, que se traducen en la última y magnífica escena final, y en la alimentación, ese "hacerse bola" de la comida en la boca de Quico y el tener que darle de comer por su desgana. Sus continuas llamadas de atención, caracterizadas por esa necesidad de hacer a todos los mayores con los que se relaciona partícipes de todo lo que le ocurre y de implicar a sus hermanos en su vida para sentirse, de nuevo, el centro de atención. Y, por último, la tristeza, esa tristeza que el autor coloca siempre en su mirada.
Quico asentía maquinalmente y le miraba sin pestañear con sus ojos azules, infinitamente tristes.
Papa: un hombre ausente de la vida diaria, pero autoritario, intransigente y machista como el común de los hombres de la época.
- El día que te cases, Quico, lo
único que has de mirar es que tu mujer no tenga la pretensión de que piensa.
Mama: una mujer que mantiene la distancia con sus
hijos.
Vito: la mujer servil y la que ejerce, en la práctica,
de madre para este pequeño.
Domi: la niñera desmotivada, más preocupada del
cotilleo y de quedar por encima de “su señora” que de ejercer las labores por
las que recibe su salario.
Juan: ese hermano que en su momento también fue
"destronado" y cuya mayor afición es hacer rabiar al pequeño.
Estos personajes, junto al resto de secundarios, los
hermanos, Femio, la Loren... conforman un microcosmos que es el reflejo de una
sociedad que el autor refleja en su novela de manera magistral. Estableciendo en primer lugar una clara
frontera entre clases que se da ya, en el mismo domicilio, donde existe una clara
distinción entre la zona noble por donde se mueven la familia y la niñera y la
zona de servicio, reino indiscutible de Vito,
y a la que la madre se acerca esporádicamente y casi, exclusivamente, para
poner orden cuando ve que al servicio se le va de las manos la
"educación" de los niños.
Papá prosiguió-:
Bueno, esto es así y no hay quien lo mueva, ¿verdad?. Entonces tu estás en la
verdad, pero llega un pazguato o una pazguata, que para el caso es lo mismo, y
trata de desmontar tu verdad con cuatro vulgaridades que le han grabado a fuego
cuando niño. Y ahí está lo grave; a ese pazguato o a esa pazguata difícilmente
podrás convencerles de que no tienen ideas, de que lo único que tienen es
aserrín dentro de la cabeza, ¿me has comprendido?.
Papá pertenece al bando de los vencedores de una guerra que, a pesar de los años transcurridos sigue muy presente en la vida de esta familia. Esa victoria es, posiblemente el origen, o al menos uno de los factores que le permite llevar una vida desahogada, manteniendo dos casas, 6 hijos, el servicio de la casa y el chofer y las vacaciones anuales en San Sebastián. Y le supone además esgrimir ante sus hijos y su mujer una "superioridad moral" que le hace creerse poseedor de la verdad ideológica absoluta y garante de transmitir esa verdad a sus hijos, de imponerles esa idea de que ellos, su bando, son los buenos y los vencidos, los que tienen enfrente son los malos. Y de esa forma el padre sigue confirmando una historia que ganaron ellos, los vencedores de "la guerra de Papa".
- El domingo te imponen las
insignias- dijo-. A las once en el estadio, no lo olvides. Va a ser un acto
magnífico.
Pablo se sofocó
todo y se encogió de hombros. Añadió papa:
- ¿Parece como que te contrariara?
Pablo tornó a levantar
los hombros, resignado. Intervino Mamá:
- ¿No se te ha ocurrido preguntarle
si quiere hacerlo? ¿Si sus ideas coinciden con las tuyas? Pablo ha cumplido ya
16 años.
Pablo tenía el
rostro arrebatado. Los ojos de Papá revelaban un creciente desconcierto.
- ¿Ideas?- dijo-: sus ideas serán
las mías, creo yo, además, esto no es tanto cuestión de ideas como de
intereses.
No quitaba la
mirada de su primogénito, pero Pablo no despegaba los labios. Encareció Marcos
extemporáneamente:
- Cuéntanos cosas de la guerra,
papá.
- ¿Ves?- dijo papá-, estos son otra
cosa. ¿Y que quieres que te diga de la guerra? Fue una causa santa. – Miró
profunda, inquisitivamente a Mamá y agregó-: ¿O no?.
- Tú sabrás- respondió mamá-. Esas
cosas suelen ser lo que nosotros queramos que sean.
[…]
- ¿Tu ibas con los buenos? – apuntó
- Naturalmente. ¿Es que yo soy malo
acaso?
Juan sonrió, como
relamiéndose. Dijo:
Yo quiero ir a la
guerra.
Una lectura deliciosa que apenas dura una tarde, pero a la que no le falta nada para ser una novela redonda. Una lectura que nos muestra una época que quizá nos resulte ajena, con sus casas señoriales, con sus telenovelas en la radio, con sus coplas, con el servicio militar que a muchos les llevaba a tierras africanas, con los niños entretenidos con TBOS y con chapas de refresco, con la presencia continua del cielo y el infierno en la educación de los pequeños… una época que pasó, pero que fue así, al menos para algunos. Una novela en la que la inocencia de un niño y la literalidad de las palabras que escucha y que interpreta sin sarcasmos e ironías, pondrán, en más de una ocasión la sonrisa en nuestros labios. Una novela que, estoy segura que disfrutareis si la leéis sin más pretensiones que disfrutar de una gran historia y una magnífica novela.
- ¿Qué quería el niño, señora?
- Mi mano- dijo Mamá
- ¿Su mano?
- Tenía miedo
- ¡Ah!
La Domi relajó su
expresión y en sus ojos brillo una chispa de ternura:
- A saber que tendrá la mano de una
madre- dijo.
Mamá adoptó un
gesto duro para replicar:
- Lo malo es luego- dijo-, el día que falta mama o se dan cuenta de que Mamá siente los mismos temores que sienten ellos. Y lo peor es que eso ya no tiene remedio.
Absolutamente de acuerdo. NO le falta nada para convertirse en una novela totalmente redonda.
ResponderEliminarBesotes!!!
Me gusta todo de Delibes, pero esta novela es una delicia. Besotes
EliminarHola!
ResponderEliminarhay que ver lo que da de sí un solo día, quizás si no hubiera leído tu reseña es un libro que no hubiera tenido en cuenta. Además, parece que refleja bastante bien todo lo relacionado con los celos de los niños cuando llega a casa un hermanito.
Besos!
Es un libro que merece la pena leer. Un beso y gracias.
EliminarHe leído buenas reseñas de este libro. Me alegra que te haya gustado.
ResponderEliminarUn abrazo.
Es un libro muy fácil de leer con todo lo que encierra. Gracias por tu comentario. Un beso.
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